Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por ultraje a imagen de San
Expedito en Leales, Argentina. Pedimos también por la conversión de quien
cometió este ultraje contra la imagen de un santo de Dios Uno y Trino.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Una
de las obras con la que el alma muestra su amor a Dios es la de la paciencia,
sufriendo por Él, con Él y en Él. En el Deuteronomio se dice: “Cuando buscares
a tu Dios, le hallarás; pero si le buscares de todo corazón y con toda la
tribulación de tu alma” (4, 29). A San Ignacio mártir, por el amor que le tenía
a Cristo, todo tormento le parecía poco y así decía: “El fuego de la cruz, las
bestias salvajes, el quebrantamiento de los huesos y los demás tormentos vengan
sobre mí, con tal de que goce con Jesucristo”[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Dice
San Agustín que cuando el alma se convierte toda a Dios con amor, “no sólo no
teme a la muerte, sino que la desea, y aunque le queda luego el batallar con
los dolores, no hay cosa tan dura, ni tan de hierro, que no se venza con el
fuego del amor, con el cual, cuando el alma es arrebatada para Dios, volará
libre y admirable sobre todas las tribulaciones de esta vida, con unas alas
hermosísimas y enterísimas, con las cuales el amor casto anhela a abrazarse con
Dios”.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Continúa
San Agustín: “Si no es que digamos que Dios consiente que sean más fuertes los
amadores del oro, los amadores de las alabanzas humanas, los amadores de
mujeres, que no los que le aman a Él, siendo verdad que aquél no se debe llamar
amor, sino más propiamente concupiscencia, en la cual con todo eso se descubre
cuán grande es el ímpetu del alma para aquello que ama, para lo cual es
arrebatada con una corriente infatigable, aunque fuese por inmensas
dificultades. Lo cual es para nosotros argumento de cuántos trabajos hemos de
sufrir por no dejar a Dios, si aquellos sufren tanto por dejarle”.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Propone
también el mismo santo el ejemplo de la madre de los Macabeos, diciendo: “Ruego
que me digas qué se puede añadir a tan grande paciencia, pero, ¿qué otra cosa
se podía esperar, si el amor de Dios, que estaba concebido en las entrañas de
su alma, resistía al tirano, al verdugo, al dolor, al cuerpo, al sexo flaco de
mujer y al afecto de los hijos?”.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Con
la paciencia se prueba el amor y la hemos de tener para todos los trabajos y
tormentos del mundo, no sólo porque gocemos nosotros de Jesucristo, sino porque
otros gocen de Él. “Éste es mi precepto”, dice el Hijo de Dios, “que os améis
unos a otros como Yo os amo. Nadie tiene mayor amor que cuando pone uno su vida
por sus amigos”. Declarando esta sentencia del Salvador, San Crisóstomo dice: “Haga
uno grandes beneficios, reparta dones, sea bienhechor en la prosperidad, ame a
los que le correspondan, no se podrá comparar con aquel que se expone por ellos
a peligros y ofrece el cuerpo a la muerte para liberarnos de la muerte y
reservarlos vivos. Con las adversidades se prueba el amor, el afecto se tasa
por los peligros; en las penas se examina la benevolencia, con la muerte se
descubre la perfecta caridad”.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 537.
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