miércoles, 29 de agosto de 2018

Hora Santa en reparación por ultraje a la Virgen en Universidad de Córdoba en Argentina 280818



El triste momento en el que unos irreverentes estudiantes retiran la imagen de la Virgen que estaba ubicada en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, el pasado 28 de Agosto de 2018.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ultraje cometido contra la Virgen en la Universidad de Córdoba, en Argentina: un grupo de estudiantes, con total irreverencia, sacaron de su sitial una imagen de la Madre de Dios que allí se encontraba. La información relativa al lamentable hecho se puede encontrar en el siguiente enlace:


         Pediremos por la conversión de quienes cometieron esta ofensa a la Virgen, como así también por la conversión propia, la de nuestros seres queridos y la del mundo entero.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

En un mundo caracterizado por el materialismo y el hedonismo, Jesús nos dona la Santa Cruz, como luz para el espíritu y como medio de purificación ya desde la tierra. El materialismo, el hedonismo o búsqueda de satisfacer los deseos carnales y sensuales, no solo asfixia al espíritu, sino que lo cubre además con una densa capa de oscuridad. Las almas que niegan a Dios y se dedican a satisfacción de sus pasiones, viven “en oscuridad y sombras de muerte”, porque por allí no se encuentra Dios ni tampoco el camino que conduce a Dios. Es por esto que la tribulación de la Cruz es un gran don del Cielo, desde el momento en que es de Cristo crucificado de donde se desprende una intensísima luz divina que envuelve al alma, tanto más, cuanto más cerca el alma se encuentra de la Cruz. Acercarnos a la Cruz, postrarnos ante Jesús crucificado, besar las llagas ensangrentadas de sus pies, es una gracia de inestimable valor, por cuanto nos sustrae de las tinieblas y nos envuelve en la luz y la Vida de Dios Trino.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Sin la luz de la gracia santificante, el alma queda sumergida en  tinieblas espirituales que se manifiestan en dos direcciones: materialismo, entendido como cosmovisión que niega la existencia de Dios y la trascendencia del hombre hacia la vida eterna, y la ausencia de caridad o de amor sobrenatural, tanto a Dios como a los demás hombres, pudiendo llegar, en casos extremos, al odio. El ser humano sólo puede salir de esta oscuridad en la que se ve envuelto, si es iluminado por la luz de Cristo, que brota refulgente desde la Cruz. De lo contrario, no hay forma de que el alma encuentre ni siquiera un mínimo resquicio de luz divina. De ahí la enorme importancia de la Cruz, de la necesidad literalmente vital de la Cruz, porque sin la luz que brota de la Cruz, el alma se queda a oscuras y en “sombras de muerte”, porque no tiene la Vida divina que la luz de la Cruz le otorga.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Cruz –el dolor- que es don de Dios conduce a Dios por la razón de que es don de Dios, un don cuyo objetivo es el retorno del alma a su Creador; los dolores que los hombres se provocan entre sí no conducen a Dios porque no se originan en Él ni tienen por objetivo conducir a Él. Cuando Dios da un dolor, si ese dolor se acepta y se abraza la Cruz, ese dolor se convierte en luz que ilumina al alma con la divina sabiduría. Si el dolor no se acepta, el alma permanece en la oscuridad, porque le falta la respuesta al don del dolor, que es abrazar la Cruz. Hasta tanto no se abrace la Cruz con amor, el dolor donado por Dios no puede iluminar al alma, porque esta permanece voluntariamente en la oscuridad, al no abrazar la Cruz.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Cuando Dios da el don de la Cruz, su objetivo es que la luz de la Cruz ilumine al alma que ha recibido el don. Si el alma abraza la Cruz, ese objetivo se cumple, porque el alma es iluminada por la luz de la Cruz. Una vez que el alma es iluminada por la Cruz, deja de estar en las tinieblas y comienza a ser ella misma partícipe de la divina luz. Es decir, está en condiciones de iluminar a las demás almas que viven “en tinieblas y en sombras de muerte”. Entonces, el abrazar la Cruz, luego de recibido el don del dolor, tiene por efecto no solo la iluminación del alma en particular, sino también la iluminación de otras almas que serán alumbradas por la luz divina que inhabita en el alma en gracia. Abrazar la Cruz tiene por lo tanto un efecto multiplicador de la luz: no solo el alma que recibió el don del dolor es iluminada, sino también muchas almas que a partir de entonces reciben la luz divina por intermedio del alma en gracia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El hombre ha sido creado por Dios Trino para ser bienaventurado. Pero esa bienaventuranza no comienza sino cuando el alma, una recibido el don del dolor, abraza la Cruz, porque es ahí cuando recibe la iluminación que viene de lo alto. Con la luz de la Cruz viene la Vida divina, porque Dios es luz y comunica de su Vida divina a quien ilumina y a su vez, con la luz y la vida, viene la Alegría, la verdadera alegría, la alegría que brota del Ser divino trinitario como de una fuente inagotable, por cuanto Dios es “Alegría infinita”, como dicen los santos[1]. Y en esa Alegría donada desde la Cruz, el alma encuentra la paz y la bienaventuranza y, con la bienaventuranza, alcanza el fin para el cual fue creada, el ser feliz, el ser bienaventurada. Una vez que alma sacia su sed de felicidad en la Cruz, ya nada más desea, sino quedar eternamente abrazada a la Cruz. La bienaventuranza eterna del hombre comienza ya en esta vida, por medio de la Cruz, porque en la Cruz se dona al alma Dios Trino y Dios Trino es, en sí mismo, Alegría infinita.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Santa Teresa de los Andes.

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