jueves, 2 de mayo de 2019

Hora Santa por ataque a iglesia por parte de socialistas venezolanos en Venezuela 010519



Militares pertenecientes a la secta socialista chavista atacan a iglesia parroquial Nuestra Señora de Fátima en Táchira, Venezuela, el pasado 01 de Mayo de 2019.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque sufrido por una iglesia católica durante la celebración de la Santa Misa por parte de bandas armadas pertenecientes a la dictadura chavista de Venezuela. La información relativa a tan lamentable episodio se encuentra en los siguientes enlaces:



Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Sucede entre los hombres que, si un hombre adopta a un hijo, este, a pesar de no pertenecer a su sangre, por el solo hecho de ser adoptado, pasa a ser heredero de todos sus bienes. Es decir, el hijo adoptado, debido a que es amado con el mismo amor con el que se ama a los hijos naturales, adquiere derechos dentro de la familia y uno de esos derechos es el de ser heredero de los bienes de sus padres. Pues bien, entre Dios, que nos adopta como hijos suyos al pie de la cruz y en el bautismo, sucede algo similar: aunque por naturaleza no somos Dios, sino seres humanos, cuando Dios nos adopta por la gracia y nos convierte en hijos suyos adoptivos, de manera inmediata, al ser amados con el mismo Amor con el cual Dios Padre ama al Hijo, es decir, el Espíritu Santo y al poseer la filiación divina, nos volvemos herederos de las posesiones de Dios Padre, esto es, el Reino de los cielos. Por eso se dice que quienes poseen la gracia santificante se convierten en hijos adoptivos y herederos del Reino de los cielos[1].

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Afirman los autores[2] que, con la gracia, se da al alma la vida divinísima y el Espíritu Santo de Dios y con esto se concede también al alma la facultad de ser hijos de Dios, adoptivos, sí, pero hijos de Dios con todo rigor y propiedad. La razón es que, a diferencia de lo que sucede en la adopción entre humanos, que el padre no puede “transfundir” por así decir la filiación de sus hijos en el ser del hijo adoptado, con respecto a Dios sí sucede así, porque la adopción con la cual Él nos adopta por la gracia, consiste en que el alma recibe la misma filiación divina con la cual el Hijo de Dios es Hijo de Dios por la eternidad. Por eso también es que, en el Bautismo, el Padre dice lo que dijo sobre Jesús en el momento de ser bautizado por Juan, en la teofanía trinitaria del Jordán: “Éste es mi hijo muy amado”[3]. Cuando somos bautizados, se nos concede por la gracia la filiación divina del Hijo de Dios y por eso somos verdaderos hijos de Dios por la gracia y por eso es que el Padre dice, de cada bautizado: “Éste es mi hijo adoptivo muy amado”.

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Con respecto a la filiación divina, dice San Ambrosio[4]: “La gracia del Espíritu Santo hace hijos de Dios”. Es decir, al recibir el Espíritu Santo, con el Espíritu Santo se recibe la gracia de la filiación divina, que nos convierte en hijos adoptivos de Dios. Y en el mismo sentido, San Máximo[5] dice: “Por la gracia Dios se dice y hace Padre de aquellos que sólo tienen la natividad de su alma conforme a la virtud, que es por el Espíritu”. O sea, se dicen y son hijos de Dios sólo quienes han recibido el “nacimiento de lo alto”, nacimiento que se verifica con el don del Espíritu Santo. Por otra parte, debido a que los que están en gracia son hijos de Dios, son, por lo tanto, herederos de sus bienes, como de Padre suyo, así como en la tierra los hijos adoptivos, como ya se dijo, se convierten en herederos de los bienes de su padre, como los hijos naturales.

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Esto de ser el alma que recibe la gracia hija adoptiva de Dios no es invención ni deducción de hombres, sino que es el mismo Espíritu Santo quien lo dice[6]. En efecto, San Pablo[7] afirma: “Todos los que se mueven por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”. Y esto porque el Espíritu de Dios, por la gracia, es suyo y por esto son semejantes a Dios y partícipes de su naturaleza divina. En otro lugar dice[8]: “Porque sois hijos, envió Dios el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones, que clama Abbá, Padre”. Y el Evangelista San Juan[9], a su vez, escribe: “Ahora somos hijos de Dios y no se ha descubierto aun lo que seremos”. En síntesis, el hecho de que el hombre reciba, con la gracia, al Espíritu Santo que lo convierte en hijo adoptivo de Dios, no es algo que sea de invención humana, sino que es el propio Espíritu Santo quien lo dice, a través de las Sagradas Escrituras.

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Ahora bien, si Dios nos adopta como hijos, no lo hace movido ni por necesidad, ni por obligación alguna hacia nada ni nadie, sino que lo hace, como todo lo que hace, movido por su infinito Amor y su Divina Misericordia[10]. San Pablo[11] declara qué clase de filiación sea esta, adoptiva, originada en el amor y en la misericordia de Dios. Dice así el Apóstol: “No recibisteis otra vez espíritu de servidumbre en temor, sino que recibisteis espíritu de adopción de hijos, en el cual clamamos “Padre, Padre”. Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos verdaderamente de Dios, pero herederos juntamente con Cristo”. Sin embargo, a pesar de este inmenso don que significa el ser hijos adoptivos de Dios y herederos suyos, hay algunos que, como Esaú, venden su primogenitura por un plato de lentejas[12], es decir, se despojan de la gracia por el pecado. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca cometamos el terrible error de arrojar de nosotros la gracia, para que siempre la conservemos y siempre seamos hijos amados de Dios y herederos de su Reino!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.





[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 146.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[3] Mt 3, 17.
[4] Lib. 1, De Spir. Sancto, cap. 4.
[5] Centur. 4, cap. 56.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[7] Rm 8.
[8] Gál. 4.
[9] 1 Jn.
[10] Cfr. Nieremberg, ibidem, 147.
[11] Rm 8, 15.
[12] Cfr. Gn 25, 27-28.

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