Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en
reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas en la Parroquia de San
Pedro y San Pablo de la localidad de Olivos en Buenos Aires, Argentina. Para mayores
detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/photo?fbid=891634439661636&set=a.544766527681764
Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
En el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa,
repetimos, cada vez que la Santa Iglesia la celebra, la siguiente oración: “Te
damos gracias (a Ti, oh Dios), por Tu inmensa gloria” y así podemos recorrer,
sucesivamente, todos los artículos del Credo y todas las verdades infalibles enseñadas
por la Iglesia, verdades todas que están, por así decirlo, impregnadas y atravesadas,
todas, una a una, por la gloria infinita de Dios, porque no hay ni una sola de
las verdades que se derivan del Ser divino trinitario que no estén plenificadas
por la gloria infinita y eterna de Dios[1].
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
En la Santa Misa, debemos remarca dos elementos que nos
proporcionan un gran consuelo: el primero, que la Misa de la tierra no es más
que una sola cosa con la Misa del cielo; el segundo, que la acción de gracias
no es solamente una acción de gracias o una oración, sino un don substancial,
hecho a Dios como devolución por su gran bondad: el don de un amor y de una
víctima infinita en Jesucristo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
En efecto, la entonación del canto del Gloria comienza
por el canto de los Ángeles en la Noche de Navidad; en la tierra, es la paz que
desciende sobre los hombres de buena voluntad: es la unión con Dios por medio
de la Encarnación. En el Prefacio se hace más explícito: “Por Él (Jesucristo)
los Ángeles alaban Tu Majestad, las Dominaciones la adoran, las Potencias la
reverencia, los Serafines la celebran y nosotros nos unimos alegremente con
ellos diciendo “Santo, Santo, Santo”. La Eucaristía entonces, como Acción de
Gracias, es un signo del que hacemos parte junto al coro celestial. Nosotros celebramos
con ellos, cantamos, alabamos, agradecemos y adoramos con ellos.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Pero el valor principal de la Acción de Gracias está en
el Amor mismo de Cristo que se ofrece y que nosotros ofrecemos al Padre.
Sabemos que este Sacrificio del Altar tiene el mismo Sacrificio de la Cruz, porque
es el mismo Sacrificio de la Cruz, solo que renovado incruenta y sacramentalmente.
Lo que ofrecemos de modo concreto al Padre, es el Corazón mismo de su Hijo
muerto en la cruz, por obediencia a Él; este Corazón es un Corazón humano y es
un Corazón verdadero, aun cuando la Persona a la que está unida este Corazón
humano es una Persona divina, la Persona Segunda de la Trinidad, la Persona del
Hijo de Dios, la Persona del Verbo de Dios. Precisamente, porque es un Corazón
que está unido hipostáticamente a la Persona Segunda de la Trinidad, a la
Persona del Verbo, el Corazón de Jesús, así como todo el cuerpo humano unido
hipostáticamente al Verbo, posee la plenitud de gracias, plenitud tal que todas
las gracias del Cuerpo Místico se derivan de él como de su fuente; está tan
lleno del Santo Espíritu que es el Espíritu del Verbo Encarnado, desbordante de
amor, de dones y de virtudes, que hacen que de Él surjan todos los santos,
doctores, mártires, confesores, vírgenes, de la Iglesia de todos los tiempos.
Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
El Corazón del Verbo de Dios, unido hipostáticamente a la
Persona Segunda de la Trinidad en el momento de la Encarnación, fue creado por
la Trinidad en el seno purísimo de la Virgen Santísima para amar al Padre con
el Amor del Espíritu Santo, es decir, divinamente y así ha amado al Padre,
desde el primer latido, sin medida. En este Corazón el Padre ha encontrado
todas las complacencias a causa del amor testimoniado en cada instante de su
vida; y en su muerte ha manifestado el perdón eterno que nos dona como Hijo y
como Víctima reparadora. Y es este Corazón el que el Padre nos lo ofrece a cada
uno de nosotros en la Santa Misa, con su Cuerpo inmolado, para que cada uno de
nosotros, a su vez, se lo donemos en acción de gracias, como único Don digno de
su Majestad, de su santidad, de su justicia y de su misericordia.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré, y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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