jueves, 15 de agosto de 2019

Hora Santa en reparación por destrucción de un altar dedicado a la Virgen de Fátima en Brasil 140819


Altar y ambón en iglesia Nuestra Señora de Fátima. Crédito: Diócesis de Nova Friburgo

Altar y ambón dedicados a la Virgen de Fátima, víctimas del vandalismo anti-cristiano.


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la destrucción a mazazos por parte de un hombre de un altar dedicado a la Virgen de Fátima en Brasil. La información pertinente a tan lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Es doctrina católica que el que está en gracia no sólo se hace uno con Dios, sino con todos los justos que hay en la tierra y también con los bienaventurados en el cielo[1]. Así, dice San Buenaventura sobre el primer libro de las Sentencias[2]: “El Espíritu Santo se da para unir y ligar los miembros del Cuerpo Místico; pues estos miembros místicos están unidos entre sí mismos, como dijo el Señor, “para que sean consumados en una misma cosa” y la perfecta unión no puede ser sino en una cosa simple, de donde se sigue que estos miembros se han de unir por una cosa que sea una y la misma en todos. Pero esto no puede ser por don creado alguno, sino increado y así, es necesario que con el don creado de la gracia se dé el don increado del Espíritu Santo”.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Afirma un autor[3] que “nos unimos con Dios no sólo por la semejanza en la gracia, sino por tener verdaderamente su mismo Espíritu”. Esto, para la creatura, constituye la mayor unión que pueda imaginarse con su Creador. Esta unión supera a las mayores uniones que se dan entre los humanos, como las que existen entre el padre y el hijo, o entre el esposo y la esposa, o entre un amigo y otro: en estos casos las substancias de las almas están unidas sólo por los afectos y alguna participación en la naturaleza corporal, pero las almas santas están unidas con Dios por la participación de la naturaleza divina y luego porque el mismo Espíritu de Dios está en ellas.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         La unión que da la gracia es intensísima, porque concede el mismo Espíritu que el Padre concedió al Hijo desde la eternidad; es decir, el Hijo comunica a los justos el Espíritu Santo, para que así como el Padre y el Hijo son unos y el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, así también, de un modo admirable, el alma que está en gracia sea una con el Padre y el Hijo y el Padre y el Hijo estén en ella. No hay nada en el mundo creado, sea el universo visible o en el invisible, que pueda graficar ni dar una idea de la maravillosa dicha que alcanza el alma por esta unión con el Padre y el Hijo, en el Espíritu[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca desaprovechemos la gracia, que nos hace ser una sola cosa con Dios Uno y Trino!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

La unión que da la gracia, entre el alma y Dios, no es comparable con ninguna unión que se da entre los hombres. En efecto, como se pregunta un autor[5], ¿qué unión semejante hay entre los hombres, que esté realmente en otro? Es decir, aun cuando el amor esponsal humano, o el amor filial y paternal, o el amor maternal, sean los más grandes que puedan encontrarse, no se da entre los hombres un modo de unión tal como lo da la gracia, en el que las substancias de las almas humanas participen de la naturaleza divina, para luego recibir, por medio de esta participación, al Espíritu Santo en Persona. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que sepamos apreciar y agradecer las grandezas de la gracia divina, que nos hace gustar la intimidad de la amistad con el Amor de Dios, el Espíritu Santo!

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         Lo que no se da ni puede haber en las cosas humanas, por su incapacidad y mengua, lo hay en las cosas divinas, por su grandeza e infinidad. En efecto, ¿cuánta será la dicha del que está en gracia, pues tiene dentro de sí al Espíritu del mismo Dios?[6] Ante esta realidad de la Presencia Personal del Espíritu de Dios en el alma por la gracia, deben cesar todos los vanos deseos humanos y terrenales; debe cesar toda ambición, toda codicia, toda avaricia, toda maldad, y debe el corazón humano llenarse de dicha, de gozo, de admiración, de gratitud y de amor, porque no puede alcanzar una dicha más grande que ésta, la inhabitación de la Tercera Persona de la Trinidad en el alma por la gracia.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 218.
[2] In 1, d. 14, art. 2, q. 1, passim.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.

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