lunes, 13 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por el asesinato de un sacerdote y cinco fieles en Burkina Faso, África 120519



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un doble sacrilegio: el asesinato de un consagrado, un sacerdote y de cinco fieles, y además la profanación de la Santa Misa, pues el atentado criminal ocurrió al inicio de la misma. La información relativa a tan triste episodio se encuentra en los siguientes enlaces:


https://live.elmundo.sv/seis-muertos-en-atentado-contra-iglesia-catolica-en-burkina-faso/?fbclid=IwAR0NuWTlOfB87W9sytBM3fyuN8-RCfKS7RUed5MD2wUdnepXWKqrVnLKCok

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

          Si estuviéramos pasando, en algún momento de la vida, alguna circunstancia difícil, en la cual necesitaríamos la ayuda de un potentado, o de alguien con mucho poder e influencia y por si acaso, se nos diera la posibilidad de acceder a él, ¿acaso no dejaríamos todo lo que estamos haciendo, para acudir a una entrevista con dicho potentado, deseosos y seguros de que atenderá nuestra petición? Pues bien, los católicos tenemos, a nuestra disposición, a Alguien que es infinitamente más poderoso que el más poderoso de los hombres y lo tenemos todo para nosotros y ése es Jesucristo, Nuestro Dios y Señor, que está en el sagrario, día y noche, todo para nosotros, todo para todos y cada uno de nosotros, todo para mí. ¿Por qué no acudimos a Él en momentos de tribulación, para que nos consuele y en momentos de alegría, para darle gracias?

          Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

          Una de las condiciones que denota la miseria del estado humano sobre esta tierra, llamada “valle de lágrimas”, es su condición de padecer muchas cosas, entre otras, el hambre. En efecto, el hambre forma parte de nuestra condición de peregrinos y viadores, es uno de los efectos del pecado original. Padecerla es un gran sufrimiento y se llega a constituir en una verdadera tortura cuando no hay nada para comer. En el plano espiritual pasa lo mismo: también tenemos hambre: hambre de Verdad, de Justicia, de Amor, de Misericordia, de Paz, de Alegría, lo cual, en definitiva, es hambre de Dios. El hambre corporal se sacia con alimentos materiales, como por ejemplo, el pan. El hambre espiritual, que es hambre de Dios, no se sacia con el alimento terreno, ni tampoco con cualquier espiritualidad. El hambre de Dios se sacia con un solo alimento: el Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada Eucaristía.

          Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

          Si tenemos hambre espiritual, hambre de Dios, no debemos buscar saciarla en ningún otro lugar que no sea en el verdadero y único Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía. Jesús está en el sagrario para que nos saciemos de Él, para que, saciándonos Él con Él mismo, nos conceda la vida sobrenatural[1]; Él es alimento sobrenatural de nuestra alma, que extra-colma el hambre y la sed que de Dios tenemos, ya que Él mismo lo dice en el Evangelio: “El que coma mi carne no tendrá hambre y el que beba mi Sangre no morirá”. También dice: “Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida (Jn 6, 55) y es por esto que quien se alimente de la Eucaristía verá saciada su hambre y sed de Dios para siempre, en esta vida y en la otra.

          Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Muchos de nuestros prójimos, que también experimentan sed de espiritualidad y de Dios como nosotros, no saben lo que nosotros sabemos, que esa sed y ese hambre se satisfacen sólo con el Verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía. Y es así como estos prójimos nuestros acuden a las espiritualidades que no sacian ni satisfacen, las espiritualidades gnósticas y falsas de la Nueva Era, sin darse cuenta de que haciendo esto, quedan con más hambre y sed de Dios que antes de acudir a estas falsas espiritualidades orientales. Sin embargo, es el propio Jesucristo quien advierte que sólo la Eucaristía sacia el hambre y la sed de Dios, ya que Él dice: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 54), lo cual quiere decir perecer de hambre y de sed de Dios.

Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

          Los santos eran quienes mejor entendían esta verdad: que para mantener sano el organismo sobrenatural, hay que alimentarlo y que el único alimento verdadero es la Eucaristía, el “Pan de Vida” (Jn 6, 35), el “Pan bajado del cielo” (Jn 6, 58), el Pan celestial que alimenta con la vida y la substancia de Dios Trino y que por lo tanto, da, renueva, conserva y acrecienta las energías espirituales del alma. San Pedro Julián Eymard dice: “La comunión es tan necesaria para nosotros para sostener nuestra vida cristiana como es necesaria a los Ángeles la visión de Dios para mantener su vida gloriosa”. Y San Agustín, consciente de todo esto, decía: “Vamos a la Vida”, lo cual nosotros podemos parafrasear y decir: “Vamos a la Eucaristía”.

          Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Stefano Maria Manelli, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 81.

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