domingo, 14 de agosto de 2016

Hora Santa en reparación por los ultrajes contra la Eucaristía a ser cometidos en la misa negra satánica programada para el día de la Asunción de la Virgen en Oklahoma, EE. UU.


          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la misa negra programada para el 15 de Agosto, día de la Asunción de María Santísima en la ciudad de Oklahoma, EE.UU. en ese día, una secta satánica planea burlarse sacrílegamente de la Eucaristía, de la Santa Misa y de María Santísima, Virgen y Madre de Dios. Nos sumamos al pedido del Arzobispo Mons. Paul Coakley, quien ha pedido reiteradamente que se suspenda dicho acto blasfemo y sacrílego. Acerca de la misa negra, el Arzobispo de Oklahoma ha dicho lo siguiente: “Es un grave sacrilegio y una blasfemia (…) Obviamente horrendo y ofensivo bajo todo punto de vista”. Las informaciones respectivas acerca de este horrible sacrilegio que intenta ser perpetrado por parte de sectas satánicas, se pueden encontrar en las siguientes direcciones electrónicas:http://www.citizengo.org/es/pr/36180-paremos-misma-negra-oklahoma;http://www.hispanidad.com/eeuu-miles-de-apoyos-para-detener-una-misa-negra-en-oklahoma.html

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).


Meditación. 

Nuestro Señor Jesucristo, Dios eterno por los siglos, engendrado y no creado en el seno del Padre desde la eternidad, siendo igual al Padre en naturaleza, majestad, gloria y poder, se encarnó en el seno virgen de María Santísima en el tiempo, en el Portal de Belén, Casa de Pan, para donarse como Pan de Vida eterna. Ese mismo Dios Hijo, que en cuanto Dios es la Vida Increada en sí misma y fuente de toda vida, y es la Gracia Increada en sí misma y fuente de toda gracia, se encarnó en el seno purísimo de la Virgen y Madre de Dios, María Santísima, para manifestarse y donarse al mundo como Pan Vivo bajado del cielo, y ese mismo Niño Dios, que manifestó su gloria en la Epifanía ante los Reyes Magos venidos de Oriente, que subió a la cruz y entregó su Cuerpo y derramó su Sangre para nuestra salvación, continúa donándose, como Fuente de Vida eterna y como Fuente de gracia, a las almas que lo reciben con fe y con amor, en el Pan Eucarístico, el verdadero Maná bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, que comunica la vida misma del ser trinitario a los hombres de buena voluntad. ¡Jesús, Dios de la Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística, Espero en tu Presencia Eucarística, te adoro en tu Presencia Eucarística, te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman en la Eucaristía!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el desierto, el Pueblo Elegido, en su marcha hacia la Tierra Prometida, Jerusalén, se alimentó del maná llovido del cielo y sació su sed con el agua cristalina que brotó de la roca golpeada por la vara de Moisés; en el desierto de la vida, el Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, en su marcha hacia la Jerusalén celestial, la Ciudad del Cordero, se alimenta del verdadero Maná llovido del cielo, el Maná que da el Padre celestial, la Eucaristía, y sacia su sed de paz y amor con la gracia santificante, que brota de la Roca que es Cristo, al ser su Corazón traspasado por la lanza del soldado romano. En el desierto, los miembros del Pueblo Elegido añoraban “las cebollas y la carne de Egipto”, que son los manjares terrenos y la atracción de la concupiscencia propia del hombre viejo, mientras que los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido, alimentándose del manjar de los cielos, el Pan de Vida eterna, el Cuerpo de Jesús resucitado, desprecian los manjares terrenos y rechazan la concupiscencia, porque el que se alimenta de la Vida nueva que concede el Pan Eucarístico, el Cuerpo glorioso y resucitado del Señor Jesús, nada desea y nada tiene en común con el hombre viejo y el mundo y sus falsos atractivos. ¡Jesús, Dios de la Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística, Espero en tu Presencia Eucarística, te adoro en tu Presencia Eucarística, te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman en la Eucaristía!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Los hebreos fueron preservados del paso del ángel exterminador por medio de la sangre del cordero, colocada en los dinteles de las puertas y los umbrales de las casas. De esa manera, el ángel exterminador, al ver la sangre del cordero, no hacía descender sobre el Pueblo Elegido la ira de Dios y los preparaba así para el éxodo que habría de comenzar y portarlos, luego de la travesía por el desierto, a la Jerusalén terrena, la Tierra Prometida. Los miembros del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, son librados del Juicio de Dios y protegidos de su ira cuando, estando en gracia, el ángel exterminador ve en sus labios y sus corazones la Sangre roja, rutilante, Preciosísima, del Cordero de Dios, y pasa de largo, recibiendo así los cristianos la Divina Misericordia y no su Divina Justicia, y es con esta Sangre, que además ahuyenta a los ángeles caídos, con la que los cristianos, bebiéndola del Cáliz de salvación y del Costado traspasado del Redentor, son fortalecidos para atravesar el desierto de la vida, para alcanzar la Jerusalén celestial, el Reino de Dios. ¡Jesús, Dios de la Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística, Espero en tu Presencia Eucarística, te adoro en tu Presencia Eucarística, te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman en la Eucaristía!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En la Última Cena, cuando Jesús pronuncia las palabras de la consagración sobre el pan y el vino “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo; tomad y bebed, esta es mi Sangre”, lo que hace es anticipar sacramental incruentamente el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio que habría de dar cumplimiento a su vez al acto sacramental del Jueves Santo. Y ambos, Santo Sacrificio de la Cruz y Última Cena, es decir, el sacrificio cruento en la cruz y su anticipación sacramental en el Cenáculo, se hacen presentes en el memorial de la Santa Misa, pero no como mero recuerdo simbólico, sino como presencia viva del misterio de Cristo que, por la Cruz, anticipada en la Última Cena y actualizada en la Santa Misa, se entrega con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía. Así, Última Cena, Sacrificio de la Cruz y Sacrificio del Altar, forman una unidad indisoluble que conforman, en su conjunto, el misterio pascual del Hombre-Dios Jesucristo, el Cordero de Dios que con su muerte en cruz quita el pecado del mundo, nos dona la filiación divina, nos abre las puertas del cielo y, en el don de su Sagrado Corazón Eucarístico, nos une al Padre en el Amor de Dios, el Espíritu Santo. ¡Jesús, Dios de la Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística, Espero en tu Presencia Eucarística, te adoro en tu Presencia Eucarística, te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman en la Eucaristía!

