Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado, pidiendo por la paz en el
mundo, principalmente por quienes difunden el odio en nombre de falsas ideologías.
Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman. Amén” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios
del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado
Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios
a elegir)
Meditación
Jesús
Eucaristía, te pedimos por la paz en los corazones de los hombres, enfrentados
por el odio y divididos por toda clase de prejuicios y de resentimientos; Tú
nos creaste como hermanos de la misma raza humana y nos destinaste a todos a
ser hijos de Dios; en un corazón en el que anida el odio, no puede reposar la
Dulce Paloma del Espíritu Santo; en el corazón en el que reina el odio, este se
convierte en una oscura y siniestra caverna, en donde en vez de anidar la Dulce
Paloma del Espíritu Santo, van a refugiarse siniestras y perversas sombras
vivientes, los ángeles caídos; en el corazón en el que anida el odio, éste se
convierte en refugio de alimañas más ponzoñosas y letales que los escorpiones y
las arañas, porque se convierte en refugio de demonios, que destilan su odio
hacia Dios y hacia el prójimo, disfrazando este odio de ideologías que utilizan
el nombre de Dios para ejercer la violencia irracional, brutal y criminal sobre
el prójimo. Jesús, te imploramos y te suplicamos la paz del corazón, la paz que
solo Tú puedes dar, la que Tú prometiste en el Evangelio: “Mi paz os dejo, mi
paz os doy; no como la da el mundo”.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario
Meditación
Jesús
Eucaristía, Tú eres el Rey de los corazones, porque Tú los adquiriste a todos
al precio altísimo de tu Sangre Preciosísima derramada en la cruz; por esta
Sangre tuya derramada por nosotros en el Santo Sacrificio del Calvario y
derramada cada vez en el cáliz eucarístico, por el misterio de la Santa Misa,
te suplicamos que nos concedas la paz, a nosotros, a nuestros seres queridos y
a todo el mundo, especialmente a aquellos prójimos que se encuentran
enfrentados por ideologías que siembran el odio, la discordia y la violencia. Jesús
Eucaristía, te imploramos la paz, pero no la paz que da el mundo, porque esa
paz consiste en mera ausencia externa y temporaria de conflictos, impuesta al
precio de injusticias y de violencias; te pedimos tu paz, la paz que sólo Tú
puedes dar, la paz verdadera, la paz que surge en el alma, cuando sobre el alma
se derrama tu Sangre Preciosísima, lavándole sus pecados, liberándola de sus
enemigos, la muerte, el demonio y el pecado, y concediéndole la filiación
divina; es esta paz, que surge del alma en gracia, porque ha sido purificada y
santificada por tu Sangre, la que te pedimos, oh Jesús Eucaristía, Rey de la
paz. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario
Meditación
Jesús
Eucaristía, Tú derribaste, con tu Cuerpo elevado en la cruz, “el muro de odio
que separaba a los hombres” y así nos concediste la paz verdadera, la paz del
espíritu, la paz que sobreviene al alma al saberse no solo perdonada por su
Dios, por haber cometido el terrible crimen del deicidio, sino por haber sido
liberada de sus enemigos mortales, el demonio, la muerte y el pecado, y por
haber sido convertida en morada de la Santísima Trinidad, en templo del
Espíritu Santo, en hija adoptiva de Dios y en heredera del Reino de los cielos.
Oh Jesús Eucaristía, haz que tu Sacrosanta Cruz, por la cual derribaste el muro
de odio que se había levantado entre los hombres a causa del Pecado Original,
se eleve como sangriento estandarte que, resplandeciendo ante el Padre y
clamando misericordia por nosotros, los hombres, haga descender sobre toda la
humanidad la gracia y la dicha inefable de tu paz, la paz que sólo Tú,
Hombre-Dios, puedes conceder. De esa manera, los hombres, con tu paz en el
corazón, nos reconoceremos mutuamente, no como extraños que deben aniquilarse
unos a otros, sino como hermanos en Ti, Cristo Jesús, e hijos adoptivos del
mismo Dios, destinados a la eterna bienaventuranza del Reino de los cielos, que
consiste en la contemplación y adoración de la Santísima Trinidad. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario
Meditación
Jesús
Eucaristía, Tú nos das tu paz, no como la da el mundo, sino como sólo Tú, Dios
de la paz, la puedes dar, tal como lo dijiste en el Evangelio: “Mi paz os dejo,
no como la da el mundo”, y esta paz nos la das en tu Santa Iglesia, en la Santa
Misa, en el rito de la paz; es la paz que brota del corazón que se encuentra en
estado de gracia santificante, porque un corazón en gracia participa de tu vida
y participar de tu vida significa que Tú inhabitas en ese corazón en gracia, y
donde Tú estás Presente, están la Paz, el Amor, la Alegría de Dios Hijo
encarnado. Jesús, Tú nos diste el privilegio de ser católicos y de poder
recibirte en el Santo Sacramento del Altar, sacramento por el cual te recibimos
en Persona a Ti, Rey de la paz; te suplicamos, oh Jesús, por la intercesión y
los dolores del Inmaculado Corazón de María, Reina de la paz, que concedas este
privilegio inmerecido que nos has concedido, el de ser hijos de Dios y el de
recibirte en la Santa Comunión, a todos los hombres, y para eso te pedimos que
te hagas conocer y te manifiestes a ellos, por intermedio de tu Santa Madre, la
Virgen, nuestra Madre del cielo, para que todos los hombres gocen de la dicha
inefable de ser hijos de Dios y de recibir no solo la paz de Dios, sino al Rey
de la paz en Persona, Tú mismo en la Eucaristía. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario
Meditación
María,
Nuestra Señora de la Eucaristía, tú eres la Reina de la paz; por tu intermedio,
vino a nosotros el Rey de la paz, Jesucristo; por tu intercesión, los hombres
recibimos el Don del Amor Divino, tu Hijo Jesús, que con su Sangre derramada en
la cruz nos consiguió, a un precio altísimo, el don inapreciable de la paz de
Dios, al sellar con su Sangre el perdón divino y al entregar su Cuerpo como garantía
de que Dios no solo perdona todos nuestros pecados, sino que derrama su Amor
eterno sobre nuestros corazones, lastimados por el odio, el egoísmo, la
indiferencia hacia el prójimo, renovándolo y convirtiéndolo, por su gracia, en
un nuevo corazón, en un corazón que, a imitación de los Sagrados Corazones de
Jesús y de María, se convierte, de cueva oscura y refugio de tinieblas
vivientes que destilan odio por medio de ideologías perversas, en nidos
luminosos de gracia, en donde va a inhabitar y a reposar la Dulce Paloma del
Espíritu Santo, que la convierte de esta manera en templo de la Trinidad y en
su morada predilecta, haciendo del alma un lugar más hermoso que el mismo
cielo, porque en ella habita la Trinidad, y concediéndole la gracia de derramar
el Amor de Cristo a sus hermanos, por medio de las obras de misericordia.
María, Reina de la paz, que por tu intercesión, recibamos, nosotros, nuestros
seres queridos y todo el mundo, sobre todo nuestros hermanos cuyos corazones
estén más lastimados por el odio, el don de tu Hijo Jesucristo, Dador de la paz
divina, la paz que brota en el alma cuando el alma posee al Amor de los amores,
Cristo Jesús en la Eucaristía. Amén.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman. Amén” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios
del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a
Nuestra Señora de los Ángeles”.
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