Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por todos aquellos –incluidos religiosos- que desprecian la Navidad. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
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Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Lo
que proporciona la bienaventuranza, no solo en la vida eterna, sino en esta
vida terrena, es la gracia santificante de Jesucristo. Por esta razón, se
equivocan quienes, aun para la vida temporal, no buscan ni estiman la gracia
por encima de todas las cosas y bienes de la tierra, puesto que a la gracia la
acompañan todas estas cosas y bienes de la tierra[1]. La
gracia trae consigo no sólo bienes –terrenos- tan grandes, sino ante todo, trae
consigo el mejor y más grande de todos los bienes imaginables: la vida eterna.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Comparada
con la gracia, todo lo que los mundanos juzgan por bienaventuranza, no es sino
malaventura, desdicha y maldición, tanta es la diferencia que existe entre el
bien que concede la gracia y los así llamados “bienes” terrenos y temporales. Hay
quienes ponen su bienaventuranza en los deleites sensibles, pero esto es un
gran error, ya que es imposible que estos placeres constituyan el bien del
hombre: sin embargo, la gracia es un estado perfecto en el que los bienes de
todo tipo se armonizan y se subordinan, los inferiores a los superiores, concediendo
al hombre un estado de permanente serenidad, alegría y paz sobrenaturales.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
otra parte, los deleites sensibles ciegan al alma y la abaten a mil vilezas,
haciéndola esclava de la carne. Por esta razón dijo Séneca: “Los que se hunden
en sus gustos, de los cuales habiendo hecho costumbre no pueden carecer, sirven
a su deleite, no le gozan y aman sus males”. En otras palabras, no hay mayor
ceguera, vileza y maldición que esta –el servir a los placeres sensibles-,
porque son grande ocasión de pecados y de hundimiento del alma en el fango de
los vicios. La gracia, por el contrario, concede bienes sobrenaturales, que exceden
en valor, infinitamente, a los bienes sensibles.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
felicidad verdadera, que solo la concede la gracia, no puede nunca ocasión de
mal ni de pecado, porque como enseña Aristóteles, se hubiera de huir y no de
buscar y así no sería felicidad, que es la cosa de la que nunca se ha de huir y
siempre se ha de desear y puesto que los deleites son ocasión de pecado y de
daño en el alma, no puede estar en ellos la bienaventuranza, pues se han de
aborrecer y echar de sí.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Los
gustos no solo son perjudiciales al alma, sino también al cuerpo, puesto que lo
colman de enfermedades[2]. Por
eso dice San Juan Crisóstomo: “Así como la tierra con la abundancia de muchas
aguas pierde su calor natural y virtud y queda inútil para la labranza, así
también el hombre delicioso cae en enfermedades graves e incurables, con
temblor, con flaqueza en los miembros, con pesadumbre en los pies y tormento de
las manos y muchos males. Los regalos no son mejores que una ponzoña mortal y
aun son peores, porque el veneno quita la vida a quien le bebe, pero los
regalos acarrean una vida más miserable que muchas muertes”[3]. Y
pueden quitar la vida eterna, agregamos nosotros. Por eso, cuidémonos en no
desear los deleites terrenos y procurarnos, en cambio, la gracia, que con ella
nos vienen la salud, los bienes terrenos y, sobre todo, la vida eterna.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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