domingo, 28 de mayo de 2017

Hora Santa en reparación por el ataque de un musulmán a un sacerdote ministerial, México 150517


El agresor, que apuñaló al sacerdote mientras celebraba la Santa Misa, 
detenido por la Policía.

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por el ataque sufrido por un sacerdote ministerial en México, a manos de un extremista musulmán. La información pertinente se puede encontrar en el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/apunalan-a-sacerdote-en-catedral-primada-de-mexico-76813   
         Además de reparar por este hecho, pedimos por nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, la del atacante y la del mundo entero.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El Sagrado Corazón, habiéndose formado desde el seno virginal de María Santísima, desde sus primeros estadios, como todo embrión, comenzó a latir en el útero de María a las cinco semanas, tal como sucede con todo embrión humano. Solo que, en este caso, el embrión no pertenecía a una persona humana, sino a una Persona Divina, la Segunda Persona de la Trinidad. Nuestro Dios, el Dios de toda majestad, merecedor de infinitas alabanzas, honor, gloria y adoración, se encarna en el seno de María Virgen para nuestra salvación, adquiriendo un cuerpo y un alma humanos, para ser visible a nuestros ojos y para poder luego ofrecerse, Él, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo, inhabitando en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, como Víctima Purísima y Perfectísima, agradabilísima a Dios, inmolada en la cruz para salvar a los hombres. Pero aun antes de empezar a latir; aun antes de comenzar a bombear sangre a su diminuto cuerpecillo, alojado en el seno virgen de María, el Corazón del Niño Dios ya sufría, desde el momento mismo de la Encarnación, a causa de todos los corazones de los niños por nacer que jamás habrían de ver la luz del día, porque se les arrebataría la vida a causa del aborto. Con su Encarnación, y con el latir de su pequeño Sagrado Corazón en el vientre de la Virgen, el Verbo de Dios reparaba así el inmenso dolor del Padre provocado por la malicia del hombre, que por un misterio de iniquidad inconcebible, se atrevía a quitar la vida de su creatura más amada, el hombre, ya desde el seno de la madre.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Al término de nueve meses en el seno virginal de María, el Sagrado Corazón del Niño Dios late, pero ya no en el vientre purísimo de su Madre amantísima, sino en el Portal de Belén, luego de nacer milagrosamente, como un rayo de sol atraviesa un cristal, dejando intacta la pureza de su Madre, antes, durante y después del parto. El Portal de Belén en el que nace el Niño Dios, es oscuro y frío y sirve de refugio para animales, y nace ahí porque en las ricas posadas no hay lugar para la Virgen, que trae consigo al Niño Dios. El Portal de Belén, oscuro y frío, es símbolo del corazón del hombre sin la gracia de Dios; los animales, a su vez, representan a las pasiones del hombre, sin el control de la razón. El Portal también es silencioso, porque simboliza al hombre que, sin la gracia, no alaba a Dios ni lo adora. Pero cuando el Niño Dios nace, con su Nacimiento desaparece la oscuridad porque el Portal de Belén se ilumina con la luz de su gloria, y desaparece también el frío, porque Dios Niño enciende al Portal con el calor y el fuego del Amor de su Corazón, y se rompe el silencio, porque los ángeles de Dios cantan aleluyas, glorias y alabanzas al Dios de los cielos, nacido como un Niño, pero además porque los latidos del Corazón del Niño Dios resuenan en las paredes del Portal, ahora iluminado con la luz divina. Con el Niño ya nacido, el Portal representa al corazón del hombre en el que, por la gracia, ha nacido Dios Niño, enviado por el Padre para comunicarle su Amor. El Sagrado Corazón del Niño Dios, si bien se alegra por los ángeles que le cantan y también por los pastores que lo adoran, al mismo tiempo se entristece, debido a todos aquellos niños que, o bien no habrían de nacer nunca, o bien, al nacer, comenzarían una existencia de dolor, debido a que habrían de sufrir abandono, hambre, sed, frío y ausencia de amor por parte de los hombres.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         A la edad de doce años, el Sagrado Corazón, sabiduría de Dios encarnada que ilumina a los hombres, sube con su Madre, la Virgen María y su Padre adoptivo, San José, a Jerusalén, para la fiesta de la pascua (cfr. Lc 2,  41). Allí, en esta peregrinación al templo, el Hijo de Dios encarnado, consciente de su misión divina y mesiánica, se manifiesta por primera vez como Hijo de Dios (cfr. Lc 2, 49) y lo hace bajo el aspecto de la Sabiduría, pues ilumina con la Verdad divina las mentes de los doctores de la Ley. Acompañado por José y María, el Niño Dios sube a Jerusalén, al templo, situado en el “monte santo” del Señor (cfr. Sal 2,6); en el templo Jesús revela su Sabiduría divina dialogando con los doctores de la ley, y luego se dirige manifestando el misterio sobrenatural absoluto de su condición de Dios Hijo, dando a conocer su propia filiación divina (cfr. Lc 2, 48-50); por último, Jesús desciende con sus padres a Nazaret. Al igual que el Niño Dios, también nosotros, guiados por la Virgen y San José, debemos subir al encuentro de nuestra Pascua, Cristo Jesús, para postrarnos ante su Presencia sacramental, desde donde el Hijo de Dios nos revelará su condición divina y desde la Eucaristía nos iluminará con su luz, la luz de Dios, la luz de la Sabiduría celestial, que nos hará contemplar y degustar los misterios de la Encarnación del Verbo, la prolongación de su Encarnación en la Eucaristía, y el don de la filiación divina recibida en el bautismo, para que nosotros, al descender del Nuevo Monte Santo, el Sagrario, comuniquemos a nuestros hermanos la caridad y el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, que subiste al Templo para manifestar tu divinidad, te suplicamos por los niños y jóvenes que no encuentran sentido a sus vidas y pierden de vista a Dios y la vida eterna, para que Tú, por tu Misericordia, los ilumines con la luz de tu gracia y, llevados de la mano de María Santísima, te descubran en tu Presencia sacramental, vivo, glorioso y resucitado, en la Eucaristía y así te glorifiquen, en el tiempo y en la eternidad!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

