Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en
reparación y desagravio por la ofensa cometida contra Nuestra Señora de
Guadalupe, al ser pintadas imágenes suyas con los colores LGBT. La información
pertinente a este lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
La gracia causa en las almas una hermosura superior incluso
a la angelical[1].
El amor de Dios para con las almas que están en gracia es activo y eficaz, no
pasa inadvertido ni sin obrar nada en ellas y esto se demuestra en que provoca
en las almas una hermosura superior a la de los ángeles más hermosos. ¡Cuántos
en el mundo se desviven por tratar el cuerpo para hacerlo parecer más bello,
cuando la gracia que Dios da a las almas deja hace suspirar de amor a los
ángeles!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Amar es desear y querer el bien al que se ama, según la
definición de los santos y la voluntad de Dios, que ama necesariamente, hace que
aquella alma a la que ame le siga siempre un gran bien, imposible de conseguir
en la tierra, y es la hermosura del alma. Santo Tomás[2]
advierte la diferencia entre el amor creado y el increado: cuando una creatura
ama a otra, presupone en ella alguna bondad, pero no la causa, pero cuando Dios
ama, Él mismo causa esta bondad, que, entre otras cosas, es la suma hermosura
del alma. Cuando Dios ama a un alma en gracia, la reviste de su hermosura,
podemos decir así.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Otra diferencia entre el amor creado y el increado es que
los hombres aman la hermosura que ven, mientras que Dios ama la hermosura que
Él mismo crea en el alma y a los que están en gracia los ama tan tierna y
finísimamente, que pone en el alma y en el corazón del que ama una hermosura
incomparable, que hace que el alma sea más hermosa que los más hermosos
ángeles. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que nunca cometamos el error de preferir el pecado a la gracia, la
cual embellece las almas con una hermosura superior a la de los ángeles!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Que la gracia convierta al alma pecadora en un alma
hermosísima es un milagro de la gracia. Dice San Agustín[3]: “La
naturaleza, cuando es justificada por la gracia de su Creador, de un rostro
deforme pasa a tener una hermosura hermosísima”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que siempre tengamos gran aprecio
por la gracia, que hermosea nuestras almas con la hermosura misma de Dios!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Según narran algunos autores santos[4],
un hombre cometió un adulterio y al regresar a su casa, presentaba un aspecto
tan horrible, que su esposa y sus conocidos huyeron de él; se dio cuenta que
era a causa del pecado que había cometido y se fue a confesar, luego de lo cual
regresó a su primigenio aspecto agradable. Esto que sucede en lo exterior, con
mucha mayor razón sucede en el interior, en el alma: el pecado provoca una
fealdad tan extrema, que asemeja al alma a los demonios, mientras que la gracia
recibida en la confesión lo asemeja a los ángeles de Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que siempre detestemos el pecado
con todas nuestras fuerzas, puesto que asemeja nuestras almas a los demonios
del infierno!
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 204.
[2] 1, 2, q. 11. a. 1.
[3] Lib. 15, De Trinit., Cap. 6.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 205.
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