viernes, 10 de febrero de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje al Altar del Sacrificio Eucarístico en Alemania 200117


Altar Eucarístico en el momento en el que es profanado por
el pseudo-artista Alexander Karle en la 
Basílica San Juan en Saarbrücken, Alemania,
en febrero de 2016.


Inicio: Ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ultraje cometido contra el Altar Eucarístico en Alemania por parte de un “pseudo-artista”. La información pertinente acerca del lamentable hecho se encuentra en las siguientes direcciones electrónicas:
http://www.elmundo.es/sociedad/2017/01/24/58874d7ae5fdeac52c8b45f9.html  ; https://www.youtube.com/watch?v=0RpNWhBTYII Cabe destacar que el susodicho pseudo-actor cumplió su ridícula “performance” –consistente en hacer flexiones de brazo sobre el Altar Eucarístico- no solitariamente, sino delante de la presencia de algunos fieles, ninguno de los cuales atinó a decir ni una sola palabra.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

El Altar Eucarístico es el lugar sagrado por excelencia, pues en él se renueva, cada vez, en la Santa Misa, por el poder del Espíritu Santo, el Santo Sacrificio de la Cruz, sólo que de modo incruento y sacramental. En el Altar Eucarístico sucede, de modo invisible, que escapa a la percepción de los sentidos, pero también de un modo supra-racional, que supera la capacidad de la razón humana, el misterio sobrenatural absoluto, obrado por la Trinidad, misterio por el cual las substancias inertes del pan y del vino se convierten en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Junto al Sagrario, que alberga y custodia el Cuerpo de Cristo ya consagrado, el Altar Eucarístico es el lugar más sagrado del Templo de Dios, pues en Él se lleva a cabo la confección del Sacramento del Amor, la Sagrada Eucaristía. El Altar Eucarístico se convierte, en la Santa Misa, en una parte del cielo, en donde se encuentra, en Persona, el Rey de los cielos, Cristo Jesús, el Cordero de Dios, ante quien los ángeles se postran en adoración exclamando el triple “Sanctus”: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo”, y por esa razón, cuando nos encontramos ante el Altar del Sacrificio, en la Santa Misa, nos encontramos ante el Cordero de Dios que ha bajado del cielo para ser adorado por nosotros, pobres hombres pecadores e indignos de su Presencia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Altar Eucarístico es símbolo y representación de otro Altar, un Altar sobrenatural, celestial, místico, el mismo Jesús, el Hombre-Dios que, con su Humanidad Santísima, se ofrece al Padre en holocausto por la salvación de los hombres. La Humanidad Santísima de Jesús, consagrada en el momento de ser concebida virginalmente en el seno de María con el óleo del Espíritu Santo, es el Ara Santa, el Altar Purísimo, en donde se ofrece la Víctima Perfectísima, el Cordero de Dios, en expiación por los pecados de los hombres. Al besar el Altar al inicio de la Santa Misa, el sacerdote ministerial besa la Humanidad Santísima de Cristo, Humanidad que, unida hipostáticamente, personalmente, a la Persona Segunda de la Trinidad constituye, en el Ara Santa de la Cruz, el sacrificio perfectísimo y agradabilísimo a Dios, por medio del cual la Ira de Dios, encendida por la malicia del corazón del hombre, queda aplacada, la Justicia Divina satisfecha y la Misericordia Divina honrada. Al besar el Altar Eucarístico, el sacerdote ministerial besa la Sacratísima Humanidad de Jesús que, ofrecida en el Ara Santa de la Cruz, se interpondrá entre los hombres y la Ira divina, recibiendo en sí misma los castigos, todos y cada uno, que los hombres nos merecemos por nuestros pecados, y por esto, el beso al Altar es un beso de acción de gracias al Santo Sacrificio de Jesús en el Calvario.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Antiguo Testamento y obedeciendo el mandato de Dios, Abraham llevó a su hijo Isaac para ser sacrificado. En Isaac, niño inocente, estaba prefigurado Jesús, y es por eso que Isaac llevaba consigo el atado de leño con el que se iba a consumar el sacrificio, prefigurando así la Cruz de madera en la que el Cordero de Dios habría de ser sacrificado. Isaac llevaba también el cuchillo con el cual se consumaría el sacrificio al ser aplicado sobre su corazón, prefigurando también así la lanza de hierro del soldado romano que atravesó el Sagrado Corazón de Jesús, una vez que hubo consumado el sacrificio en la cruz. La leña que llevaba Isaac, figura de Cristo, representaba el altar de la cruz, y el fuego que habría de ser aplicado sobre esta leña, representaba al Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, que