domingo, 11 de diciembre de 2016

Hora Santa en honor a Jesús Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a Jesús Eucaristía.

         Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

          "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".

         Canto inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).

         Meditación[1] .

Quien encuentra a Jesús Eucaristía, encuentra todo aquello que, desde el instante mismo de haber sido concebido, anhela todo ser humano: la felicidad, la alegría, la paz, la luz, la verdad. A quien se acerca a Jesús Eucaristía, el Dios del sagrario lo colma con su Amor y le concede su paz, que  no es la paz del mundo, sino la paz de Dios, la paz que sobreviene al alma al saberse perdonada por Dios y plenificada por la gracia divina, que brota del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús como de su Fuente inagotable. Jesús Eucaristía concede la paz de Dios al alma, la paz que le permite conservarse serena, alegre, confiada, en medio de las tribulaciones, porque sabe que nada menos que todo un Dios, Cristo Jesús, el Dios de la Eucaristía, es quien, además de fortalecerla, carga sobre sus hombros su cruz y la lleva en su lugar. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, aun cuando le sobrevengan persecuciones, tribulaciones y pruebas, nada podrá apartarlo del Amor del Corazón Eucarístico de Jesús. Así como Jesús en el Evangelio, caminando sobre las aguas llegó hasta la barca de los discípulos y con una sola orden de su voz calmó la tormenta que amenazaba con hundirlos, así también Jesús Eucaristía, el mismo Jesús del Evangelio, llega hasta las tormentas que arrecian en nuestras vidas y, con un solo gesto de su mano, o con su solo Querer divino, aquieta las turbulencias que amenazan con hundirnos en el transcurrir de la vida terrena. Jesús Eucaristía da la paz de Dios al alma que a Él acude, y la asienta tan en lo profundo del corazón, que nada ni nadie puede quitar esa paz al alma.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien abre las puertas de su corazón a Jesús Eucaristía –en efecto, Él está a las puertas de nuestros corazones y golpea, y si alguien le abre, Él entra y cena con el que lo invita a pasar a su interior-, nada puede temer, porque se sabe perdonado y amado por Dios, hasta el punto de ser adoptado como hijo suyo muy querido, y esto, a pesar de nuestras miserias. El pecador no solo no debe temer el acercarse a Jesús Eucaristía sino que, porque es pecador, debe acercarse sin el más mínimo temor, porque Él ha venido por nosotros, los pecadores, y no por los justos, que no necesitan médico. Jesús Eucaristía nos recibe con todas nuestras miserias, nos perdona, nos consuela con el aceite de su gracia, nos venda nuestras heridas con su Amor, y nos introduce en ese océano de Amor y Misericordia que es su Sagrado Corazón Eucarístico. Quien se acerca a Jesús Eucaristía debe dejar las miserias propias de esta vida terrena; debe dejar de anhelar las cosas bajas y rastreras de este mundo; debe dejar de ser atraído por la apariencia de este mundo y de esta vida, cuya consistencia es como la de una flor de campo, y cuya duración es “como un soplo”. Adorar y amar a Jesús Eucaristía significa dejar de lado nuestras miserias y comenzar a gozar, ya desde esta vida terrena, y en medio de las tribulaciones y persecuciones, la alegría de ser hijos de Dios en el Hijo de Dios, Dador del Espíritu junto al Padre, que a cambio del Don del Espíritu de Amor, nos pide amor, a Dios y al prójimo. Adorar y amar a Jesús Eucaristía significa abrir las puertas del corazón para que entre en él el Amor del Corazón de Jesús, Amor que no solo permite perdonar a quien nos hace algún daño, sino que es el Amor mismo de Dios, que permite “amar al enemigo” con el mismo Amor sobrenatural y divino con el que Jesús nos amó desde la Cruz, a aquel prójimo que critica, que hiere, que ofende, que calumnia, que maldice. Sólo con el Amor misericordioso del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, el adorador puede ser misericordioso con su prójimo, incluido en primer lugar su enemigo, imitando así al Padre, que por misericordia nos amó primero a través de su Hijo en la Cruz, siendo nosotros sus enemigos. Sólo con el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, puede el adorador amar no sólo a quien lo ama, sino ante todo, a aquel que, por un motivo circunstancial, es su enemigo, esforzándose así por “ser perfectos” en el Amor, como “es perfecto el Padre que está en el cielo”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien tiene su tesoro puesto en Jesús Eucaristía, tiene en este tesoro su corazón y en este tesoro de valor