miércoles, 22 de enero de 2020

Hora Santa en reparación por sacerdote asesinado en Nigeria 210120



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el asesinato de un consagrado a Dios, un sacerdote ministerial, ocurrido en Nigeria. Para mayores datos acerca de este luctuoso suceso, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         ¿Qué es lo que hace que unas naturalezas tan sublimes e inmortales como las angélicas, se preocupen por prodigarse en cuidados a una creatura tan vil como el hombre? ¿Qué es lo que lleva a estos espíritus angélicos y gloriosos a custodiar a un ser que se encuentra en este valle de lágrimas, como es esta vida terrena? La respuesta es: la grandeza y majestuosidad que la grandeza confiere al alma que la posee[1]. Es decir, es la grandeza de la gracia la que hace al hombre merecedor del cuidado que le tienen los ángeles que están en la gloria. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca nos veamos privados de la gracia, para tener siempre por protectores a los espíritus angélicos!

         Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Las almas justas y las almas de los que quieren servir y adorar a Dios Trino “en espíritu y en verdad”, deben obrar de manera tal que sus obras merezcan tener por testigos y ser dignas de los serafines que las representan ante el trono de Dios[2]. Los justos deben vivir de forma que merezcan la compañía de estos seres angélicos, pues los ciudadanos del cielo buscan su compañía; sin embargo, huyen de quien no está en gracia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre obremos de manera de merecer la compañía de los ángeles de Dios!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Hay que tener en cuenta lo que el abad Macario decía: “Tienes los ángeles, los arcángeles, todas las potestades soberanas y al mismo Dios, Creador de todos ellos; conversa con ellos, no bajes de los cielos, no te abatas a los pensamientos del mundo”[3]. El alma del justo, rodeada de seráficos espíritus, debería vivir con su corazón y su pensamiento, no en este mundo, sino en el Reino de los cielos, adonde Dios los espera con los brazos abiertos. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos a elevarnos en nuestros sentimientos, pensamientos y obras, para estar cada vez más cerca del cielo!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Afirma un autor que es verdad que los ángeles del cielo acompañan y están con los justos que viven en gracia, pero esto no puede considerarse mucho, puesto que el mismo Dios está con ellos, porque el Espíritu Santo inhabita en el alma del que está en gracia[4]. Si esto es así, aunque sea algo grande en sí, es casi como nada que los espíritus celestiales rodeen al alma, cuando se considera que el mismo Amor de Dios inhabita en el alma del que está en gracia.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Toda la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo inhabita en el alma que está en gracia, para hacer morada en el corazón del justo. Por esto mismo, ¿es de extrañar que los ángeles de Dios acudan adonde se encuentra su cabeza y Señor? Los espíritus celestiales admiran la particular presencia de Dios con que asiste en el pecho de un justo y gustan estar donde está su Creador[5]. Reverencian a su Señor dentro de nosotros, cuando estamos en gracia, y nos enseñan cómo le hemos de adorar en nuestros corazones, mientras somos templos del Espíritu Santo, que es el tiempo en el que estamos en gracia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca perdamos nuestra condición de templos del Espíritu, para que Dios Trino con sus ángeles estén siempre con nosotros!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 330.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 330.
[3] Palad., Hist. Lausíaca, cap. 20.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 331.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 331.

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