Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la profanación de un templo católico por parte de un grupo de brujos practicantes
de una variante del satanismo llamado “candomblé”. Para conocer mayores
detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=WTNGtgg5Cu0
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Afirma
un autor que la fe es como una antorcha en medio de la oscuridad, que permite
al alma devota perseverar en la fe, en la gracia y en las obras de
misericordia: “El alma devota en medio de las tinieblas de este mundo, para no
tropezar y dar de ojos y para hallar la preciosa joya de la perseverancia,
encienda la antorcha de la fe, actuándose siempre en sus verdades y examinando
a su luz todas las cosas y hallará que a lo que al parecer del mundo es malo y
detestable, no es sino bueno y deseable y al contrario, todo lo que el mundo
ama, busca y alaba, es lo que debemos huir como pernicioso y malo”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
De
la misma manera que la oscuridad puede ocultar a un hombre de gran importancia
social y confundirlo con un lacayo, confusión que se evita con la luz de una
linterna, así también si se mira el mundo con los anteojos de la pobreza, de la
humildad, de la obediencia a la Ley de Dios o de los trabajos pasados por
Cristo, pasarán por cosa desechable y abominable, pero aplicando la linterna de
la fe, se hallará allí grandes tesoros espirituales y si se mira la grandeza y
honra mundana con la luz de la fe, no se hallará en ellos más que humo, vanidad
y mentira[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
La
luz de la Santa Fe Católica se ha usar en las tinieblas de esta vida,
procurando siempre tenerla a mano, para que su luz llegue reconocer y examinar cuantos
pensamientos, por mínimos que sean, se nos presenten. Si se presenta un
pensamiento de soberbia, con la luz de la fe seremos capaces de conocer el
engaño y la vanidad de la soberbia y cuánto oprobio merecemos por nuestros
pecados, además de considerar a la soberbia, junto con la gloria del mundo,
como basura y estiércol.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Si
llega un pensamiento de deleite o de riquezas, la luz de la fe nos hace ver que
dichos pensamientos no son sino inmundicia y suciedad y que “toda carne es heno”
y que las riquezas y bienes temporales de esta vida son más bien espinas que
punzan y hieren[3]
antes que bienes que satisfacen y que además nos alejan de la Pureza Increada que
es Cristo y también de la verdadera pobreza, la Pobreza de la Cruz.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Si
por el contrario nos llegan el menosprecio, o la tribulación, o un trabajo, se
aplica la luz de la fe y con ella se puede ver claramente que es gran
bienaventuranza el ser menospreciado y olvidado de los hombres y que la cruz y
el trabajo son los medios y el camino que conduce al Cielo, porque se trata del
Via Crucis, el Camino Real de la Cruz. Viendo esto con los ojos de la
fe, no deja uno de perder la ocasión del trabajo, sino más bien, que se lo recibe
con los brazos abiertos[4], como abiertos tiene los
brazos Cristo en la Cruz, por nuestra salvación.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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