Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el asesinato de
un consagrado, un sacerdote nigeriano. La información acerca del lamentable
episodio se encuentra en el siguiente enlace:
Aclara la información que “En su
página de Facebook, la diócesis señala que habrían sido musulmanes de la etnia
fulani quienes dispararon al sacerdote, que iba en su auto y que no se detuvo
ante la amenaza de los hombres armados”. Por esta razón, además de la
reparación y el desagravio, pediremos por la conversión de quienes perpetraron
este cobarde asesinato.
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Hablando del efecto de la gracia en el alma, afirma un autor[1]
que ésta le concede al alma tal hermosura –sobrenatural, pero creada- que “la
hace más hermosa que todo lo hermoso en la naturaleza” -y vaya si hay cosas
hermosas en la naturaleza, proviniendo todo lo creado de un Dios que es la
Hermosura Increada-. Pero, afirma este mismo autor, además de la hermosura
creada que es la gracia, en el alma que está en gracia está la misma Hermosura
Increada, que es la Persona del Espíritu Santo, la cual es inefable y está
escondida a las fuerzas de la inteligencia humana[2].
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
El alma sin pecado, entonces, tiene una triple hermosura: es
ella hermosa por naturaleza –aclaramos que estamos hablando de un alma sin
pecado-, tal y como la creó Dios, con sus potencias intelectiva y volitiva, con
su acto de ser, que participa del Ser Increado o Actus Essendi o Acto de Ser Puro de Dios; con su vitalidad, que es
la que da fuerza y vida al cuerpo al cual anima; luego, viene la hermosura de
la gracia, cuando el alma adquiere la gracia; por último, con la gracia que es
hermosura creada, viene la Hermosura Increada, que es el mismo Amor de Dios, el
Espíritu Santo. Así, se dice con toda razón que el alma sin pecado es
triplemente hermosa.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
El alma santa, entonces, es hermosa por tener la hermosura
sobrenatural creada de la gracia pero sobre todo, es hermosa por tener en sí al
Espíritu Santo, que es la Hermosura Increada y Causa de toda hermosura creada[3]. Así,
el alma en gracia se convierte en una imagen viviente, hermosísima, del Dios
hermosísimo. ¡Cuán necios son los hombres que prefieren la horrible oscuridad
del pecado, antes que la hermosura inefable que concede la gracia!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Si
el alma en gracia posee una triple hermosura, el alma que se priva de la gracia
por el pecado se convierte en un ser horrible y espiritualmente deformado[4]. A
Santa Teresa de Ávila Dios le concedió el don de ver la hermosura de un alma en
gracia y la fealdad de un alma en pecado. El alma en gracia la representó como
un castillo transparente de cristal, puro y resplandeciente, de siete
estancias, en la que el Rey de la gloria se encontraba en la séptima,
irradiando su resplandor divino sobre todo el castillo. Pero lo que no estaba
en el castillo de luz divina, era todo fuera de él horribles tinieblas,
repletas de alimañas de toda especie, de víboras, de serpientes, de alacranes y
de todo tipo de animales venenosos. Era la representación del alma que, por el
pecado, ha perdido la gracia.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Cuando Santa Teresa de Ávila vio ese castillo todo
resplandeciente de luz divina, luz que emanaba de la séptima estancia donde se
encontraba el Rey de la gloria, Cristo Jesús, se quedó admirada y asombrada por
su incomparable hermosura. Pero al retirarse de ese castillo el Señor de la
gloria, Jesucristo, de quien irradiaba toda luz y claridad, desapareció en el
instante toda la luz, quedando el otrora hermoso castillo en la más densa y
abominable de las tinieblas, negro como un carbón y con un hedor insoportable,
significando así, junto con las alimañas que antes había visto, de horrible
figura, el miserable estado y la monstruosa fealdad que tienen los que están en
pecado mortal[5].
¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
nunca nos privemos voluntariamente de quedar sin la hermosura de la gracia en
el alma!
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e
intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 211.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 211.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 212.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 212.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 212.
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