Nuestra Señora de Guadalupe.
Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfemia
y el ultraje cometidos contra la Madre de Dios, en su advocación de Nuestra
Señora de Guadalupe. En una obra pseudo-artística titulada “Sincretismo”,
presentaron a la Virgen de Guadalupe “fusionada” con la diosa pagana azteca
Coatlicue, ídolo demoníaco caracterizado, entre otras cosas, por llevar una “falda
de serpientes” (de hecho, ése es el significado en náhuatl del nombre “Coatlicue”.
La información, parte de la cual reproducimos más abajo, acerca de este
lamentable ataque a la Madre de Dios, se encuentra en el siguiente enlace:
http://www.citizengo.org/es/node/80388?tc=fb&tcid=38835897;
http://www.notisistema.com/noticias/sera-guadalajara-quien-decida-si-remueve-la-escultura-sincretismo-robles-ortega/;
http://puentelibre.mx/noticia/96148-exigen_quitar_escultura_sincretismo_guadalajara_virgen_de_guadalupe/2
Por su importancia, reproducimos la
información de este sitio: “El día 14 de Agosto se destapó la segunda escultura
del programa “Arte Público en Guadalajara”. La pieza es del artista jalisciense
Ismael Vargas y lleva por nombre “Sincretismo”. La escultura desarrolla la
fusión entre la figura de la diosa azteca Coatlicue, en náhuatl “la de la falda
de serpientes” y la imagen de la Virgen de Guadalupe. La representación más
importante de la Coatlicue es la que se conserva en el Museo Nacional de
Antropología de México: tiene pies y manos en forma de garras, una falda de
serpientes entrelazadas y el pecho cubierto por cráneos, manos y corazones
humanos. La cabeza de la diosa está sustituida por dos cabezas de serpiente
encontradas, que simulan dos chorros de sangre que brotan de su cuello cortado.
Los católicos consideramos una grave ofensa que en nombre del arte, se profane
la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y se desdibuje el mensaje que en sí
mismo dio origen a una nueva cultura mestiza como lo es el Pueblo Mexicano. La
tilma de la virgen de Guadalupe es en sí misma una obra de arte divino que debe
ser representada como se ha plasmado en el ayate de San Juan Diego desde hace
casi 500 años. Consideramos que esta obra de sincretismo que une a la diosa de
la muerte azteca y la Virgen de Guadalupe es una provocación a los católicos, además
del elevado costo de más de 5 millones de pesos y no lo podemos permitir”.
Como medio de reparación, basaremos
nuestras meditaciones en algunos de los múltiples signos y símbolos contenidos en
la tilma milagrosa de Juan Diego. Además, siempre lo hacemos, no solo
repararemos y pediremos, sino que también pediremos por nuestra conversión, la
de nuestros seres queridos, la de quienes perpetraron este horrendo sacrilegio,
y también la conversión del mundo entero. Por último, hacemos nuestras las declaraciones del Sr. Arzobispo Emérito de Guadalajara, Cardenal don Juan Sandoval Íñiguez, las cuales pueden ser encontradas en el siguiente enlace: http://adelantelafe.com/sincretismo-la-vil-profanacion-la-virgen-guadalupe/
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de
su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
La horrorosa "obra de arte" en la que está fusionada,
de modo blasfemo, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y
el ídolo demoníaco pre-hispánico Coatlicue.
Agrava todavía más esta afrenta a la Virgen el hecho de que, desde una cierta
posición, se puede observar la cabeza del ídolo demoníaco Baphomet,
por encima de la cabeza de María Santísima.
Repugnante y execrable profanación hacia la Virgen y Madre de Dios.
Agrava todavía más esta afrenta a la Virgen el hecho de que, desde una cierta
posición, se puede observar la cabeza del ídolo demoníaco Baphomet,
por encima de la cabeza de María Santísima.
Repugnante y execrable profanación hacia la Virgen y Madre de Dios.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio.
Meditación.
La imagen de la Virgen de Guadalupe es un prodigio
sobrenatural tan maravilloso, que expresa de forma tan admirable la Sabiduría y
el Amor divinos, que solo puede compararse a ese otro prodigio celestial admirabilísimo
como lo es la Sábana Santa. Su contemplación nos conduce, por medio de los
maravillosos signos y símbolos sobrenaturales, a elevar el alma a la adoración
de Dios Uno y Trino y su Cordero, Jesucristo, y a la veneración de los
admirables misterios de la Virgen y Madre de Dios. Ya desde su nombre, con el
que Ella se presentó ante Juan Diego, la Virgen nos conduce a su Hijo Jesús: “Yo
soy la Siempre Virgen María, Madre del Dios por quien se vive” [1]. La
Virgen es la Madre de Dios, Jesús, “por quien siempre se vive”, porque Jesús es
el Dios Viviente, que desde la Eucaristía nos comunica su vida divina, y es por
eso que la Virgen de Guadalupe puede también ser llamada: “Madre de la Eucaristía”.