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Para quien quiera aprender a amar y adorar a Jesús Eucaristía, todo lo que tiene que hacer es contemplar a la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía. Con su “Sí” al Anuncio del Ángel, la Virgen adoró a su Hijo, la Verdad y la Sabiduría de Dios, con su mente sapientísima, libre de todo error, de toda herejía, de todo cisma y de toda falsedad acerca del Verbo de Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios; con su “Sí” a la Voluntad de Dios, comunicada por al Ángel, por el cual le comunicaba que Ella habría de ser la Madre de Dios, la Virgen amó y adoró a su Hijo, la Palabra de Dios, en su Inmaculado Corazón, inhabitado por el Espíritu Santo, el Amor de Dios, con su “Sí” al plan salvífico de Dios, que establecía la Encarnación del Verbo para que fuera visible a los ojos de los hombres y tuviera un Cuerpo para ofrendarlo en el altar de la cruz y en la cruz del altar, la Virgen adoró, con su cuerpo purísimo, a Dios Hijo que se encarnaba en su seno virginal, y así la Virgen se convirtió en Nuestra Señora de la Eucaristía, porque en Ella la Divinidad del Verbo se recubrió con un Cuerpo, recibió su sangre materna para nutrirse, y le fue creada e insuflada su Alma santísima en el momento de la Encarnación. Quien desee aprender a adorar y amar a Jesús Eucaristía, que contemple a Nuestra Señora de la Eucaristía, que alojó en su Mente sapientísima, en su Corazón Inmaculado y en su Cuerpo Purísimo, a la Palabra de Dios hecha carne, a Jesús, el Hijo de Dios, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, la Eucaristía. ¡Jesús, Dios de la Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística, Espero en tu Presencia Eucarística, te adoro en tu Presencia Eucarística, te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman en la Eucaristía!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


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