Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por un ultraje cometido contra la Eucaristía por un sacerdote católico: la dejó
caer “exprofeso”, para no dar la comunión en la boca. Para mayores datos acerca
de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
https://www.riposte-catholique.fr/archives/177182
Canto
de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
La
pureza del alma en gracia, la hermosura del alma que está en estado de gracia
santificante, estaba representada en el Antiguo Testamento en diversas maneras:
por ejemplo, la limpieza del templo y la purificación previa del sacerdote para
ingresar en el templo. Esta pureza legal del sacerdote y del templo del Antiguo
Testamento, era figura de la pureza que debe tener el alma, por medio de la
gracia santificante, y la castidad que debe observar el cristiano, como templo
de Dios que es por medio del Bautismo sacramental[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
En
el Antiguo Testamento, el sacerdote no podía poner un pie en el templo si antes
no se lavaba y purificaba, además de usar prendas de lino purísimo y blanquísimo.
En el Levítico se dice: “No entrará en el Santuario (el sacerdote) si no es que
primero se vista de una túnica de lino y se ciña con un cinto de lino y cubra
su cabeza con lino. Estas vestiduras son santas, con las cuales todas se vestirá
después que estuviere lavado” (16). Es decir, todo debía ser de lino blanco,
puro y limpio y casto en quien ha entrado Dios, porque no es más entrar un
hombre en el santuario, que entrar el Espíritu Santo en el hombre y hacerle su
santuario[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El
alma que recibe a Dios en sí por la gracia santificante, se ha de lavar primero
con lágrimas de verdadera penitencia y contrición y con la Sangre del Hijo de
Dios después, Sangre que se le aplica por medio de los Sacramentos, canales por
donde fluye la gracia santificante que brota del Ser divino trinitario de
Cristo Dios. Luego se debe vestir de lino blanco, es decir, que debe conservar
su cuerpo puro y casto, que es como una túnica del alma[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
En
el Antiguo Testamento, la vestidura de lino blanco es representación de la
castidad, porque el lino no nace de carne como la lana y para venir a la
limpieza y blancura que tiene, cuesta mucho trabajo y afán. Después de sembrado
y regado y recogido y seco, lo vuelven a mojar y secar muchas veces y luego lo
maceran con muchos golpes y lo deshacen; después lo rastrillan, lo hilan y
curan al sol, secándolo y enjugándolo muchas veces; aun después de todo esto,
es menester, para conservarlo limpio y blanco, lavarlo a menudo con jabones, lejías
y coladas. De la misma manera la castidad ha de costar muchas diligencias y
trabajos de penitencias; muchos golpes de disciplina, deshaciéndose el hombre
viejo; con cilicios se ha de rastrillar, con la oración a la luz del cielo se
ha de beneficiar y después de alcanzada, para conservarla no ha de haber
descuido, sino que con fuertes lejías de cenizas, con humillaciones y
penitencias se ha de sustentar: de manera que tenga el cuerpo por ejercicio de
virtudes, la limpieza y pureza que por su naturaleza no tiene[4].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Otra
causa por la que conviene a los que están en gracia conservar sus cuerpos en la
santificación y honor de la castidad o continencia, es porque, como dice el
Apóstol, se hacen miembros de Cristo, espejo de toda pureza y limpieza y así
exhortando a la castidad, dice San Pablo: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son
miembros de Cristo?” (1 Cor 6, 15). Esto es más que ser templos y por ser el
que está en gracia templo del Espíritu Santo, debe tener la pureza celestial
que solo la gracia santificante de Nuestro Señor Jesucristo puede conceder. Esto
es así, porque Jesús es Purísimo y Castísimo -como la Madre de Dios, la Virgen-
y así, quien se hace un cuerpo con Él, ha de ser castísimo, purísimo,
limpidísimo[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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