martes, 24 de agosto de 2021

Hora Santa en reparación por el asesinato de un sacerdote en Francia 090821


 

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el cruel asesinato de un sacerdote católico, ocurrido en Francia. Para mayores datos acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.infobae.com/america/mundo/2021/08/09/asesinaron-a-un-sacerdote-catolico-en-francia-y-el-sospechoso-seria-el-responsable-del-incendio-en-la-catedral-de-nantes-de-2020/

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Para alcanzar la gracia, es necesaria la virtud de la esperanza, no solo para compensar el temor que puede causar la contemplación de los efectos de su pérdida para siempre –la eterna condenación-, como para recibir el celestial aliento que supone ingresar en el Reino de los cielos si morimos en estado de gracia. Ahora bien, es necesario tener en cuenta las palabras de Jesús: “Sin Mí, nada podéis hacer” (Jn 15, 5) y esto es literal, porque sin Él, que es la Gracia Increada y Fuente de toda gracia, no podemos recibir la gracia, pero tampoco podemos, sin Él, recibir la esperanza, porque se trata de una virtud sobrenatural que tiene que ser infundida desde lo alto sobre nuestra voluntad[1].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Puesto que la gracia proviene de Dios Uno y Trino, Fuente Increada de la Gracia y la Gracia en sí misma, es imposible, tanto para el hombre como para el ángel, adquirirla por sus propias fuerzas, por lo que es necesario que, indefectiblemente, sea donada por la Trinidad y esto sucede a través de los Sacramentos de la Santa Iglesia, quienes nos proporcionan la gracia que nos ganó Jesucristo con su sacrificio en cruz. Es por esto que, si bien no podemos caer en el pecado de soberbia luciferina, de pensar que la podemos obtener por nosotros mismos, tampoco debemos caer en la desconfianza de que Dios no habrá de otorgárnosla, si a Él nos confiamos y a Él se la pedimos[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Es voluntad de Dios que salgamos del pecado, si en él por desgracia hemos caído, porque “Dios quiere que todos nos salvemos” (1 Tim 2, 4) y sólo podemos salvarnos si recibimos la gracia santificante que brota del Costado traspasado del Señor Jesús. El pecador, por su culpa, por su libre albedrío, cae en un abismo de oscuridad y de tinieblas espirituales, del cual le es imposible salir con sus propias fuerzas, pero es entonces cuando interviene Dios con su gracia, a la que concede sin miramientos a todo aquel que humildemente se la implora, por los méritos del Hombre-Dios Jesucristo en su misterio salvífico de Pasión, Muerte y Resurrección.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         El hombre en general y con más razón en particular, el hombre redimido, el católico, el que ha recibido la gracia de la adopción filial, debe procurar en no aferrarse a las cosas de la tierra; debe recordar que “vive en el mundo pero no es del mundo” (cfr. Jn 15, 19), porque es ya ciudadano del Reino de los cielos, llamado al Banquete de bodas del Cordero en los cielos. Si el hombre se ayuda a sí mismo, procurando con todas sus fuerzas desapegarse del mundo y sus vanos atractivos, Dios Trino no tardará ni un instante en otorgarle la gracia que necesita para alcanzar el Reino de la Jerusalén celestial, “cuya Lámpara es el Cordero” (cfr. Ap 21, 23)[3].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Dios no niega su amistad y su gracia a nadie, pues Él mismo nos llamó “amigos” en la Última Cena y es por esto que si alguien hace lo necesario para merecerla, mucho más se la concederá, prontamente. A través de Zacarías dice: “Convertíos a Mí y Yo me convertiré a vosotros” (1, 3); a través de Ezequiel dice: “La maldad del malo no le dañará en cualquier día que se convirtiere” (33, 12) y también dice: “Cuando se apartare el malo de su maldad, vivificará su alma”. Dios está tan pronto en darnos su gracia y con ella su vida eterna, que cuando nos disponemos a ella, no demora ni un segundo en darnos la inestimable gracia santificante[4].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 496.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 497.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 497.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 498.

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