Inicio: comenzamos la Hora Santa y
el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús. Puesto
que Dios habla “en la brisa suave” (cfr. 1
Re 19), hacemos silencio, exterior e interior, para escuchar su voz, que es
la voz del Buen Pastor, que nos habla desde la Eucaristía. Imploramos el
auxilio de Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre y Maestra de los adoradores
eucarísticos, para que nuestra pobre oración sea llevada por sus manos a los
pies del trono del Cordero en los cielos, Jesús en la Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en honor y
desagravio al Sagrado Corazón de Jesús y también en reparación por los ultrajes
cometidos contra el Inmaculado Corazón de María Santísima.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).
Meditación
El Corazón de Jesús, si bien es un
corazón humano, no es uno más entre tantos: es el corazón del Hombre-Dios; es
el Corazón del Verbo de Dios hecho Carne; es el Corazón de Dios Hijo, que,
siendo Espíritu Purísimo, se encarna, se hace Hombre sin dejar de ser Dios y le
transmite, en la Encarnación, su divinidad, su santidad y su majestad divina, y
esa es la razón por la cual adoramos al Corazón humano-divino de Jesús, porque
es el Corazón del Hijo de Dios. Y ese mismo Corazón, divino-humano, se
encuentra, vivo y glorioso, oculto bajo la apariencia de pan, en la Eucaristía.
Te adoramos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús; creemos en tu Presencia
Eucarística; a Tu Presencia Eucarística bendecimos; en Tu Presencia Eucarística
te glorificamos y por tu Presencia Eucarística te damos gracias, y te pedimos
perdón por los que no te adoran, por los que no te bendicen, por los que no te
glorifican y por los que no te dan gracias por el don inestimable de tu
Presencia Eucarística. Amén.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación
El Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús está envuelto en las
llamas del Amor Divino, el Espíritu Santo, y ese fuego de Amor Divino lo quiere
comunicar Jesús, en su totalidad, en cada comunión eucarística. Lamentablemente,
la gran mayoría de las veces, nuestros corazones son como una piedra, duros y
fríos, y así el fuego nada puede obrar en ellos. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como hierba seca, para que se
incendien al contacto con el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, brasa
ardiente del Amor Divino! Amén.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Sagrado Corazón de Jesús, que estás rodeado por una corona
de gruesas y filosas espinas, las cuales se hunden en tu carne purísima a cada
latido, provocándote dolores agudísimos; ten piedad de nosotros, pobres
pecadores, porque esas espinas, que se hunden en las paredes del corazón cuando
este se relaja y que lo desgarran cuando éste se contrae, para expulsar la
Sangre preciosísima, de manera que no hay instante en que el que el Sagrado
Corazón se encuentre sin dolor, esas espinas, ¡oh Sagrado Corazón!, son la
materialización de nuestros pecados, y por eso es que te pedimos que te apiades
de nosotros y nos concedas tu misericordia, para que sintiendo en lo más
profundo de nuestras almas, un vivo dolor por nuestros pecados, seamos capaces
de preferir la muerte antes de volver a ofenderte con el más ligero pecado.
Amén.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
En la base del Sagrado Corazón hay una cruz, y esto es para
significarnos que, para acceder al Sagrado Corazón, no hay otro camino que el
camino de la cruz. La cruz en la base del Corazón de Jesús, significa que quien
quiera acceder al Amor de Dios, no puede hacerlo sino es por la cruz de Jesús. El
Amor de Dios se nos ofrece todo, sin reservas, en el Sagrado Corazón de Jesús,
el cual es el fruto más exquisito del Árbol Santo de la Cruz; por ese motivo,
quien desee probar el dulzor celestial de este Corazón Santo, Corazón que
contiene todo el infinito y eterno Amor de Dios en sí mismo, todo lo que tiene
que hacer es subir al Árbol de la Vida, el Árbol Santo de la Cruz, y tomar este
Corazón, y gozar y deleitarse en Él, en el tiempo y en la eternidad. Pero no
hay otro camino, para alcanzar al Corazón de Jesús, que no sea el Camino de la
Cruz, y es por eso que la cruz está en la base del Sagrado Corazón.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Por la herida abierta de tu costado, fluyen Agua y Sangre:
Agua, que justifica las almas, quitando sus pecados, y Sangre, que santifica
las almas, concediéndoles tu Vida divina. El Agua de tu Corazón limpia nuestras
almas por el Sacramento de la Confesión; la Sangre de tu Corazón enciende
nuestros corazones en el Divino Amor por el Sacramento de la Comunión. ¡Oh
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, sumérgenos en el abismo infinito de tu
Divina Misericordia, abierto de par en par por la lanza que traspasó tu Sagrado
Corazón! ¡Haz que vivamos, oh Jesús, en el tiempo y en la eternidad, bajo los
rayos de tu Amor Misericordioso, que brotaron de tu Corazón traspasado!
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Meditación final
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, debemos ya retirarnos,
pero deseamos continuar adorándote “en espíritu y en verdad” (cfr. ) y para
ello, entregamos y consagramos nuestros pobres corazones a la Virgen, Nuestra
Señora de la Eucaristía, para que Ella los estreche contra su Inmaculado
Corazón y al estrecharlos nos comunique del Amor Santo que en él inhabita y así
nuestros corazones, débiles y agonizantes, que desfallecen a cada paso porque
son atraídos por los falsos atractivos del mundo, que los envenena con su
ponzoña, revivan con el Amor de Dios y sean capaces de amarte y adorarte en
todo tiempo y lugar. Amén.
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