Al contemplar la Eucaristía, no podemos no contemplar al mismo tiempo el
misterio inefable de la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, por quien nos
vino a nuestro mundo Aquél a quien los cielos eternos no pueden contener,
Cristo Jesús, nuestro Dios Tres veces Santo. Y tampoco podemos dejar de
considerar el misterio de la Santa Iglesia Católica, de quien la Virgen es
Madre y a quien la Virgen prefigura y anticipa, porque así como el Verbo eterno
del Padre se encarnó en el seno de María para nacer en Belén, Casa de Pan, para
donarse con su Cuerpo y Sangre en la Cruz, así también el mismo Verbo eterno
prolonga su Encarnación en el seno virgen de la Iglesia, el altar eucarístico,
para donarse como Pan de Vida eterna en el Santísimo Sacramento del altar.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Coatlicue, la diosa con la falda hecha de serpientes,
el horroroso ídolo demoníaco pre-hispánico,
cuya imagen fue fusionada sacrílegamente con la imagen
de Nuestra Señora de Guadalupe.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Nuestra Señora de Guadalupe lleva el cabello suelto lo cual
indica, entre los aztecas, la condición de virginidad; pero al mismo tiempo,
aparece embarazada, es decir, en estado de gravidez, perceptible por la forma
aumentada del abdomen, en donde se destaca una mayor prominencia vertical que
transversal, correspondiente a un embarazo casi en su última etapa. También el
cinto o lazo que porta la Virgen, marca su embarazo: localizado arriba del
vientre, cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl
representaban el fin de un ciclo –el Antiguo Testamento y su Ley- y el
nacimiento de una nueva era –el Nuevo Testamento y la ley de la gracia de
Jesús-. La cinta solo la usaban las princesas aztecas, dando a entender que
estaban prontas a dar a luz a su descendencia, que habría de ser el rey; de la
misma manera, la Virgen es la Madre encinta por el poder del Espíritu Santo,
que está por dar a luz a Aquel que es la Luz Increada y Eterna, Cristo Jesús, “Rey
de reyes y Señor de señores”. Además de reforzar la idea de Madre Virgen –la virginidad
representada en el cabello suelto y la maternidad en el lazo-, en la imagen se simboliza
que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el
nuevo mundo, y es la era de los hijos de Dios, los hijos de la luz, los hijos
que la Virgen adopta al pie de la cruz y que Dios hace suyos por la gracia del
bautismo sacramental. En otras palabras, en la tilma de Juan Diego está
admirablemente representada la doble condición de Virgen y Madre de Dios de
María Santísima, prodigio jamás visto y que jamás se volverá a ver, y que la
convierte en la creatura más excelsa jamás concebida en cielos y tierra. Y también
aquí la contemplación de Nuestra Señora de Guadalupe eleva el alma a la
contemplación de la Eucaristía, porque esa Joven Virgen de rostro sereno y
dulce, embarazada a término, tal como se la percibe en la tilma, es el Sagrario
Viviente y la Custodia más preciosa que el oro, que lleva en su seno purísimo
el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, el
Niño Dios, concebido por el Espíritu Santo y que habrá de nacer para donarse
como Pan Vivo bajado del cielo. Al igual que la Virgen, la Santa Madre Iglesia
custodia, con amor inefable, en su seno virginal, el altar eucarístico, al Pan
Vivo bajado del cielo, Dios Hijo encarnado, que se entrega con su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, en la Hostia consagrada, para ser el alimento celestial
que nutre nuestras almas con la substancia misma de la divinidad.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El rostro de la Virgen y Madre de Dios es moreno y ovalado, acorde
tanto a los indígenas americanos, como a los criollos, es decir, a esa
hermosísima fusión de razas producida en la Conquista Española de América,
entre los españoles y los indo-americanos. Esto significa que la Virgen, siendo
hebrea de nacimiento, y siendo portadora de la Fe católica practicada por
europeos, al manifestarse en unas tierras absolutamente desconocidas, se
muestra como Madre de todos los hombres, sin importar su raza y condición
social. La dulzura de su rostro refleja externamente su estado interior,
espiritual, de profunda oración y unión con Dios Uno y Trino, oración y unión que
fue para la Virgen, desde su más tierna infancia, el alimento de su alma y sin
el cual no podía vivir, ya que por la oración se establecía la corriente de
amor entre Dios y su Inmaculado Corazón. Y ahora, que está embarazada del Verbo
de Dios y lleva en su seno al Hijo del Eterno Padre, ese estado de oración es
más continuo y profundo que nunca, y la dulzura, frescura, amabilidad y ternura
que su rostro transmite, es el reflejo de la dulzura, la frescura, la
amabilidad y la ternura de su Alma siempre Purísima. Sus manos, que están juntas
en señal de recogimiento y de oración intensísima, son diversas, pues la derecha es más blanca y estilizada, mientras
que la izquierda es morena y más llena, lo cual simboliza la unión de las razas
española e indígena por una misma Fe, la Fe católica en el Redentor, Cristo
