miércoles, 11 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por quema de puerta de iglesia en Lyon, Francia 0912119



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la quema de la puerta de una iglesia en Lyon, Francia. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         La causa de todo mal cuanto hay en la tierra es el pecado, pues el pecado es el mal de los males y por él se causa todo mal[1]. Un solo pecado cometido por nuestros padres, bastó para derramar sobre el mundo y la humanidad entera una cantidad incontable de calamidades, corrupción, desgracias, enfermedades, dolencias, latrocinios, violencias y desdichas, porque cuanta ha habido y habrá desde que Adán pecó hasta que se acaben los hombres, todos nacen en el mismo veneno.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Cuantos pecados hay en el mundo, todos son efectos de un mismo pecado, el pecado original, porque no se puede decir de esta pestilencia, sino que es la causa de tantas penas y culpas[2]. Pues aunque son tan sin número las penas de la vida, son más las culpas y todas, penas y culpas, brotaron del pecado. Un solo pecado cometido por nuestros padres en el Paraíso, bastó para que se derramaran sobre el mundo y la humanidad una avalancha incontenible de males y esto es para ponderar de cuánto mal sea el pecado.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.  

Meditación.

         No hay monstruo más horrendo que el pecado, ni el demonio tiene otra deformidad sino la que el pecado le concedió[3]. El alma debe temblar de sólo pensar que pueda pecar, pues con el pecado se le quita la gracia y se le viene encima toda clase de incontables males, unos peores que otros. Quien ama a su alma, la guardará de todo pecado y hará todo lo que esté a su alcance para mantenerse fuera de esta pestilencia. Demostraría no estar en sus sanos cabales quien, sabiendo todo lo que el pecado le trae, no dudaría así mismo en pecar y continuar pecando.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

A éste monstruo tan grande y fuerte que es el pecado, hay sólo una forma de vencerlo y destruirlo y es por la gracia[4]. Este enemigo es fortísimo, pero todavía es más fuerte la gracia que lo destruye y prevalece sobre él. Ambos actúan de forma contraria: mientras el pecado mata al hombre, la gracia lo vivifica. Mientras el pecado lo deforma, la gracia lo hermosea. Con razón dijo David de sus pecados, que “como peso muy grave se habían agravado sobre él”. Así sucede con el pecador, que se sacude de encima el yugo suave del Redentor, la Santa Cruz y se pone en cambio el peso del pecado: mientras el yugo del Redentor lo alivia porque le quita los pecados, el pecado sólo aumenta el peso de sus maldades.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         La gracia es tan poderosa, que destruye esta inmensa calamidad que es el pecado, y lo hace tan fácilmente como la espuma se deshace por un soplo[5]. La gracia levanta al hombre caído; la gracia resucita al que estaba mortalmente separado de Dios por el pecado; la gracia alivia al que estaba oprimido. Todo esto puede la gracia, por ser santidad de Dios que se derrama sobre la creatura, con la cual se hace agradable a Dios aquel quien la tiene. La gracia arrasa con los pecados mortales con los que se encuentra, porque quita todos los males con la potencia de Dios.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 298.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 298.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 299.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 299.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 299.

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