viernes, 30 de enero de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario en honor al Inmaculado Corazón de María


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario. Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección). 

          Meditación

María, tú fuiste creada sin mancha de pecado original e inhabitada por el Espíritu Santo y esto fue lo que llevó a la Santísima Trinidad a enamorarse de ti, porque tu Corazón Inmaculado, desde el primer instante de tu Inmaculada Concepción, no solo se vio libre de todo amor mundano y profano, sino que amó con toda su intensidad a Dios, Uno y Trino, y solo a Él. En tu Inmaculado Corazón sólo había gracia y amor y nada más que gracia y amor y por la luz de la gracia y la hermosura del amor que en él inhabitaban desde siempre, tu Inmaculado Corazón fue, desde el inicio, un nido de luz y de amor, en donde reposó y reposa, para siempre, la Dulce Paloma del Espíritu Santo. Oh María Santísima, Madre de Dios, intercede ante tu Hijo Jesús, para que recibamos la gracia de tener un corazón puro e inmaculado como el tuyo, lleno de la gracia y del Amor del Espíritu Santo y haz que nada amemos sino a tu Hijo Jesús en la Eucaristía, y que lo amemos con el mismo Amor con el que Tú lo amas. Amén.



Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

     María, por ti vino al mundo la Luz, la Sabiduría y la Misericordia de Dios, Jesucristo, tu Hijo. Tú fuiste el Portal de luz y de amor que dio paso a nuestro Redentor y Salvador, Jesús, Dios de infinita bondad y majestad. Por tu humildad y tu docilidad a la gracia y por el Amor de Dios que inhabitaba en ti, alojaste en tu Mente sapientísima, en tu Corazón Inmaculado y en tu Cuerpo virginal, al Verbo Eterno del Padre, Jesús de Nazareth, y luego lo diste al mundo, virginal y milagrosamente, para que tu Hijo se donara al mundo como Pan de Vida eterna. Concédenos, Virgen Santísima, la gracia de ser como tú, por medio de la gracia, imitándote en la Encarnación, cuando por medio de tu “Sí” a la Voluntad del Padre, recibiste al Verbo de Dios en tu mente, en tu Corazón y en tu Cuerpo virginal; concédenos la gracia de imitarte en la gracia y en el amor, para que, a semejanza tuya, que recibiste al Verbo de Dios luego del anuncio del ángel, en tu Mente, en tu Corazón y en tu Cuerpo, así también nosotros recibamos a tu Hijo en la Eucaristía, con una mente libre de errores, un corazón encendido en el Amor de Dios y un cuerpo casto y puro, para que luego lo demos a conocer al mundo por medio de las obras de amor hacia nuestros hermanos más necesitados, y nos convirtamos así en “luz del mundo y sal de la tierra”. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

     María, tú nos engendraste, celestial y sobrenaturalmente, en tu Inmaculado Corazón, como hijos adoptivos tuyos al pie de la cruz cuando Jesús, en una muestra suprema del Amor de su Sagrado Corazón, nos dio a ti como nuestra Madre, encargándote así nuestra eterna salvación. Que tú seas nuestra Madre, es el don más grande del Amor Divino, luego de la Eucaristía, porque eso significa que Dios quiere darnos su Amor y así salvarnos a toda costa, porque aun hasta el pecador más empedernido, ama a su madre, y porque siendo tú nuestra Madre, no dejarás, literalmente, de mover cielo y tierra, para que alcancemos el Reino de los cielos, porque una madre hace todo lo que esté a su alcance, incluso dar su propia vida, con tal de salvar a su hijo, y tú diste tu vida por nosotros, cuando ofreciste al Padre, al pie de la cruz, a tu Hijo Jesucristo, para nuestra salvación, y así diste tu vida porque Jesús era la Vida de tu vida. Virgen Santa, Madre nuestra del cielo, pídele a Jesús que nos de la gracia de amarte a ti con un amor de hijo, pero no con nuestro pobre y mísero amor humano, sino con el mismo Amor con el que te ama Jesús, el Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo, para que siendo dignos hijos tuyos en la tierra, permanezcamos siempre a tu lado, al pie de la cruz, y cobijados por tu Manto celestial, seamos llevados al cielo, donde tú habitas con Jesús, por los siglos sin fin. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         María, tú eres la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza soberbia del Dragón infernal, porque a ti te fue participada la omnipotencia divina, por ser la Madre de Dios, y es por eso que el Dragón y el infierno entero, ante tu solo nombre, huyen, temblando de terror y de espanto; María, tú eres la Mujer del Apocalipsis, que lleva en sus brazos a su pequeño Hijo, y lo pone a salvo huyendo al desierto con las alas de águila que te fueron concedidas, librándolo así del vómito de la Serpiente Antigua, que con un río de blasfemias e impurezas pretendía vanamente ahogarlo. Virgen Santísima, Vencedora del Dragón infernal, danos la gracia, a nosotros, tus hijos adoptivos, de aplastar las tentaciones, el señuelo venenoso y perverso del Maligno Enemigo de las almas; danos la gracia de ser como niños pequeños, para que nos lleves entre tus brazos maternales, como llevaste a tu Hijo Jesús, para que nos pongas a salvo del vómito del Dragón: el relativismo, el materialismo, las ideologías sectarias, el comunismo, el paganismo, el panteísmo, el hedonismo, y todo lo que nos aleja de Dios; danos la gracia de volar, con alas de águila, que es la gracia santificante, al desierto de la oración, de la penitencia, del ayuno, del sacrificio y de la limosna, para que seamos conducidos, al final de nuestra vida terrena, a la Jerusalén celestial. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         María, tu Inmaculado Corazón está circundado de espinas, las cuales, formando una corona, estrechan tu Inmaculado Corazón y al estrecharlo, te provocan inmensos dolores, porque cuando tu Corazón se expande con los latidos, estas espinas se clavan y se incrustan en él, y cuando tu Corazón se retrae, luego de haber expulsado la sangre que contenía, esas mismas espinas lo desgarran, provocándole laceraciones y aumentando tu dolor a un dolor que sólo es comparable al del Sagrado Corazón. Virgen María, esas espinas, que rodean y estrechan tu Inmaculado Corazón, son la materialización de nuestros pecados, que si a nosotros no nos producen dolor, sino placer de concupiscencia, a ti, en cambio, te provocan dolores inenarrables. Virgen Santísima, concédenos un vivísimo y agudísimo dolor de los pecados, la contrición perfecta del corazón, para que no solo rechacemos el pecado, porque eso enturbia el alma, quitándole la paz y la felicidad, sino que, ante todo, detestemos el pecado –mortal o venial deliberado- como tú lo detestas, por ser éste una ofensa plena de maldad a la Bondad infinita y al Amor Eterno de Dios. Concédenos la gracia de detestar el más mínimo pecado y la más pequeña imperfección, para que en nosotros habite el perfecto Amor de Dios y así lo amemos, lo adoremos y le tributemos honor y alabanza en todo tiempo, a semejanza tuya, aquí en la tierra, en la Eucaristía, para que continuemos amándolo, adorándolo, dándole gracias, por toda la eternidad, junto a ti, en el Reino de los cielos. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

        Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles".



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