jueves, 17 de marzo de 2016

Hora Santa y rezo del Rosario en reparación por los ultrajes a Nuestra Señora de los Dolores en Pamplona


Imagen de Nuestra Señora de los Dolores, 
ultrajada por los insultos en ocasión de una
procesión en Pamplona, España,
a inicios del mes de marzo de 2016.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los insultos sufridos por la Virgen, ocurridos en Pamplona a inicios del mes de marzo de 2016. La noticia acerca de este nuevo ultraje a la Madre de Dios, que salía en procesión por las calles de Pamplona bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, puede consultarse en el siguiente sitio electrónico: http://www.infovaticana.com/2016/03/14/insultan-a-la-virgen-en-pamplona-durante-una-procesion/; Por medio de la Hora Santa y el Rosario meditado, queremos ofrecer reparación al Inmaculado Corazón de María, al tiempo que pedimos por nuestra conversión y la de nuestros prójimos, los que la ofendieron con sus insultos.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Virgen Santísima, Madre Inmaculada, Nuestra Señora de los Dolores, que estás de pie, al lado de la cruz, llorando por la agonía y muerte de tu amadísimo Hijo Jesús; es aquí, en la cima del Monte Calvario, en donde la profecía del anciano Simeón –“una espada de dolor te atravesará el corazón” (Lc 2, 35)- alcanza su más doloroso cumplimiento, porque ver a tu Hijo agonizar y morir en medio de los más terribles dolores que jamás nadie pueda siquiera imaginar, tritura de angustia, pena y dolor a tu Inmaculado Corazón, y así crees desfallecer por la inmensidad del dolor que te invade, y de hecho habrías muerto ya hace tiempo, agobiada por el dolor, si no te sostuvieran el Divino Amor y la misma fortaleza de Dios Padre. De rodillas ante tu Hijo que muere por mí en la cruz, beso sus pies heridos y sangrantes, y te pido que intercedas, Madre Mía, para que por la Sangre de ellos derramada y por el dolor sufrido en sus pies clavados al madero, nunca dirija mis pies por el camino del pecado, sino que mis pasos se encaminen siempre hacia el Calvario. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, en la cima del Monte Calvario derramas amargas lágrimas de dolor por la muerte del Hijo de tu Amor. Son nuestros pecados -los pecados de todos los hombres de todos los tiempos-, los que han llevado a la cruz al Dios del infinito y eterno Amor. Son los pecados de toda la humanidad: los pecados de pensamiento, las palabras obscenas, los sentimientos lascivos, las concupiscencias, las maldades de toda clase, los que crucifican al Hijo de tu Corazón y lo atenazan con duros clavos de hierro. Son los pecados de impureza, de lujuria, pero también los pecados de soberbia, de vanagloria, de vanidad, de envidia, de ira, de pereza, de gula, los que flagelan, coronan de espinas y finalmente clavan a tu Hijo al madero, haciéndolo morir con dolorosísima agonía. Y Tú, al compartir espiritual y místicamente los dolores físicos y espirituales de tu Hijo, te sientes morir en vida, porque la agonía de Jesús es tu agonía, sus dolores son tus dolores, su muerte es tu muerte, porque Él es la Vida de tu alma purísima y si muere Jesús, muere la Vida de tu alma dejándote sin vida y así tú sientes que mueres de dolor, aun estando viva. Oh María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, por la dolorosísima agonía de Jesús y por los acerbos dolores de tu Inmaculado Corazón, intercede ante Jesús para que nuestros corazones, oscuros, fríos, endurecidos por el desamor y el pecado, “fuente y origen de toda clase de cosas malas” (Mt 15, 19), sean convertidos, por la gracia santificante que brota con la Sangre del Corazón traspasado de Jesús, en copias vivas de tu Inmaculado Corazón y del Corazón de Jesús; te suplicamos, oh Madre de Dios, que intercedas para que, por la gracia santificante, nuestros corazones sean cándidos, puros, inocentes, cristalinos como el agua, diáfanos como la luz del día, transparentes y puros como el agua de un límpido manantial. Danos, oh Madre amantísima, la virtud del candor, que concede pureza e inocencia a los corazones, para que no solo jamás alberguemos sentimientos y pensamientos malos, sino para que nuestros sentimientos y pensamientos sean los de tu Corazón Purísimo y los del Sagrado Corazón de Jesús. Madre de la Divina Gracia, Medianera de todas las gracias, intercede ante tu Hijo Jesús para que, acudiendo a los Ríos de la Gracia del Sacramento de la Penitencia, penetren en nuestros corazones los manantiales de agua purísima que brotan del Corazón traspasado de Jesús, manantiales de gracia que limpien toda impureza y suciedad del pecado y los conviertan en luminosas imágenes vivientes de tu Corazón y el de tu Hijo. