jueves, 16 de abril de 2015

Hora Santa en honor y desagravio al Inmaculado Corazón de María




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y desagravio al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Al Corazón benigno de María”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario. Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         María, tú fuiste concebida sin mancha de pecado original e inhabitada por el Espíritu Santo, para alojar en tu seno virginal al Verbo de Dios hecho Carne (cfr. Lc 1, 28); por esta condición tuya de ser la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia, recibiste al Verbo del Padre, que es la Verdad de Dios, en tu Mente Sapientísima, libre de errores y de dudas; por estar tu Corazón Inmaculado, lleno del Amor del Espíritu Santo, lo recibiste con el mismo Amor con el que lo ama el Padre en la eternidad, y por ser Virgen Inmaculada y Purísima, lo concebiste en tu Cuerpo virginal Purísimo, sin intervención humana; te pedimos, Virgen y Madre, haz que, por la gracia, a imitación tuya, recibamos al Verbo de Dios Encarnado, Jesucristo Dios, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, con una fe y una mente libres de errores, con un corazón lleno de amor por su Presencia Eucarística y con un cuerpo casto y puro según nuestro estado de vida. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, tú concebiste al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo y lo alojaste por nueve meses, para darlo a luz virginalmente en el Portal de Belén como Pan de Vida eterna y cuando lo diste a luz, el Portal se iluminó con el resplandor de gloria eterna que emanaba del Ser divino del Niño de Belén (cfr. Lc 2, 1-14); te pedimos, Virgen Santísima, que hagas que nuestros corazones, oscuros y fríos como el Portal de Belén antes del Nacimiento del Niño Dios, den a luz y se alegren por el Nacimiento del Niño Dios en ellos; haz que el Niño Dios nazca por la gracia en nuestros corazones, para que nuestros corazones resplandezcan y se iluminen con la luz de su gloria divina, así como el Portal de Belén se iluminó con la luz de la gloria celestial la Noche de Navidad. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, cuando tú presentaste al Niño en el templo, el anciano Simeón profetizó que “una espada de dolor atravesaría tu Corazón” (cfr. Lc 2, 35) y esa espada de dolor sería la Pasión y Muerte en cruz de tu Hijo Jesús. ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía, esa espada de dolor está formada por mis pecados, porque mis pecados, nacidos de mi propia malicia, son los que crucifican a tu Hijo en la cruz! Concédeme, Nuestra Señora de los Dolores, la gracia de un corazón contrito y humillado, para que llore mis pecados y prefiera morir antes que volver a ofender a Jesús con la malicia de mi corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, cuando Jesús tenía doce años, subió contigo y con San José a Jerusalén, para cumplir con el edicto del censo del emperador (cfr. Lc 2, 41-50). Luego del censo, Jesús permaneció en el templo, respondiendo a las preguntas de los doctores de la Ley, quedándose en medio de ellos, mientras tú y San José regresaban a Belén, pensando cada uno que el Niño estaba con el otro. Al cabo de tres días de marcha, se dieron cuenta que el Niño no estaba con ninguno de los dos, lo cual los llenó de gran angustia, al pensar que habían perdido a Jesús, debiendo regresar a toda prisa a Jerusalén, en su búsqueda. Finalmente, lo encontraron en el templo, en medio de los doctores de la Ley, respondiendo a sus preguntas. También a nosotros nos sucede que, en el peregrinar de la vida, perdemos de vista a Jesús, porque marchamos en dirección contraria al lugar donde se encuentra Jesús: el templo, el sagrario, la Eucaristía. Muchas veces, perdemos de vista a Jesús y pensamos que lo hemos perdido y no nos damos cuenta que Jesús está en el templo, esperándonos, para responder nuestras preguntas y para darnos su Amor. María, tú que encontraste a tu Hijo al cabo de tres días, haz que lo encontremos allí donde se encuentra Jesús: en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, tú acompañaste a tu Hijo a lo largo del Via Crucis y estuviste con Él al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 25-27), acompañándolo y dulcificando su dolorosísima agonía de tres horas, con tu amorosa presencia maternal, permaneciendo de pie, al lado de la cruz, desde que fue crucificado, hasta que murió. De esa manera, ofreciste a Jesús al Eterno Padre, por la salvación del mundo, como Víctima Pura y Santa; te pedimos, María Santísima, que también a nosotros, hijos tuyos adoptivos, nos acompañes por el Camino del Calvario, el Camino de la Cruz, para que muriendo al hombre viejo, junto a Jesús, podamos renacer al hombre nuevo, a la vida de los hijos de Dios, la vida de la gracia, para ser ofrecidos por ti al Padre, en Jesús y con Jesús, como víctimas en la Víctimas Pura y Santa, Cristo Jesús, por la salvación de nuestros hermanos los hombres. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Canto final: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

        


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