domingo, 2 de febrero de 2020

Hora Santa en reparación por las comuniones eucarísticas sacrílegas 010120



          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el Santo Rosario meditado en reparación por las comuniones sacrílegas que, a sabiendas o no, se llevan a cabo en todas partes del mundo.

          Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

          Con la Presencia Real, Jesús está en nuestros sagrarios, distribuidos a lo largo de todo el mundo. El mismo Jesús, llevado por la Inmaculada en su seno virginal, está encerrado en el pequeño interior de una Hostia blanca. El mismo Jesús que fue flagelado, coronado de espinas y crucificado como víctima por los pecados del mundo, está en el copón como Hostia inmaculada para nuestra salvación y santificación. El mismo Jesús que resucitó de la muerte y ascendió al cielo donde ahora reina glorioso a la diestra del Padre, está en nuestros altares rodeado de una infinita multitud de ángeles adorantes, tal como pudo contemplarlo en una visión Santa Ángela de Foligno.

          Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

          Jesús está por lo tanto verdaderamente entre nosotros, y por eso recibe el nombre de Emanuel, Dios con nosotros. San Pedro Julián Eymard exclamaba arrebatado: “¡Jesús está allí! Por tanto, ¡todos con Él!”. Y Santa Teresa de Jesús cuando oía que alguien decía: “Si hubiese vivido en el tiempo de Jesús; si hubiese hablado con Jesús; si hubiese visto a Jesús”, respondía vivamente: “Pero Jesús, ¿no está presente, vivo, verdadera y realmente en la Eucaristía? ¿Por qué buscar a otro?”.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

          Con relación a la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía, San Alfonso María de Ligorio añade: “Los soberanos de la tierra no siempre, ni fácilmente, conceden audiencias; en cambio, el Rey del Cielo, oculto bajo el velo eucarístico, está pronto a recibir a cada uno”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos dejemos pasar esta posibilidad de acudir al Rey de reyes cada vez que lo queramos!

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

          Cuando querían buscar a Jesús, los santos no perdían el tiempo, porque sabían bien dónde estaba Jesús y no deseaban más que estar con Él, con el cuerpo y el espíritu, adorando inseparablemente. Estar siempre con quien se ama, ¿no es acaso una exigencia primaria del amor verdadero? Por eso, sabemos que las Visitas al Santísimo y la Bendición Eucarística eran el anhelo secreto y manifiesto de los santos.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

          El tiempo de la Visita a Jesús es un tiempo todo de amor, que encontraremos en el Cielo, porque sólo el “amor dura para siempre” (1 Cor 13, 8). No se equivocaba Santa Catalina de Génova al decir: “El tiempo pasado delante del Sagrario es el tiempo mejor empleado de la vida”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, no permitas que las vanas atracciones del mundo nos separen del encuentro con Jesús en el sagrario y en la Eucaristía!

          Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

          Canción de despedida: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.


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