Lo que llevó al Hijo de Dios a encarnarse fue el Amor Misericordioso de Dios por los hombres que, enceguecidos por el pecado, sin el auxilio divino, habrían de encaminarse a la eterna perdición. Fue por Amor que Jesús se encarnó; fuer por Amor que Jesús obró milagros y predicó la Buena Noticia de la salvación; fue por Amor que oró en el Huerto de los Olivos, sufriendo hasta la agonía y con tristeza de muerte, la visión de los pecados de toda la humanidad, para cargarlos sobre sus espaldas y lavarlos con su Sangre en la Pasión; fue por Amor que, cargado con nuestros pecados, subió a la cruz, para entregarse como Víctima propiciatoria, Inmaculada y Santa, para quitarnos los pecados con su Sangre Purísima y Preciosísima y para concedernos la filiación divina, la vida eterna y el Reino de los cielos. A los treinta y tres años, en la plenitud de su vida, el Sagrado Corazón ofrenda su Vida, su Sangre y su Amor en el Santo Sacrificio del Calvario, por nuestra salvación, ofreciendo sus indecibles sufrimientos por los hombres de todos los tiempos para que, quitadas las tinieblas del pecado y recibiendo la gracia de la divina filiación, se hicieran capaces de heredar el Reino de los cielos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el Huerto de los Olivos, el Sagrado Corazón, cargado con el peso, el dolor y la pena de nuestros pecados, les pidió a sus discípulos que rezaran con Él, pero los discípulos, llevados por el desamor, la indiferencia y la acedia, en vez de acompañar al Señor, se durmieron. Mientras tanto, sus enemigos, amparados en las tinieblas, se movían frenéticamente, llevados por el odio al Hombre-Dios, para tomarlo prisionero y así conducirlo hacia su destino de muerte en cruz. La misma situación se repite hoy, en el seno de la Iglesia Católica, en la que el humo de Satanás ha cubierto con sus tinieblas las mentes y los corazones de la gran mayoría de los hijos de Dios, y los ha adormecido y ha enfriado sus corazones en el amor de Jesús Sacramentado. Y al igual que los discípulos, que en vez de acompañar a Jesús en la soledad del Huerto, duermen llevados por el desamor, también así hoy, en nuestros días, innumerables cristianos, llevados por la incredulidad hacia la Presencia Eucarística de Jesús y por la falta de amor en sus corazones hacia Jesús Sacramentado, duermen también el sueño inducido por el Príncipe de las tinieblas, y lo dejan solo en el sagrario. Y así como los enemigos de Jesús, mientras sus discípulos dormían, se mostraban despiertos y activos para acabar con la vida del Hombre-Dios, también hoy los enemigos de la Iglesia, mientras los cristianos duermen en el sopor de las tinieblas, se muestran activos, vigiles, despiertos, multiplicando sus esfuerzos por doquier, para borrar de la faz de la tierra y de la mente y los corazones de los hombres, el Nombre Tres veces Santo de Dios y la Presencia Sacramental de Jesús. Al igual que en el Huerto de los Olivos, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús se encuentra solo y abandonado en la inmensa mayoría de los sagrarios, rodeado de unas tinieblas que no son las tinieblas de la noche cósmica, sino las tinieblas del pecado, del error, de la ignorancia, y así los enemigos de la Iglesia, amparados por estas tinieblas, obran frenéticamente buscando su destrucción, mientras los cristianos duermen. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, por los dolores de tu Madre, te pedimos que sacudas nuestras almas y nos despiertes del letargo en el que nos encontramos sumidos, para que iluminados por la luz de tu gracia, seamos capaces de permanecer postrados ante tu Presencia Eucarística, reparando por nuestros pecados y los del mundo entero!

