jueves, 11 de marzo de 2021

Hora Santa en reparación por asesinato de sacerdote de Cristo en África 090321

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el asesinato de un sacerdote ministerial, un sacerdote de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, a quien se injuria en último término con estas acciones homicidas. Para mayores datos acerca de este sacrílego homicidio, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/asesinan-a-sacerdote-colombiano-que-era-misionero-en-africa-12420

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Es una verdad de sentido común que el agua –el agua corriente, natural, de manantial o de lluvia, tal como la conocemos- es fundamental para la vida, ya que sin ella, literalmente, no se puede vivir: fertiliza los campos, limpia las cosas, refrigera, hidrata el cuerpo de los hombres; de modo análogo, esto mismo hace la gracia santificante con el espíritu del hombre, ya que la fecunda para que haga obras meritorias para el cielo, limpia sus pecados y purifica la conciencia[1], liberándola de las malas inclinaciones y haciéndole desear los bienes eternos del Reino de los cielos, atesorados en los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Del mismo modo a como el ser humano no puede vivir sin el agua, pues prontamente se deshidrata y muere, al fallar en su funcionamiento sus órganos vitales, de la misma manera el alma, cuya vida es la gracia santificante, no puede vivir sin esta, pereciendo al instante en el que la gracia se sustrae por un pecado mortal[2]. Sin la gracia, el alma no vive, o más bien, vive con su vida puramente natural, que es una vida signada por el pecado, pero aunque siga viva, muere sin la gracia, porque deja de vivir con la vida divina, la vida de Dios Uno y Trino, conseguida para nosotros por el Santo Sacrificio de la Cruz.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

San Ambrosio dice que la gracia es aquel ojo hermosísimo del rostro de la Esposa que hiere de amores al corazón del Divino Esposo y esto es así, porque Dios, por así decirlo, se enamora perdidamente del alma que está en gracia, amándola por encima de toda la Creación, porque esa alma en gracia se configura a su Hijo Jesucristo, a quien ama con el Amor Divino, el Espíritu Santo[3]. Otros santos llaman a la gracia citando a la Sagrada Escritura y es así que le dicen: “simiente de Dios, arras y prendas del Espíritu Santo, vestido de bodas, simiente de gloria, tesoro en vasos de barro” y esto por ser la gracia algo tan admirable, que no bastan las palabras humanas para describir su grandeza divina[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Como no podía ser de otra forma, los Padres de la Iglesia manifestaron siempre un grandísimo aprecia en relación a la gracia, dando a entender sus excelencias y magnificencias por medio de semejanzas y símbolos, invitándonos a que nosotros también la apreciemos como ellos. San Efrén da unos consejos que ayudan a estimar esta inestimable joya forjada en el cielo, en el seno del Padre Eterno. Dice así este santo: “Esfuérzate para que tengas continuamente la gracia divina en tu alma, para que no seas engañado; guárdala como a tu guarda, para que no te desampare; reverénciala como a tu maestra invisible, para que estando ella ausente, no te pierdas en las tinieblas del pecado y no seas acosado por las tinieblas vivientes, los ángeles caídos”[5].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Dice así San Efrén en sus alabanzas a la gracia: “No quieras entrar en batalla sin ella, porque perecerás torpemente. Sin su compañía no entrarás en la senda de la virtud, para que el dragón bramador no te ponga acechanzas. Sin su consejo no trates las cosas de tu alma, porque muchos hay que con apariencia de bien se han depravado. Si ella no te asistiere mientras navegas en este mundo, vanos serán todos tus afanes. Si no fueres ungido con ella para contra tus enemigos, después de muchos trabajos que hayas tomado, llorarás haber sido vencido ignominiosamente. Si estás con ella y de ella no te separas, no conocerás nunca los venenosos encantos de la Serpiente Antigua”[6]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre deseemos estar en gracia, conservarla y acrecentarla, todos los días de nuestra vida y sobre todo en la hora de la muerte terrena, para así poder ingresar en el Reino de los cielos!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 467.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 467.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 467.

 

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 468.

[5] De Divin. Grat.

[6] Cfr. ibidem.

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