miércoles, 30 de marzo de 2022

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de la Virgen Tucumán Argentina 290322

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por todas las profanaciones de imágenes sagradas de la Virgen y el Niño Jesús. La imagen profanada fue encontrada en un árbol de un barrio de las periferias de San Miguel de Tucumán, Argentina.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que el alma que se ha confesado sus pecados, que ha sido lavada su alma por la Sangre del Cordero, no debe volver a la vida del hombre viejo: “El que ha llegado a lavarse con la Sangre del Cordero en el Sacramento de la Penitencia y blanqueándose más que la nieve en las fuentes del Salvador, tiemble de tornar a revolcarse en el cieno de su culpa”[1]. La razón es que su alma ha sufrido una conversión grandiosa por obra de la gracia santificante y que debe reflejarse en su vida cotidiana.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Quien ha purificado su alma con la Sangre del Cordero –por medio del Sacramento de la Confesión- no ha de tener deseos de carne, sino de ángel; tampoco obras de la carne, sino de Espíritu divino; no sentimientos del mundo, sino del Evangelio de Cristo. El alma en gracia es ya un habitante del cielo, hijo de Dios y heredero del Reino celestial y su alma y su cuerpo han sido convertidos en templos del Espíritu Santo[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es necesario remarcar esto porque, como sostiene el mismo autor, “hay muchos que se confiesan y son inconstantes, porque solo aquel día, o a lo sumo dos o tres, se guardan con algún cuidado, pero luego vuelven a ser temporales y, todavía peor, hombres dominados por la concupiscencia, los vicios y el pecado, cuando en realidad debían haberse convertido en ángeles.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Quien posee la gracia, se debe másperseverar en ella hasta la muerte y perseverar en este propósito, evitando cuidadosamente todo aquello que pueda conducirlo a la pérdida de la gracia. San Juan Crisóstomo dice: “Como a los enfermos, si no es que siempre vivan ordenadamente, no les es de provecho guardar dieta y rigor por tres o cuatro días; de la misma manera son los pecadores: si no están siempre vigilantes y templados, no les aprovecha corregirse por dos o tres días”.

 Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Continúa el mismo autor: “La penitencia dolorosa, el ánimo contrito, el corazón humillado, la devoción piadosa, los afectos santos, la oración continua, no se han de terminar, sino continuarse y multiplicarse, porque así como cuando uno libra bien de una enfermedad mortal, no porque salga del peligro de muerte, sale luego de la regla, sino que se abstiene y guarda en la convalecencia más que antes, hasta adquirir perfecta sanidad, así también el que ha escapado de la muerte del pecado ha de guardarse mucho y continuar la penitencia y devoción, porque todavía tiene que cobrar más fuerza y salud. Por nuestra naturaleza enferma como consecuencia de la herida del pecado original, debemos andar siempre con temor de recaer. Entonces, el que acaba de confesarse debe considerarse vivo, pero no como robusto; como convaleciente, no como perfectamente sano”[3].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 510.

[2] Cfr. ibidem, 510.

[3] Cfr. ibidem, 510.

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