Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la profanación sacrílega de la Santa Misa, cometida por un sacerdote al celebrar
la misma subido a unos zancos, como si se tratara de un espectáculo circense. Para
mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente
enlace:
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2022/11/sacerdote-en-zancos-celebra-misa.html
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Afirma
un autor que, estando el alma en gracia, no debe nunca “abrir la puerta al pecado
mortal”[1]. Y otros grandes santos
afirman que el pecado mortal es la desgracia más grande que pueda sucederle a
una persona en esta tierra, comparada con la cual, la mayor desgracia de este
mundo es literalmente nada.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
San
Ignacio de Loyola, en las meditaciones de sus Ejercicios Espirituales, relata
tres casos de pecados mortales, que significaron pérdidas irreparables para sus
autores: el pecado mortal de soberbia del Ángel caído, que le valió el ser expulsado
para siempre del Reino de los cielos, pecado por el cual arderá por la
eternidad en el Infierno; el pecado mortal también de soberbia de Adán y Eva, que
les significó la pérdida de la gracia santificante y la expulsión del Paraíso,
no solo para ellos sino para todos nosotros, sus descendientes; finalmente, el
pecado mortal de un hombre anónimo, que muere sin arrepentirse y sin confesarse
del mismo, lo cual le vale la eterna condenación en el lago de fuego que es el
Infierno.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Advierte
un autor que toda precaución, en relación al pecado mortal, no es exagerada,
porque si se abre la puerta para admitir con advertencia un pecado venial, se
llenará el alma de ellos y así se pide aquí con más razón que no tenga manchas,
que no cometa, al menos conscientemente, ningún pecado venial, para que no caiga
en nada más[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Esto
se significa en lo que sucedió a los israelitas en el desierto, cuando habiendo
fabricado solo un dios falso, exclamaron: “Estos son tus dioses, Israel” (Éx
3). Lo cual, considerando San Juan Crisóstomo, dice: “Un becerro solo fue
fabricado y aclama el pueblo desagradecido: “Estos son tus dioses. Estos dioses
dice, mirando a uno: ¿por qué dice “estos dioses”? Para mostrar que no solo
adora al que ve, sino que también anuncia la multitud de dioses que tendrá”,
porque adorando a uno, adoraría luego a muchos otros falsos dioses. Análogamente,
si nuestro corazón se tuerce, inclinándose a la creatura, se inclinará luego a
muchas otras y faltando el respeto a Dios en una cosa, no se detendrá en esa
sola, sino que añadirá “pecados a pecados”, como dice el Sabio (Ecl 3)[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Comentando
este pasaje un monje, llamado Fausto, declara lo siguiente: “¿En qué consiste
esto de “añadir más al pecar”? En que, si me empezare a combatir la pasión de
cualquiera murmuración, si no tuviere luego dolor de este vicio, mañana me vendrá
tanta facultad o fuerza para cometerla, que no me podré apartar ni contenerme y
así no podré enmendarme. ¿Comencé a consentir en la soberbia? ¿Quebranté la
regla? Si no me pesa luego, la violencia de la costumbre me arrebatará de un
día en otro a hacerlo de muy buena gana y el ímpetu de la pasión hará que aun
no entienda haber faltado ni que sienta que he pecado, porque oscurece y hunde
al entendimiento y sentido de la falta, la continuidad de faltar”[4]. Esta es la razón por la
cual debemos siempre pedir la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal
o venial deliberado.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Te vengo a pedir, oh Madre de Dios”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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