Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje hacia la Madre de
Dios cometido por la banda satánica “Behemoth”. Para mayores detalles acerca
del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
El
pecado se puede comparar con la muerte, porque así como la muerte priva de la
vida al cuerpo, separándola de su fuente de vida que es el alma, así el pecado
priva de su vida al alma, privándola de su fuente de vida que es la gracia. Sin
embargo, por esto mismo, se puede decir que el pecado es peor todavía que la
muerte, porque por la muerte muere el cuerpo una vez y no muere el alma, pero
por el pecado, una vez muere el cuerpo, muere el alma, si el alma murió en
pecado mortal. Así, como afirma un autor, no hay tirano más cruel que el pecado[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
La
muerte corporal es solo ligeramente parecida a la muerte espiritual que produce
el pecado: la muerte corporal sucede en un instante, lo que dura un golpe de
espada; sin embargo, la muerte espiritual que provoca el pecado perdura
siempre, aun después de pasada la muerte corporal y es por esto que, en
comparación con la muerte del alma, la muerte del cuerpo no puede sino llamarse
vida[2]. Y
esto porque el pecado se ensaña, por así decirlo, con el alma, porque aun
después de muerto el cuerpo, persiste y continúa en dar muerte al alma, al privarla
para siempre de la gracia, haciendo morir al alma la segunda y definitiva
muerte, la muerte eterna.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Son
los santos los que se percataban acerca de esta inmensa diferencia entre la
muerte corporal y la espiritual, instando a no temer tanto la muerte corporal,
como sí a la espiritual. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, decía que “tememos a
la muerte corporal, que no es sino una figura de la muerte (espiritual) provocada
por el pecado, el cual, después de la muerte del cuerpo, sabe dar otra muerte,
la muerte eterna”[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
De
esto mismo se sigue que, así como la gracia concede al alma grandes fuerzas
espirituales, colmándola de habilidades, facultades y virtudes sobrenaturales y
dones del Espíritu Santo, así el pecado la debilita y la enflaquece, quitándole
el vigor y la fuerza, porque siendo muerte del alma, la priva de las fuerzas que
por estar viva tenía; le quita las facultades de las virtudes morales infusas y
le quita también las fuerzas naturales y la hace indigna de los auxilios
divinos, siendo conducida por sus vicios y pasiones desenfrenadas a la maldad y
a más pecado[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
A
causa de esta debilidad agónica a la que la conduce el pecado, el alma del
pecador se encuentra sin aliento casi para nada bueno, al mismo tiempo que
posee fuerzas y capacidad para obrar el mal, que es connatural al pecado y es el
pecado mismo. Esta falta o ausencia de fuerzas naturales y sobrenaturales es lo
que explica que el alma, ciega por la pasión, no posea ni memoria de Dios, ni
temor del Infierno, ni amor de Jesucristo, ni estima de la salud eterna,
precipitándose a sus vicios sin remordimiento alguno de conciencia[5].
¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos de tu Hijo un profundo horror por
el pecado y un gran amor por la gracia!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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