incalculable, está su recompensa, que es el mismo Corazón de Dios, que arde en el Fuego del Divino Amor. Quien ama lo terreno, lo mundano y lo pasajero, tiene su corazón puesto en las cosas terrenas, mundanas y pasajeras, y allí no encuentra ni calma, ni paz, ni alegría, sino solo muerte, oscuridad y desolación, porque en esas cosas bajas no está el Amor de Dios, el Fuego que envuelve al Corazón Eucarístico de Jesús. Y así el alma que se llena de las cosas del mundo –la vanidad, la soberbia, la gula, la ira, la avaricia-, se vacía toda del Amor de Dios y queda vacía de todo tesoro agradable al Padre, siendo su recompensa la tristeza, la angustia y la desesperación. Quien ama a Jesús Eucaristía, recibe de su Sagrado Corazón, que late vivo, glorioso, radiante y lleno de la luz, de la vida y del Amor de Dios, recibe su bendición y su gracia, que lo vuelve una imagen viviente suya, convirtiendo el corazón del adorador eucarístico en una copia viva del Corazón de Jesús, manso y humilde y misericordioso, lleno de la bondad y de la paz divina. Quien ama a Jesús Eucaristía, lo hace porque su corazón se configura al Corazón de Nuestra Señora de la Eucaristía, Corazón Purísimo y lleno del Espíritu Santo, que jamás amó ni deseó otro amor y otra gloria que la de su Hijo y la del Padre.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El corazón del adorador eucarístico, aun con todas sus miserias y debilidades, debe ser refugio y consuelo del Dios de la Eucaristía, quien en estos días de oscuridad en los que vive la humanidad, se encuentra solo en su agonía, así como se encontró solo en el Huerto de Getsemaní cuando sus discípulos, en vez de orar y acompañar con su oración a Jesús, llevados por el desamor, la frialdad y la indiferencia, se dejaron abatir por el sueño, mientras sus enemigos, movidos por el odio que ardía en sus corazones contra el Cordero de Dios, se movían a toda velocidad en medio de las tinieblas de la noche, o más bien eran las tinieblas vivientes quienes, en medio de la oscuridad, los guiaban al encuentro del Redentor para que lo apresaran, sabiendo de antemano que sus discípulos dormían. Hoy también se repite la misma escena: mientras los enemigos de la Iglesia y la Eucaristía se mueven, incluso dentro de la misma Iglesia, para destruir la fe en la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús en la Eucaristía, sus discípulos, sacerdotes y laicos, la gran mayoría, llamados a orar junto al sagrario noche y día en defensa del Dios del sagrario, en vez de hacerlo, y llevados como los discípulos por la indiferencia y el desamor, o duermen, o bien se distraen con los atractivos vanos y falsos del mundo –el placer, la diversión, el dinero, el ocio-, dejando a Jesús Eucaristía solo en el tabernáculo, abandonado a las manos de sus enemigos. El adorador eucarístico, que ama a Jesús Eucaristía, debe reparar por el sueño indiferente de los apóstoles de ayer y de hoy, y permanecer al pie del sagrario, de rodillas ante la custodia, con su corazón contrito y humillado, depositado en las manos de María Santísima, para ofrecerse como víctima en la Víctima y así reparar por tanto odio, por tanto desamor, por tanta indiferencia, por tanta ingratitud de los hombres hacia Jesús Eucaristía. Jesús Eucaristía busca refugio y consuelo y mendiga el amor del adorador eucarístico, aun cuando el corazón del adorador esté lleno de miserias. ¿Vamos a negarle un refugio al Dios de la Eucaristía? ¿No somos capaces de hacerle un lugar en nuestros corazones, para que pueda allí el Señor de la Eucaristía, reposar su Cabeza y olvidar, aunque sea por un instante, la ingratitud e indiferencia de la inmensa mayoría de los hombres?

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El adorador, al acercarse a Jesús Eucaristía, es inundado de su luz, de su paz, de su alegría, de su Amor, y de su Vida divina, por lo que se que convierte, a su vez, en instrumento del Corazón Eucarístico de Jesús para que la luz de Jesús llegue adonde hay obscuridad y para que su Amor alcance a los más fríos corazones. Cuando Jesús se le apareció a Santa Margarita de Alacquoque, le pidió su corazón y, luego de introducirlo en el suyo, se lo devolvió convertido en una llama de amor viva, con forma de corazón humano. De la misma manera, el adorador eucarístico que entrega su corazón, aun lleno de miserias, al Corazón Eucarístico de Jesús, ve su corazón convertido en una imagen viviente de este mismo Divino Corazón.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] El texto de las meditaciones está tomado y adaptado del siguiente sitio: http://www.siervosdeldivinoamor.com/index.php?mod=publica&modulo=2&art=1

No hay comentarios:

Publicar un comentario