Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por un doble sacrilegio: el asesinato
de un consagrado, un sacerdote y de cinco fieles, y además la profanación de la
Santa Misa, pues el atentado criminal ocurrió al inicio de la misma. La información
relativa a tan triste episodio se encuentra en los siguientes enlaces:
https://live.elmundo.sv/seis-muertos-en-atentado-contra-iglesia-catolica-en-burkina-faso/?fbclid=IwAR0NuWTlOfB87W9sytBM3fyuN8-RCfKS7RUed5MD2wUdnepXWKqrVnLKCok
Canto
inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Si estuviéramos pasando, en algún momento de la vida,
alguna circunstancia difícil, en la cual necesitaríamos la ayuda de un
potentado, o de alguien con mucho poder e influencia y por si acaso, se nos
diera la posibilidad de acceder a él, ¿acaso no dejaríamos todo lo que estamos
haciendo, para acudir a una entrevista con dicho potentado, deseosos y seguros
de que atenderá nuestra petición? Pues bien, los católicos tenemos, a nuestra
disposición, a Alguien que es infinitamente más poderoso que el más poderoso de
los hombres y lo tenemos todo para nosotros y ése es Jesucristo, Nuestro Dios y
Señor, que está en el sagrario, día y noche, todo para nosotros, todo para
todos y cada uno de nosotros, todo para mí. ¿Por qué no acudimos a Él en momentos
de tribulación, para que nos consuele y en momentos de alegría, para darle
gracias?
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Una de las condiciones que denota la miseria del estado
humano sobre esta tierra, llamada “valle de lágrimas”, es su condición de
padecer muchas cosas, entre otras, el hambre. En efecto, el hambre forma parte
de nuestra condición de peregrinos y viadores, es uno de los efectos del pecado
original. Padecerla es un gran sufrimiento y se llega a constituir en una
verdadera tortura cuando no hay nada para comer. En el plano espiritual pasa lo
mismo: también tenemos hambre: hambre de Verdad, de Justicia, de Amor, de
Misericordia, de Paz, de Alegría, lo cual, en definitiva, es hambre de Dios. El
hambre corporal se sacia con alimentos materiales, como por ejemplo, el pan. El
hambre espiritual, que es hambre de Dios, no se sacia con el alimento terreno,
ni tampoco con cualquier espiritualidad. El hambre de Dios se sacia con un solo
alimento: el Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada Eucaristía.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
Si tenemos hambre espiritual, hambre de Dios, no debemos
buscar saciarla en ningún otro lugar que no sea en el verdadero y único Pan
Vivo bajado del cielo, la Eucaristía. Jesús está en el sagrario para que nos
saciemos de Él, para que, saciándonos Él con Él mismo, nos conceda la vida sobrenatural[1]; Él es alimento
sobrenatural de nuestra alma, que extra-colma el hambre y la sed que de Dios
tenemos, ya que Él mismo lo dice en el Evangelio: “El que coma mi carne no
tendrá hambre y el que beba mi Sangre no morirá”. También dice: “Mi Carne es
verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida (Jn 6, 55) y es por esto que quien se alimente de la Eucaristía verá
saciada su hambre y sed de Dios para siempre, en esta vida y en la otra.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Muchos
de nuestros prójimos, que también experimentan sed de espiritualidad y de Dios
como nosotros, no saben lo que nosotros sabemos, que esa sed y ese hambre se
satisfacen sólo con el Verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía. Y es así
como estos prójimos nuestros acuden a las espiritualidades que no sacian ni
satisfacen, las espiritualidades gnósticas y falsas de la Nueva Era, sin darse
cuenta de que haciendo esto, quedan con más hambre y sed de Dios que antes de
acudir a estas falsas espiritualidades orientales. Sin embargo, es el propio
Jesucristo quien advierte que sólo la Eucaristía sacia el hambre y la sed de
Dios, ya que Él dice: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
Sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn
6, 54), lo cual quiere decir perecer de hambre y de sed de Dios.
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Los santos eran quienes mejor entendían esta verdad: que
para mantener sano el organismo sobrenatural, hay que alimentarlo y que el
único alimento verdadero es la Eucaristía, el “Pan de Vida” (Jn 6, 35), el “Pan
bajado del cielo” (Jn 6, 58), el Pan celestial que alimenta con la vida y la
substancia de Dios Trino y que por lo tanto, da, renueva, conserva y acrecienta
las energías espirituales del alma. San Pedro Julián Eymard dice: “La comunión
es tan necesaria para nosotros para sostener nuestra vida cristiana como es
necesaria a los Ángeles la visión de Dios para mantener su vida gloriosa”. Y San
Agustín, consciente de todo esto, decía: “Vamos a la Vida”, lo cual nosotros podemos
parafrasear y decir: “Vamos a la Eucaristía”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
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