miércoles, 23 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de la Virgen en Roma 221220

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción de una imagen de la Virgen por parte de un inmigrante egipcio en Roma. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://religionlavozlibre.blogspot.com/2020/12/africano-destruye-imagen-de-la-virgen.html

Canto inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Entre otras cosas, el cometer un pecado –mortal o venial deliberado- tiene una característica patente y es su irracionalidad: en efecto, mientras que Dios ofrece al justo, es decir, el que elige vivir en gracia y obrar la virtud, el premio de la vida eterna y con ella las eternas alegrías, el demonio ofrece, en cambio, al pecador, al que rechaza la gracia y elige el pecado, eternos tormentos y dolores sin fin[1]. Esta irracionalidad es algo que caracteriza al pecado y no encuentra explicación sino en el “misterio de iniquidad” (2 Tes 2, 7).

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El pecador, al elegir el pecado, comete un acto de irracionalidad, pero también de extrema malicia, pues deja de lado a Dios, que es el Sumo y Eterno Bien, del cual participa todo lo que es bueno, para elegir en cambio el sumo y extremo mal. Por el pecado, el pecador pospone a Dios, para elegir al Demonio y en esto consiste la extrema malicia del pecado: hay quienes posponen a Dios y su Mesías, Cristo Dios, por dinero, otros por placeres, otros por bienes terrenos, pero no dejan, en ningún caso, de ser actos de extrema malicia y de gran ruina para el pecador[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La irracionalidad del pecado es tal y tan grande, que se asemeja a la locura, que es la irracionalidad por definición: en efecto, por el pecado, que es una cosa vilísima y pequeñísima, se deja de lado el Bien Infinito, Perfectísimo y Eterno que es Dios Uno y Trino y su gracia y esto constituye un acto de impiedad que degrada al hombre por debajo de las bestias irracionales, acercándolo más bien al demonio, convirtiéndolo en una figura viviente del demonio[3]. Cuando así obra, el hombre traza para sí, libremente, un camino lleno de males y desdichas.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con el pecado, se desprecia a Dios y a sus infinitos títulos, por todos los cuales debe ser honrado, amado y adorado. Una primera cosa que se desprecia con el pecado es a Dios mismo, quien constituye el último fin y el objeto de nuestra bienaventuranza, pues perdiéndolo a Él, Sumo y Eterno Bien, en el que se contiene toda la alegría y la felicidad que el hombre no puede ni siquiera imaginar, se obtienen a cambio una inmensidad de males eternos[4].

Silencio para meditar.  

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria. 

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con el pecado se desprecia también a Dios como Creador nuestro, con lo cual el hombre pierde su posición de “rey de la Creación” en la cual lo había puesto Dios y pierde también el buen uso y usufructo que para él le había concedido Dios al crear la naturaleza[5]. En otras palabras, con el pecado, el hombre pierde la posición central que en la Creación tenía y pierde también el buen uso que de la Creación Dios le había permitido que hiciese, para beneficio suyo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que la gracia de tu hijo ilumine nuestra mentes y corazones, para que nunca cometamos el error de elegir el pecado en vez de tu Hijo Jesús!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 436.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

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