al descender sobre la Humanidad Santísima de Cristo en la Encarnación, la ungió con la santidad Increada de Dios y la convirtió en Víctima Perfectísima y agradabilísima a Dios. La razón por la que el Cuerpo de Jesús es Víctima agradabilísima, es porque en él está “contenido” el Hijo de Dios, la Persona Segunda de la Trinidad, que se ofrece, por medio del sacrificio cruento en la Cruz, como Víctima Pura y Santa al Padre, para expiar nuestros pecados, para recibir en su Humanidad Inocente y Pura el castigo debido por nuestra malicia, y para que a través de esa Humanidad lacerada, se derrame sobre nuestras almas impuras la Sangre Preciosísima del Cordero, que lava nuestros pecados y nos concede la gracia de ser hijos amados de Dios.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Altar Eucarístico fue representado y figurado en el altar que levantó el profeta Elías, quien hizo descender fuego del cielo (cfr. 1 Re 18, 38) para quemar la ofrenda, carne de novillo regada con agua y colocada sobre un hato de leña (cfr. 1 Re 18, 33-35). En este episodio está prefigurada la Santa Misa: la víctima, el novillo sobre la madera, es prefiguración de Cristo, el Cordero de Dios inmolado en el leño de la Cruz; Elías, el sacerdote de Dios, prefigura a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote; el altar, es también prefiguración de Cristo que, con su Humanidad, se ofrece al Padre por nuestra salvación; el fuego que cae del cielo, prefigura al Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino que, por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial –“Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, desciende desde el cielo enviado por el Padre y el Hijo sobre las ofrendas eucarísticas del pan y del vino, convirtiéndolas en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Y así como el Pueblo de Dios se postró ante el altar luego de que el fuego que bajó del cielo por invocación de Elías y consumió el holocausto, así también el Nuevo Pueblo de Dios, los bautizados en la Iglesia Católica, adoran al Cordero de Dios que, por el Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, se hace Presente en Persona en el Altar Eucarístico luego de ser convertidas las substancias del pan y del vino en la Eucaristía, y se postra en adoración al Cordero de Dios, entonando el triple Sanctus. Por el poder del Espíritu Santo que desciende sobre el Altar Eucarístico en la consagración, se produce el milagro de la Transubstanciación, milagro por el cual el pan y el vino no conservan ya más su esencia, quedando sólo las apariencias, porque las substancias respectivas del pan y del vino se han convertido en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Señor Jesús, quien de esta manera se hace Presente real, verdadera y substancialmente, y no de manera simbólica o espiritual. Y puesto que permanece Presente en Persona, con su substancia humana glorificada, en la Eucaristía, el Cordero de Dios es adorado sobre el Altar Eucarístico, en el Sagrario y en la Custodia, y en el momento mismo de tomar la Sagrada Comunión Eucarística.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús es Sacerdote, Altar y Víctima, y esta triple función la cumple en la Sagrada Eucaristía: Sacerdote, porque Él es el Sumo y Eterno Sacerdote que, en la Eucaristía, adora, da gracias, expía y pide al Padre por nosotros; Altar, porque por su Humanidad sacratísima, glorificada y resucitada, Él, en cuanto Persona Segunda de la Trinidad, se ofrece al Padre en el Amor del Espíritu Santo, para reparar por nuestras iniquidades; Víctima, porque siendo Él el Cordero Inmaculado, el Cordero Inocente; siendo Él el Dios Tres veces Santo, se interpone con su Humanidad sacratísima, entre la Ira de Dios, justamente desencadenada por la malicia de nuestros corazones, y nosotros, para recibir, de forma vicaria y expiatoria, todos y cada uno de los castigos que todos los hombres, desde el primero al último, deberíamos recibir de modo personal, recibiendo así el castigo que nosotros deberíamos haber recibido, obteniéndonos el perdón divino al satisfacer, con su Inocencia Inmaculada y con su Sangre Preciosísima, además del perdón, la gracia de la filiación divina. La Eucaristía es por lo mismo, la suprema muestra del Divino Amor para con el hombre pecador, en donde Jesús oficia su triple rol de Sumo y Eterno Sacerdote, de Altar Sacrosanto y de Víctima Inmaculada y Perfecta que se ofrece en holocausto santo Él mismo por toda la eternidad ante los ojos de Dios.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




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