miércoles, 14 de abril de 2021

Hora Santa en reparación por profanación de Catedral en Austria con baile indecoroso 100421

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la Catedral de Austria, en la que se llevó a cabo un baile –ya en sí mismo es una profanación- en el que las bailarinas estaban vestidas indecorosamente. Todo fue llevado a cabo con la aprobación explícita del Cardenal Schönborn. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://religionlavozlibre.blogspot.com/2021/04/schonborn-profana-la-catedral-con-baile.html

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Sucede con frecuencia que muchos católicos tienen su fe “dormida” o “racionalizada”, porque no creen en la divinidad de Cristo ni en su Presencia Personal en la Eucaristía. Sucede también con frecuencia que esta fe “despierta” cuando se produce algún suceso penoso, como la aparición de una enfermedad propia, o la muerte de un ser querido, o con la pérdida de bienes materiales, o cualquier otro suceso de este tipo. Es entonces cuando la fe se despierta, al ser iluminada por la gracia, quitando la máscara que ocultan los vanos placeres del mundo y hace despertar el fuego del Divino Amor, que lleva al alma a despreciar al mundo y a desear el Reino de Dios[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Ahora bien, no es necesario esperar tan duros golpes existenciales para avivar la fe católica que recibimos el día de nuestro Bautismo sacramental: debemos, por el contrario, día a día, meditar y contemplar las verdades eternas que nos comunica nuestra santa fe católica[2]. Si esto hacemos, es decir, si meditamos, iluminados por la gracia, los santos misterios de nuestra fe católica, entonces esperaremos confiados y serenos nuestras postrimerías, confiados en que, por la Misericordia Divina, habremos de salvar nuestras almas.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Nuestro Señor Jesucristo comparó a la fe –la fe católica recibida en el Bautismo sacramental- con una semilla de mostaza, porque aunque tiene gran eficacia, no muestra esta eficacia cuando el grano está entero, sino cuando es molido y deshecho; al ser masticado por los dientes, el grano de mostaza libera toda su substancia y sabor y así es la fe, porque si sus verdades no se advierten, y si no se mastican con los dientes de la contemplación y meditación, no se enciende en el alma el amor de lo eterno, ni punzan al corazón sus pecados gravísimos ni derrama lágrimas por ellos[3]. Es necesario entonces desmenuzar ese grano de mostaza que es la fe, para tener gusto de las realidades eternas.

 Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Un medicamento, aunque en sí mismo sea excelente para determinada enfermedad, si no se lo aplica, no ejerce sus benéficos efectos y así sucede con las verdades eternas que nos enseña nuestra fe católica: son todos medicamentos eficacísimos para la salud del alma, pero es necesario aplicarlas, es decir, es necesario meditar en ellas, contemplarlas a la luz de la gracia y luego poner por práctica lo que estas verdades nos dicen, como el cargar la Cruz de cada día o amar a los enemigos, por ejemplo[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

En rigor de verdad, cualquier elemento que sea útil y provechoso, si no se usa y se dispone como corresponde, no se puede sacar ningún provecho, aunque dicho elemento sea muy bueno en sí mismo. El ejemplo que da Nuestro Señor en el Evangelio, viene a colación: la luz debajo del celemín no alumbrará, como también es cierto que las riquezas –el oro, la plata- no calman el hambre en sí mismas, porque no son comestibles y la espada, por aguda y filosa que sea, si está metida en su vaina, no corta. Por esta razón es que dice San Pablo que la Palabra de Dios es como una espada “viva y eficaz”, porque si se usa bien de ella, penetrará en nuestro corazón[5] y encenderá en él el Fuego del Divino Amor.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 475.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 475.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 475.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 476.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 476.

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