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que sufres el Viernes Santo por tu Hijo que muere en la cruz, pero sufres también por los hombres, a quienes adoptaste como hijos por pedido de Jesús; intercede para que la epidemia del pecado mortal, que azota al mundo entero y que da muerte al alma apartándola de la comunión de vida y de amor con Dios, sumergiéndola en las más densas tinieblas y encaminándola hacia el Abismo de la eterna perdición, desaparezca del corazón de los hombres por la Sangre del Cordero “como degollado” (Ap 5, 6). Atrae hacia el Calvario, Nuestra Señora de los Dolores, con el dulce amor de tu Inmaculado Corazón, a todos los hombres, para que participen de la muerte en cruz de Jesús del Viernes Santo, única forma de morir al hombre viejo, el hombre que sucumbe a las tentaciones del demonio y a las seducciones del mundo, huyendo de la Santa Cruz, para deleitarse con los placeres terrenos. Oh María, Nuestra Señora de los Dolores, haz que los hombres, atraídos por la fuerza del Amor del Corazón traspasado de Jesús, sean capaces de apreciar los Sacramentos, fuentes de Gracias y que los aprecien como momentos de gracia salvífica y no como falsamente los interpreta el mundo, como meros símbolos vacíos, carentes de significación para la salvación. Oh María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, puesto que tu Hijo Jesús nos redime a través de su Pasión, Muerte en cruz y Resurrección y cuya gracia salvífica nos llega por los Sacramentos: intercede que por los cruentos dolores que sufrió en el Calvario el Viernes Santo, los hombres reciban la luz del Espíritu Santo, luz celestial que ilumine sus mentes y corazones, a fin de que puedan distinguir lo Divino y Sagrado de la Iglesia, sobre todo los Sacramentos, y entre estos, aquellos más habituales, la Sagrada Eucaristía y la Penitencia: hoy son decenas de miles quienes piensan que los sacramentos son meras convenciones sociales y culturales, y es así como privan a los niños del Bautismo, de la Comunión y de la Confirmación, y ellos mismos se privan, guiados por este oscuro pensamiento, del Santísimo Sacramento del Altar, la Divina Eucaristía. Madre de Dios, ruega a tu Hijo Jesús para que envíe el Espíritu Santo sobre el mundo entero, sobre todas las almas, para que todos sean capaces de contemplar, con la luz de la gracia, la inefable luz celestial que irradia Jesús desde la Eucaristía y su Amor misericordioso que se derrama sobre las almas por el Sacramento de la Penitencia.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Virgen Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que sientes tu Inmaculado Corazón aplastado y estrujado por el dolor de ver a tu Hijo agonizar y morir, desangrado y en medio de dolores inenarrables, sobre el ara santa de la cruz; por los dolores que experimentó el Sagrado Corazón y por la Sangre que derramó por nuestra salvación, tú que lograste que tu Hijo realizara el primer milagro público en Caná de Galilea, ruega por nosotros, para que bañados en la Sangre que brota a raudales de su Corazón traspasado, convirtamos nuestros duros y fríos corazones, cerrados al Amor de Dios, en corazones inhabitados por el Divino Amor en donde Dios Trino sea amado, bendecido y adorardo. Que nuestros corazones, que sin la gracia de Dios están volcados hacia las cosas bajas de la tierra -tal como hace el girasol durante la noche-, por la gracia de la cual tú eres, oh Madre nuestra del cielo, su Celestial Mediadora, sean capaces de despegarse de las cosas del mundo y, también como hace el girasol al amanecer, que ya ante la presencia de la Estrella de la Aurora comienza a erguirse para centrarse en el sol y seguirlo en su recorrido por el firmamento, también nuestros pobres corazones, ante tu presencia, Estrella de la Mañana que anuncias el Nuevo Día -el día de la gracia, el día de los hijos de la luz, el día de los hijos de Dios-, desapegados de las falsas y vanas atracciones mundanas, se eleven hacia la Eucaristía, Sol de justicia que ilumina las almas con la Luz eterna del Ser divino. Y así, apartados de todo lo mundano, nuestros corazones se conviertan a tu Hijo Presente en la Eucaristía, para que reciban la radiante luz celestial que da la Vida eterna y vivifica con la vida misma de Dios Trino a quien ilumina.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Madre Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que viertes amargas lágrimas al pie de la cruz porque a causa de nuestros pecados, muere de dolorosa muerte tu Hijo Jesús. Oh Madre nuestra, que en el Calvario ves cumplida, con creces, la profecía que te hiciera Simeón: “Una espada de dolor te atravesará el Corazón” (Lc 2, 33-35); te suplicamos, Madre Amantísima, que intercedas ante tu Hijo para que despertemos del letargo espiritual y así iniciemos, con la gracia del Espíritu Santo, la conversión del corazón por medio de una contrición perfecta y comencemos a vivir la vida de los hijos de Dios, la vida de la gracia, vida que anticipa la vida de la gloria en el Reino de los cielos. Pero solo seremos capaces de convertirnos si la Sangre Preciosísima de tu Hijo cae sobre nuestras almas, sobre nuestros corazones; sólo si somos bañados por la Sangre y el Agua que brotaron del Corazón traspasado de Jesús (cfr. Jn 19, 34), nuestros corazones serán lavados y purificados de su malicia y quedarán inmaculados, límpidos, traslúcidos, más blancos que la nieve, porque solo su Sangre “quita los pecados del mundo” (cfr. Jn 1, 29) y concede, al mismo tiempo, la Vida misma de Dios, la vida de la gracia, la participación en la vida divina de Dios Uno y Trino.

         Meditación final.

Oh María, Nuestra Señora de los Dolores, que lloras por la muerte de tu Hijo en la cruz, pero lloras también por la muerte de tus hijos por nacer en el vientre materno, víctimas del aborto, te pedimos especialmente por estos niños –y también por sus madres-, para que por tu intercesión, sean llevados ante la Presencia de Cordero, que derramó su Sangre por ellos, para que se alegren por su contemplación y lo adoren por los siglos sin fin.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

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