Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la burla sufrida por la Madre
de Dios en el Festival de San Remo en Italia. Consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Los
santos apreciaron de tal forma la gracia, que le dieron numerosos nombres, con
los cuales querían significar la gran cantidad de dones y virtudes celestiales
que ésta concede al hombre. Así, por ejemplo, San Bruno, la llama “fuego”[1],
porque así como al fuego acompaña el calor, así a la gracia la acompañan la
caridad y el Amor de Dios. Y también, así como el fuego ablanda y derrite la
cera, así la gracia con la caridad enternece al alma y de la misma manera a
como el fuego da sabor a los alimentos, así la gracia da sabor de eternidad a
las obras del hombre, haciéndolas agradables a Dios[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
San
Buenaventura compara la gracia con el arco iris, por su hermosura, variedad de
colores y por ser señal de paz entre Dios y los hombres. San Juan Crisóstomo la
llama “madre de todos los bienes”, porque con ella nos viene el mayor bien al
que jamás podamos aspirar, la participación en la vida de la Santísima
Trinidad. San Agustín dice: “Bendición de dulzura es la gracia” y así explica
lo que dice el Salmo 10: “Los bendijiste con bendiciones de dulcedumbre”,
porque por la gracia el alma se hace partícipe de la dulzura del Divino Amor y
porque por ella Dios derrama su suavidad y dulzura en el alma que está en
gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Ruperto
la llama “rocío de la mañana”, porque sazona y fertiliza el alma para que
realice obras santas, meritorias para el cielo; San Ambrosio dice que es “la
fuente de los huertos y pozo de agua viva”, porque hace saltar “ríos de vida
eterna” para los que la poseen. San Macario la llama “antorcha ardiente y
luciente”, porque hace resplandecer al alma con la luz del Santo Espíritu de
Dios, alejando de ella toda tiniebla y todo ángel caído. El mismo santo dice
que es la “hipóstasis de la verdad” porque no hay bien verdadero sino la
gracia, o por la gracia o de la gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
También
la llama San Macario “red universal”, porque así como una red de pescador
recoge toda clase de peces, así la gracia recoge para Dios toda clase de
elegidos. San Laurencio Justiniano la llama “luz”, porque destierra las
tinieblas de los pecados y además regocija al alma y la deleita con la luz
eterna de Dios y esto porque sin gozar de esta divina luz no hay gozo perfecto
y esto es lo que significaba el santo Tobías cuando estaba privado de la luz
del día.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
San
Vicente Ferrer la llama también “sol”, porque por ella resplandece en el alma
el “Sol de justicia” que es Jesucristo, el Hombre-Dios. Y San Juan Crisóstomo
dice que no está tan claro el mundo naciendo los rayos del sol como el alma en
gracia, significando con esto que más brilla la más ligera gracia que el sol
entero, puesto que la gracia hace partícipe al alma de la vida de Dios Trino,
que es en Sí mismo Luz Eterna e Increada. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que siempre vivamos iluminados por la luz de la gracia
de tu Hijo Jesucristo!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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