jueves, 2 de enero de 2020

Hora Santa en reparación por ofensa contra la Cruz en Turquía 020120


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Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ofensa contra la Cruz cometida en Turquía: se fabrican ex profeso zapatos en cuyas suelas se dibuja la Santa Cruz, para así poder pisarla continuamente. Para mayor información, se puede consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Cuando un pecador abandona el pecado para comenzar a vivir la vida de la gracia, los ángeles del cielo se alegran y una razón es “porque ven lo mucho que el mismo Dios se huelga en este caso, tal como lo significó Cristo en sus parábolas, como en la que se compara a Sí mismo con un pastor que, habiendo perdido una oveja, luego de buscarla con diligencia y encontrarla, la carga sobre sus hombros y al llegar a su casa llama a sus amigos y les dice: “Alégrense conmigo, porque hallé mi oveja que se me había perdido”. El mismo Señor dice que “de esta manera habrá gozo en el cielo por un pecador que se convierta”[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         El gozo que hay en el cielo por un pecador convertido se puede ver en otra parábola, en la que se compara este contento de Cristo al que puede tener una pobre mujer que, después de haber revisado toda la casa, encontró la dracma que se había perdido y de la que tenía gran necesidad: al encontrarla, llamó a sus amigas y vecinas y les dijo que se alegrasen con ella porque había hallado la dracma tan deseada: así, dice Cristo, será grande el regocijo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se convierta[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.  

Meditación.

         Hay que considerar, entre otras cosas, las ansias con que Dios desea tengamos de su gracia, pues nos busca para dárnosla con tan gran deseo, como si le hiciésemos mucha falta[3] –que en realidad no le hacemos ninguna falta-. Debemos considerar qué grande es la estima que hace Dios de este don divino, pues para darnos la gracia es que cumplió su misterio pascual de muerte y resurrección en la Persona del Hijo.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Ahora bien, de igual manera debemos reflexionar en lo siguiente: si Dios tanto estima y desea y tanto se fatiga en el Camino Real de la Cruz y en la cima del Monte Calvario para darnos la gracia, ¿por qué no la procuramos y deseamos con toda nuestra alma y vida? ¿Por qué no deseamos la gracia más que cualquier bien pasajero de esta tierra? ¿Por qué, por el contrario, nos desvivimos por lo que no es, para dejar pasar lo que nos hace partícipes de la vida divina, la gracia santificante? Jesús, el Hombre-Dios, murió en la Cruz para darnos la gracia: nosotros, por recibirla, ¿por qué ni siquiera nos mortificamos?[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Dios tenía grandes deseos de darnos la gracia y hasta tal punto, que dio su vida en la Cruz para dárnosla y sólo así tuvo contento su Sagrado Corazón. Por esta razón, debemos alabar, glorificar, adorar a nuestro Dios, que por su gran bondad se goza en el hombre que aprovecha su gracia y por esto es bendito, aunque también es verdad que es maldito el hombre que no la aprovecha y la desprecia[5]. Dios, en su beatitud, se alegra de nuestra gracia; el hombre, estando en riesgo de eterna condenación, ¿cómo puede alegrarse por otra cosa sino es la posesión de la gracia y la esperanza de la gloria divina?

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 320.
[2] Cfr. Lc 15, 8-10.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 320.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 320.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 321.

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