         Meditación final.

Durante la Pasión, Jesús, el Rey de los cielos, fue coronado en la tierra, por los hombres, con una gran corona de gruesas, filosas y duras espinas, que laceraron su cuero cabelludo, provocándole dolores inenarrables y haciendo brotar torrentes de su Sangre Preciosísima. Pero no solo fue coronada su Cabeza: al manifestarse a Santa Margarita María de Alacquoque, Jesús le mostró su Sagrado Corazón, rodeado y estrechado por esa misma corona de espinas, que a cada latido, le provocaba lancinantes dolores. Esas espinas que lastiman al Sagrado Corazón son nuestros pecados, sobre todo los pecados del corazón, las venganzas, los rencores, las faltas de perdón, el desamor al prójimo y a Dios, los pecados de impureza, e innumerables pecados más, pues “es del corazón del hombre, de donde salen toda clase de cosas malas”. Las espinas de esa corona que estrecha al Sagrado Corazón son la materialización de nuestros propios pecados, y es por eso que debemos adorar y hacer reparación continua, por nuestros pecados, y los de todos los hombres. A nosotros no se nos ha de aparecer Jesús, como a Santa Margarita, pero el Sagrado Corazón, que late en la Eucaristía, continúa latiendo de Amor por todos y cada uno, pero también continúa sufriendo por todos y cada uno de los hombres, por el abandono que sufre en el sagrario y porque los hombres, haciendo caso omiso de sus llamados de Amor, se dirigen en dirección opuesta al sagrario, eligiendo libremente el camino de la perdición. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, que lates de Amor en la Eucaristía, concédenos participar de tus amarguras y de tu dolor, para que uniéndonos a Ti y a María Santísima, nuestra vida toda se convierta en un sacrificio de oblación por la salvación de nuestros hermanos, los hombres!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

        

         

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