Inicio: ofrecemos esta Hora
Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la
blasfema parodia de un aborto llevada a cabo por un grupo de feministas frente
a la Catedral de San miguel De Tucumán, Argentina, el 08 de Marzo de 2017. Además
de ser ya un acto violento en sí, pues se parodia un aborto, la parodia
adquiere el carácter de blasfemia –inaudita- pues en mujer que “aborta” está
representada la Virgen María, con lo cual el ataque, antes que a la fe de los
católicos, es a la persona misma de María Santísima. Y puesto que María Virgen
está encinta de Nuestro Señor Jesucristo, el Niño Dios, es Él el que es también
blanco directo de tan insolente e increíble acto sacrílego. La información
acerca del repudiable hecho se puede encontrar en los siguientes enlaces: https://www.aciprensa.com/noticias/arzobispo-repudia-parodia-de-aborto-de-la-virgen-maria-en-manifestacion-feminista-91732/
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Como lo hacemos siempre, pediremos por
nuestra conversión, la de nuestros seres queridos, la de todo el mundo y,
especialmente, por los autores materiales e intelectuales de tan abominable,
blasfema y sacrílega parodia.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
La
Inmaculada Concepción, la Virgen Santísima, fue elegida por Dios para ser la
destinataria de un doble prodigio, único en toda la Creación; un doble prodigio
que no hubo antes, ni habrá después por la eternidad, y es el de ser, al mismo
tiempo, Virgen y Madre de Dios. Este doble prodigio consiste en que, desde su
Concepción Purísima, la Virgen estaba destinada a ser el Sagrario Viviente del
Verbo de Dios hecho carne y por esta razón fue concebida sin la mancha del
pecado original, recibiendo el nombre de Inmaculada Concepción, y a este
prodigio se le sumó otro no menor y es el ser concebida “Llena de gracia” e
inhabitada por el Espíritu Santo, el Amor de Dios. Así, la Virgen fue
doblemente pura: porque no tenía el pecado original y por ser la Llena de
gracia y la Inhabitada por el Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Trinidad,
con lo que la Pureza de la Virgen era doble: humana, por no tener el pecado
original, y celestial, por ser la suya una participación a la Pureza Inmaculada
del Ser trinitario divino. Gracias a esta doble pureza de la Virgen -la que le
venía por ser Ella la Inmaculada Concepción y por estar en Ella la Presencia
del Amor de Dios-, el Verbo de Dios, al dejar el seno del Padre para encarnarse
en el seno de María, no encontró apenas diferencias, entre un seno y otro, ya
que en el seno purísimo de María encontró el Hijo de Dios el mismo Amor y misma
Pureza del seno del eterno Padre y esto porque estaba destinada a alojar al
Hijo de Dios humanado.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al ser concebida Sin Mancha, Purísima, Llena de gracia e inhabitada por el
Divino Amor, la Virgen María fue consagrada a Dios aún antes de su concepción,
para que sirviera de Custodia Viva en el que fuera alojado, por nueve meses, el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Y esta
función de Custodia Viviente de la Eucaristía, que convirtió a la Virgen en
Nuestra Señora de la Eucaristía, la comenzó la Virgen a ejercer inmediatamente
después del Anuncio del Ángel, cuando dio su “Fiat” a la voluntad amabilísima
de Dios, comenzando así la más grandiosa y maravillosa era de la humanidad, la
Era de Cristo que, como Dios, se encarnaba para tener un Cuerpo que ofrecer en
el Altar de la Cruz en expiación por nuestros pecados, para derrotar a nuestros
enemigos –el Demonio, la Muerte y el Pecado- y para donarnos la vida de la
gracia, la filiación divina y el Reino de los cielos. Gracias al “Fiat” de
María, nos vino a los hombres la Luz Eterna de Dios, que habría de derrotar a
las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, y habría de iluminar nuestras
mentes, envueltas en las tinieblas del pecado, del error y de la ignorancia.
