martes, 19 de noviembre de 2019

Hora Santa en reparación por la profanación de la Iglesia Catedral de Managua, Nicaragua 191119


   

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la Iglesia Catedral de Managua, en Nicaragua, por parte de manifestantes de izquierda. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

No sabe el pecador lo que pierde con la gracia, porque no sabe tal vez lo que con la gracia gana. Cuando el alma peca, es como si perdiera todas sus fuerzas; es análogo a como si el cuerpo quedara exánime, sin vida, sin alma, sin fortaleza; el pecar es como si al cuerpo le arrancaron las extremidades, porque con la gracia –perdida por el pecado- se infunden al alma las virtudes sobrenaturales, que son como los miembros del cuerpo, con los cuales éste obra, quedándose así el alma pecadora sin posibilidades ni fuerzas para hacer obras divinas, meritorias para el cielo[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         El hombre que peca se convierte en un ser vil, porque voluntariamente quiere cortarse y perder a sí mismo los brazos y fuerzas sobrenaturales que la gracia concede y en esto no interviene más que su voluntad torcida, que deliberadamente quiere pecar y así alejarse de la gracia[2]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que Dios nos dé luz para entender que sin la gracia nada podemos obrar para el cielo, porque al perder la gracia perdemos la amistad con Dios y la vida del alma que a Dios debíamos dar!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         El que está en gracia no sólo ha de procurar custodiar los tesoros de virtudes que con ella posee, sino que debe procurar lograrlos[3]. No se debe contentar con su guarda, con el solo tenerlos, sino que debe hacer uso de ellos, porque así como es culpable por perderlos, del mismo modo no será digno de alabanza si no los usa. Mucho cuidado debe tener el hombre en gracia de no ser llamado “siervo inicuo e injusto”, como llamó Nuestro Señor a quien enterró su talento de oro, es decir, a quien no hizo uso de la gracia y sus tesoros.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

El que está en gracia tiene grandes fuerzas para obrar grandes obras sobrenaturales y por eso mismo no debe estar ocioso ni debe ocultar sus talentos; antes bien, que obre como hijo de Dios y lo trate como a Padre cariñoso y bondadoso, que eso es y haga por la gracia muchos servicios y muchas obras buenas, de modo que alcance méritos para ir al cielo luego de la cárcel de duros hierros que es esta vida[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         El que está en gracia, es ciudadano del cielo y por eso su conversación ha de ser conversación del cielo y su obrar ya no debe ser obrar terreno, sino obrar del cielo y tanto es así, que debe obrar como si obraran los mismos ángeles y en esto nos dan ejemplos los santos de todos los tiempos, que cuando obraron, obraron obras de misericordia y caridad, obras de ángeles, obras de Dios. El que está en gracia debe mirarse a sí mismo como ciudadano del Reino de Dios, que vive en esta tierra y en este tiempo y en este mundo, pero pertenece a la divina eternidad; debe mirarse a sí mismo como integrante de la real corte divina de los justos del cielo y obrar en consecuencia. Quien está en gracia, que se esfuerce por obrar toda virtud, que ninguna virtud le sea ajena, empezando por la caridad, que es el alma de toda virtud. Quien está en gracia, obre heroica y sobrenaturalmente, por el fin superior del Reino de Dios, y conforme a la dignidad de su estado, obre con perfección y limpieza de alma, con prontitud y solicitud[5].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Te vengo a pedir, oh Madre de Dios”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 283.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 283.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 283.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 284.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 284.

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