sábado, 10 de abril de 2021

Hora Santa en reparación por baile sacrílego Jerusalama en iglesia austríaca 060421

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Santa Misa ocurrida en una iglesia austríaca, por obra de un sacerdote, el cual ingresó en el templo parroquial encabezando un baile sacrílego. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://tirol.orf.at/stories/3098047/

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         La fe verdaderamente católica, la fe que nos enseña que Jesucristo no es un hombre santo, ni un profeta, sino Dios Tres veces Santo, el Hijo Eterno del Padre, encarnado en una naturaleza humana, la naturaleza humana de Jesús de Nazareth, esa fe, que es verdaderamente católica, nos ayuda al mismo tiempo a hacer aprecio de la gracia santificante[1], porque nos hace comprender que la gracia, que se nos comunica ordinariamente a través de los sacramentos, nos hace partícipes de la Vida divina de la Santísima Trinidad.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Es la fe verdaderamente católica, la que nos enseña que Cristo es Dios, la que nos hace apreciar la gracia en su justa medida: nos hace apreciar la Sangre Preciosísima del Salvador, derramada por nuestra salvación en el Calvario; nos hace dimensionar la gravedad inimaginable del pecado –sobre todo el pecado mortal-, que puede arrojar al alma al Abismo del Infierno, en donde se pierde toda esperanza, en donde no hay Redención, en donde el tiempo de la Misericordia ha finalizado para dar paso al tiempo de la Ira y de la Justicia Divina, para siempre, para siempre.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Es la fe verdaderamente católica, la que nos enseña que sólo por la Muerte de Jesucristo en la Cruz se perdonan nuestros pecados, se nos abren las puertas del Cielo y se nos concede la filiación divina, la que nos hace apreciar la pena infinita que el pecado mortal del impenitente merece; sólo esta fe nos hace obrar con amor a Dios y con temor del Día del Juicio Final, sabiendo la suerte de eterna condena que espera a quienes mueren en abierta rebelión contra Dios y su Mesías, que es la Misericordia Divina encarnada.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         Es la fe verdaderamente católica, la que nos enseña que Jesucristo, que es Dios y que murió en la Cruz y resucitó está, vivo y glorioso, con su Cuerpo resucitado, en el Santísimo Sacramento del altar, la Sagrada Eucaristía; sólo esta fe, nos lleva a amar con todo el ser a Dios Uno y Trino, por ser Él quien Es, la Bondad Increada, el Amor Eterno y la Misericordia Divina; nos lleva a amar a Dios Trinidad por estar en Él todas las perfecciones, todas las virtudes, todos los atributos, en grado supremo y perfectísimo, infinito y eterno[2]; es esta fe la que nos lleva a desear imitar a Dios Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo, recibiendo las gracias necesarias para hacerlo, de  manos de la Madre de Dios, María Santísima.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Si no hay una fe verdaderamente católica, que nos enseñe que Cristo es Dios y está Presente en Persona en la Eucaristía y que para ganar el Cielo debemos obrar la misericordia para con el prójimo, en su lugar se coloca una fe muerta, vacía de obras, carente de amor, incapaz de mover a la voluntad al Divino Amor y al intelecto a la Divina Sabiduría y así el hombre transcurre sus días en la tierra sin saber que está destinado, no a la tierra, sino al Reino de los cielos, al seno del Eterno Padre. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que tu Hijo encienda en nosotros la llama de la verdadera fe, para que por ella obremos la misericordia y por la gracia seamos salvados!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla, s. d., 474.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 474.

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