domingo, 25 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por ataque vandálico a imagen de la Virgen en EE. UU. 250721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque vandálico de una imagen de la Virgen –y también de Santa Teresita de Lisieux- sufridos en Nueva York. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=47Gu-EkgH_Q&t=80s

Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con respecto a la Justicia Divina, el hombre debe considerar su extrema debilidad frente a Dios: en efecto, si una ínfima partícula de materia inerte, llamada “virus” puede convertir su salud en enfermedad e incluso llevarlo hasta la muerte, ¿no podrá acaso Dios, llevado por su Justicia Divina, castigar como se merece al pecador impenitente, al pecador que no se arrepiente? Que no le falten fuerzas a Dios para hacer cumplir su Justicia, es algo que se comprueba contemplando cuántas miríadas de ángeles y hombres han sido condenados para siempre en el Infierno.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es verdad que la Justicia Divina puede castigar en esta vida, pero los castigos de esta vida, comparados con los de la vida eterna, son apenas un suspiro, pues duran por toda la eternidad y no se tiene conocimiento, ni se tendrá, de nadie que haya podido escapar del inmenso lago de fuego[1]. En él hay millones y millones de ángeles y hombres impenitentes, los cuales sufren por la eternidad, sin poder quebrantar esa inmensa cárcel oscura. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, obtén de tu Hijo para nosotros un profundo horror al pecado y un deseo insaciable del Reino de los cielos!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Debido a que Dios es omnipotente, su fuerza es eterna e infinita y jamás se cansará en la ejecución de tormentos tan inmensos y como Él es eterno, no se morirá jamás y eternamente los atormentará con eterna muerte[2]. Algunos pueden pensar que el alma, por ser espiritual, no será castigada con el fuego infernal y que sólo lo será el cuerpo; pero estos tales no cuentan con la omnipotencia divina la cual, por un prodigio divino, dará al fuego la potestad de hacer arder, sin consumir, al alma, al igual que el cuerpo[3]. ¿Quién no teme a la Ira Divina?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Al reflexionar acerca de la severidad de la Justicia Divina, no puede uno no preguntarse la razón por la cual hay tanta cantidad de hombres que la desprecian y no la tienen en cuenta. Si un solo hombre, de todos los nacidos hasta el Último Día, se habría de condenar, este solo hecho debería bastar para hacer reflexionar y temblar a todos los demás hombres. Es tan horrenda la eterna condenación, que sólo su nombre debería hacer erizar los cabellos a más de uno. Por esto, nuevamente la pregunta: ¿cómo es que siendo tantos los que se condenan, reímos y comemos y reposamos sin cuidado? ¿Cómo es que, estando el peligro de condenación tan cercano, no valoramos más la vida de la gracia y el gozo eterno del Reino de los cielos? ¿Por qué somos los hombres tan descuidados con nuestro destino eterno? Si el Infierno es algo horroroso como lo es, es todavía más horroroso el no temerle y continuar por la vida con los pecados a cuestas, sin aprovechar la Redención de Nuestro Señor Jesucristo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, siendo cierto todo esto acerca de la Justicia Divina –sobre todo su severidad y su eternidad-, con todo, no debe el alma perder la esperanza, mientras se encuentra en esta vida, porque la esperanza es una disposición del alma necesaria para alcanzar la gracia divina, la cual nos abre las puertas del Reino de los cielos. Y es cierto también que Dios Uno y Trino no niega a nadie su gracia, cuando el alma hace de su parte todo lo que puede para combatir el pecado y rechazar la tentación. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 480.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 480.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 480.

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