Jesús. Así, la Virgen de Guadalupe es nuestro modelo inigualable para hacer
adoración eucarística, no solo en el modo exterior de orar, con las manos
juntas y el rostro concentrado en el amor y la adoración de Dios, sino ante
todo en el estado espiritual interior al momento de hacer adoración
eucarística, estado que debe caracterizarse por la serenidad del alma y por el
amor y la adoración al Cordero de Dios, Presente en Persona en la Eucaristía.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe, se encuentra lo que es el
símbolo principal en la imagen de la Virgen, la flor de cuatro pétalos llamada
Nahui Ollin la cual es el máximo símbolo nátuahl y representa la presencia de
Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo. Se encuentra ubicada a
la altura de su vientre representando, en la imagen que corresponde a la Virgen
y Madre de Dios, el lugar en donde se encuentra Nuestro Señor Jesucristo, el
Verbo eterno de Dios, encarnado en el seno virginal de María. La flor Nahui
Ollin representa entonces al Hombre-Dios Jesucristo, encarnado por obra del
Espíritu Santo, en el seno virgen de María y por lo tanto, es también,
secundariamente, un símbolo de la Eucaristía, puesto que la Eucaristía es el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, custodiado en el seno
virgen de la Iglesia casta y pura de Dios, la Iglesia Católica. Así como la
Virgen aloja en su seno a la Palabra de Dios encarnada –representada por la
flor Nahui Ollin a la altura del vientre de María-, y así como la Iglesia aloja
en su seno virginal, el altar eucarístico, a Jesús Eucaristía, el Verbo eterno
del Padre encarnado, así nuestros corazones deben ser, por la gracia, otros
tantos senos virginales o altares en donde se adore solo y exclusivamente al
Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús. Al ser la Virgen y Madre de Dios, María de
Guadalupe aparece rodeada de rayos dorados, los cuales forman un halo luminoso
alrededor de su cuerpo y cabeza, y esto porque Ella es la Madre de la Luz
eterna, Jesucristo, que al nacer irradia su divina luz sobre las tinieblas del
hombre y del mundo. Los rayos dorados significan la gloria de Dios que la
recubre, o más bien, que surge de Ella, en cuanto Ella es portadora de la Luz
Increada y Encarnada, el Niño Dios, el Niño Sol, el Sol de justicia, Cristo Jesús
y esa es la razón por la cual los rayos del manto resplandecen más a la altura
del vientre de la Virgen. Nuestra Señora de Guadalupe es “la Mujer revestida de
sol” del Apocalipsis, porque lleva en su seno al Sol que viene de lo alto y que
se ha encarnado en su seno purísimo, seno desde el cual este Sol que es Dios
Hijo, habrá de nacer como Niño, para alumbrar y dar vida divina a quienes
vivimos “en tinieblas y en sombras de muerte”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
asimilación del mensaje traído por la Virgen María como verdadera Madre de Dios
y Madre nuestra fue facilitada por la veneración, por parte de los pueblos
mesoamericanos, en el cerro de Tepeyac, de una deidad llamada “Tonantzin”, que quiere
decir Nuestra Madrecita. Podemos decir que, en un sentido análogo, la gracia
santificante, de la cual María Virgen es Mediadora, prepara nuestros corazones
para recibir la Buena Noticia de Nuestro Señor Jesucristo y esa es la razón por
la cual debemos preferir la gracia santificante a cualquier otro bien. La
Virgen de Guadaluè, que es “la Mujer del Apocalipsis”, tiene la luna a sus
pies, significando que la Virgen y Madre de Dios es Reina de cielos y tierra; además
está revestida de sol, símbolo de la gracia santificante; las estrellas, en
este caso, no están en su corona, sino en su manto, y están colocadas no al
azar, sino señalando, prodigiosamente, la posición de las estrellas el día en
el que la Madre de Dios se apareció al Beato Juan Diego. Este último está
representado en el ángel a los pies de la Virgen, que no es un ángel, sino el
Beato Juan Diego, y las alas son multicolores, puesto que representan a
diversas aves propias de México: con esto se quiere significar que, por la
gracia santificante que nos trae el Hijo de la Virgen, Jesús, los hombres –representados
en Juan Diego-, si vivimos y morimos en gracia, en el Reino de los cielos
seremos “como ángeles”[2], y
tendremos a la Virgen como Reina y a Jesús como Nuestro Rey, en tanto que las
plumas multicolores significan la hermosura de la Creación, pálido destello de
la hermosura inefable del Ser divino de Dios Uno y Trino, Creación que si bien
sufrió las consecuencias del pecado original –entró la muerte en ella-, ha sido
santificada por el sacrificio y muerte en cruz del Hijo de Dios. La disposición
de las plumas pertenece a las águilas, con lo cual se indica que el cristiano,
por la gracia santificante, así como el águila se eleva hacia el cielo, fijando
su vista en el sol, así el cristiano se eleva en esta vida terrena a la
contemplación de la Eucaristía, con los ojos del alma fijos en el Sol de
justicia, Cristo Jesús.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
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