Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción de una imagen
de la Virgen por parte de un inmigrante egipcio en Roma. Para mayor
información, consultar el siguiente enlace:
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2020/12/africano-destruye-imagen-de-la-virgen.html
Canto
inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo
firmemente”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Entre
otras cosas, el cometer un pecado –mortal o venial deliberado- tiene una
característica patente y es su irracionalidad: en efecto, mientras que Dios
ofrece al justo, es decir, el que elige vivir en gracia y obrar la virtud, el
premio de la vida eterna y con ella las eternas alegrías, el demonio ofrece, en
cambio, al pecador, al que rechaza la gracia y elige el pecado, eternos
tormentos y dolores sin fin[1]. Esta
irracionalidad es algo que caracteriza al pecado y no encuentra explicación
sino en el “misterio de iniquidad” (2 Tes
2, 7).
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
pecador, al elegir el pecado, comete un acto de irracionalidad, pero también de
extrema malicia, pues deja de lado a Dios, que es el Sumo y Eterno Bien, del
cual participa todo lo que es bueno, para elegir en cambio el sumo y extremo
mal. Por el pecado, el pecador pospone a Dios, para elegir al Demonio y en esto
consiste la extrema malicia del pecado: hay quienes posponen a Dios y su
Mesías, Cristo Dios, por dinero, otros por placeres, otros por bienes terrenos,
pero no dejan, en ningún caso, de ser actos de extrema malicia y de gran ruina
para el pecador[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
irracionalidad del pecado es tal y tan grande, que se asemeja a la locura, que
es la irracionalidad por definición: en efecto, por el pecado, que es una cosa
vilísima y pequeñísima, se deja de lado el Bien Infinito, Perfectísimo y Eterno
que es Dios Uno y Trino y su gracia y esto constituye un acto de impiedad que
degrada al hombre por debajo de las bestias irracionales, acercándolo más bien
al demonio, convirtiéndolo en una figura viviente del demonio[3]. Cuando
así obra, el hombre traza para sí, libremente, un camino lleno de males y
desdichas.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Con
el pecado, se desprecia a Dios y a sus infinitos títulos, por todos los cuales
debe ser honrado, amado y adorado. Una primera cosa que se desprecia con el
pecado es a Dios mismo, quien constituye el último fin y el objeto de nuestra
bienaventuranza, pues perdiéndolo a Él, Sumo y Eterno Bien, en el que se
contiene toda la alegría y la felicidad que el hombre no puede ni siquiera
imaginar, se obtienen a cambio una inmensidad de males eternos[4].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Con
el pecado se desprecia también a Dios como Creador nuestro, con lo cual el
hombre pierde su posición de “rey de la Creación” en la cual lo había puesto
Dios y pierde también el buen uso y usufructo que para él le había concedido
Dios al crear la naturaleza[5]. En
otras palabras, con el pecado, el hombre pierde la posición central que en la
Creación tenía y pierde también el buen uso que de la Creación Dios le había
permitido que hiciese, para beneficio suyo. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, haz que la gracia de tu hijo ilumine nuestra mentes y
corazones, para que nunca cometamos el error de elegir el pecado en vez de tu
Hijo Jesús!
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Cantad a María, la Reina del
cielo”.
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