Fue la Virgen quien, al cabo de tres meses de alojar en su seno el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, dio a luz a su Hijo
convirtiéndose en Madre de Dios y donando a nuestras almas a su Hijo Jesús que,
oculto bajo la apariencia de pan, habría de alimentarnos con su Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad, oculto con su substancia divina en el Verdadero Maná bajado
del cielo, el Pan de ángeles, el Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada
Eucaristía.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El Verbo de Dios, que es Dios junto al Padre desde la eternidad, se encarna en
el seno virgen de María por obra del Espíritu Santo y la Virgen, comportándose
como un preciosísimo Diamante celestial, aloja en sí misma a la Luz divina, la
Palabra del Padre, al igual que el diamante lo hace con la luz, y luego
recubrirlo con su substancia materna, lo irradia hacia el mundo, así como el
diamante irradia su luz luego de atraparla en su interior. Este admirable
prodigio, el de la Encarnación del Verbo en el seno de María Virgen, se
continúa, perpetúa y prolonga en cada Santa Misa, pues lo que sucede en la
Virgen sucede luego en la Iglesia, de quien la Virgen es Madre y Modelo: por
las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial se
produce el milagro de la transubstanciación que convierte el pan en el Cuerpo y
el vino en la Sangre del Cordero, renovándose para nosotros, ante nuestros
ojos, y por el poder del Espíritu Santo, la Encarnación del Verbo, su
Nacimiento y el don de sí mismo como Víctima Inmolada en la Cruz y como Pan de
Vida eterna en la Eucaristía. De esta manera la Iglesia renueva, por el poder
el Espíritu Santo y en su seno virginal, el altar eucarístico, para los hombres
de todo tiempo y lugar, el misterio de la Encarnación de la Palabra de Dios y la
entrega sacrificial de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
su infinita misericordia, el Verbo de Dios, Tres veces Santo; que habita “en
una luz inaccesible”; que es Espíritu Puro e Invisible; que es Dios junto al
Padre, se encarnó en el seno purísimo de María Virgen por obra de la
Persona-Amor de la Trinidad, el Espíritu Santo, para adquirir así un Cuerpo,
con el cual sería visible y, permaneciendo en la luz inaccesible, habitaría al
mismo tiempo también entre los hombres por medio de la Encarnación y una vez llegada
la plenitud de los tiempos, habría de subir a la Cruz para ofrecer su Cuerpo y
su Sangre en sacrificio santo y puro por nuestra salvación. Fue la Virgen
Santísima quien, alojando al Verbo eterno en su seno virginal, recubrió al
Verbo de Dios con un tejido de carne, nutriéndolo con su substancia materna,
para que el Hijo de Dios fuera visible a los hombres y pudiera ser captado por
los sentidos humanos, de manera que nadie pudiera decir: “No sé dónde está
Dios, no sé cómo es el rostro de Dios”, porque el Hijo de María Virgen es Dios
y su rostro es el Rostro de Dios. Pero la Virgen lo recubrió y le dio un
Cuerpo, para que, ya de adulto, se ofreciera con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad, en el Santo Sacrificio del Altar, para así derrotar a la Muerte, al
Demonio y al Pecado y conceder a los hombres la Vida divina. La Santa Madre
Iglesia, de quien la Virgen es Madre y Modelo, imita y participa de lo sucedido
en María: así como en María, por el poder del Espíritu Santo, se encarnó el
Verbo en su seno purísimo y la Virgen lo recubrió con un Cuerpo para que
naciera en Belén, Casa de Pan, para donarse al mundo como Pan de Vida eterna,
así la Iglesia prolonga la Encarnación del Verbo, por el poder del Espíritu
Santo, en su seno purísimo, el Altar Eucarístico, y lo recubre con apariencia
de pan y vino, para donarlo al mundo como Pan Vivo bajado del cielo.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
el Memorial del Santo Sacrificio del Calvario, la Santa Misa o Santo Sacrificio
del Altar, se conmemora el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrecidos sobre el
puro y santo altar eucarístico, para regocijo y alegría del Pueblo Santo de
Dios, que por el misterio de la Santa Misa tiene ante sí, ante sus ojos, sobre
el Altar Sacrosanto, al Misterio fuente de todos los misterios, la Encarnación
del Verbo y la prolongación de su Encarnación en la Sagrada Eucaristía. Por
este gran misterio, los católicos, viviendo en el tiempo y en la tierra, nos
encontramos delante del Cordero de Dios que, oculto en apariencia de pan, se
nos hace Presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía y es
por eso que, con los ángeles y santos del cielo, nos postramos en adoración
ante el Cordero de Dios, Jesús Eucaristía, dándole gracias, alabándolo,
glorificándolo, adorándolo y exaltándolo. Por el Espíritu Santo, que desciende
sobre las ofrendas del pan y del vino por las palabras de la consagración y
produce el milagro de la Transubstanciación, los cristianos obtenemos el perdón
de nuestros pecados y recibimos, en anticipo, la vida eterna, la vida del Reino
de los cielos, y es por eso que, glorificando y adorando el Cuerpo y la Sangre
del Cordero, Fuente de todo bien para nuestras almas, cantamos, damos gracias,
glorificamos y adoramos la Sagrada Presencia Eucarística de Jesús, el Verbo
Eterno del Padre, el Dios de la Eucaristía, el Dios de todo consuelo.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Junto a la Cruz de su Hijo”.
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