miércoles, 20 de noviembre de 2019

Hora Santa en reparación por profanación de ermita en Zaragoza, España 151119



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una ermita en Zaragoza, España. Para mayor información acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con la gracia se infunden virtudes sobrenaturales que capacitan al alma para obrar obras sobrenaturales, es decir, para obrar obras que no puede, de ninguna manera, obrar con las virtudes naturales[1]. Por esta razón, las virtudes sobrenaturales deben ser de mucha mayor estima que las naturales, porque capacitan al alma con un obrar que las hace partícipes del obrar de Dios.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Si el alma pierde la gracia, pierde también las virtudes que con ella le habían sido infusas, perdiendo también toda capacidad de obrar sobrenatural y meritoriamente para el cielo. Si se pierden las virtudes adquiridas –es decir, las naturales-, solo se pierde la facilidad de obrar virtuosamente, pero le queda al alma la facultad de sus potencias naturales para poderlo hacer; pero al perder las virtudes infusas, se queda sin facilidad y sin facultad de obrar sobrenaturalmente los actos que le podían merecer el cielo y que sólo por ellas podía obrar[2]. Que por la intercesión de María Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, seamos siempre capaces de obrar según obran los hijos de Dios y no según los hijos de las tinieblas.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Los filósofos afirman que las virtudes naturales son más valiosas que todas las riquezas de la tierra, por el hecho de que por ellas se obra según la razón; si esto es así, ¿cuánto se deben estimar la gracia y las virtudes que nos trae, que nos capacitan para obrar según obra un hijo de Dios?[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca perdamos la facultad de obrar según obran los hijos de Dios!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         En el Evangelio hay ejemplos, de San Pedro y de Nuestro Señor, de sanación de paralíticos que antes no podían caminar y que luego del obrar milagroso, lo pudieron hacer[4]. Ahora bien, si esto sucede en el plano corpóreo –el recibir el cuerpo por la gracia la facultad de obrar lo que antes no podía-, sucede con mucha mayor intensidad en el plano espiritual, pues la gracia concede al alma fuerzas espirituales mayores que las corporales, por lo que debemos estar siempre agradecidos, al recibir una gracia, porque este don es mayor que el ser curados de una afección corporal.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Además de las virtudes sobrenaturales, la gracia trae al alma los dones del Espíritu Santo, que son “hábitos más excelentes y divinos que las virtudes infusas y sobrenaturales”[5]. Así lo enseñan grandes santos como Santo Tomás y San Buenaventura. Con estos dones, queda el alma “más rica y hermosa y más fortalecida y con más perfectas propiedades y todo debido a la perfección de la gracia”. Debemos meditar con frecuencia en cuánto recibimos con la gracia –virtudes sobrenaturales y dones del Espíritu Santo- para no abandonar nunca el estado de gracia por las bajas y viles atracciones del pecado, que nos priva de todo lo que la gracia nos concede.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 284.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 285.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 285.
[4] Cfr. Nieremberg, o. c., 285.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 286.

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