Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por
el incendio intencional del monasterio más antiguo de Occidente, la Abadía
Benedictina de Saint Martin en Ligugé, Poitiers, fundada por Saint Martin de
Tours (+397), el 20 de julio de 2020, poco antes de la medianoche. Según las
informaciones, el incendio fue provocado y una persona fue detenida. Para mayor
información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
A causa del pecado original, la naturaleza humana no tiene
de suyo más que pobreza, miseria, flaqueza, engaño, perdición y muerte, tanto temporal
como eterna[1].
Sólo de Dios Trino viene todo lo bueno y esta es la razón por la cual debemos
pedir a Dios que Él sea quien obre en nuestros corazones y en nuestro libre
albedrío, para que tener todo buen pensamiento, todo consejo piadoso y todo
movimiento bueno y santo de la voluntad. Sólo por Él podemos todo lo bueno que
podemos y sin Él nada podemos hacer, tal como lo dice Nuestro Señor Jesucristo
en las Escrituras: “Sin Mí, nada podéis hacer”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Tenemos necesidad del auxilio divino para pensar y obrar
bien, y esto no una vez al día, sino todo el día y en todo momento; no hay
tiempo alguno en el que no tengamos necesidad de este socorro divino para pensar
y obrar bien. Por eso en todas nuestras obras, pensamientos y movimientos,
debemos hacer oración a Nuestro Dios, porque en todo nos ayuda; de otra manera,
es pecado de gran soberbia el presumir que el hombre pueda alguna cosa buena y
santa de sí mismo, sin la ayuda de Dios[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Debido a nuestro estado actual, provocado por el pecado
original, debemos siempre clamar a Dios para lograr santas inspiraciones y
buenos pensamientos, los cuales Dios, por su infinita misericordia, nos
comunica, siendo el más miserable entre los hombres quien más logra alcanzar de
Dios su infinita misericordia, como así no hay quien se aproveche más de la limosna
que el mendigo más indigente. Porque nuestra necesidad es suma, no podemos
diferir su provecho: si un pobre hambriento recibe un pedazo de pan, lo consume
en el acto debido al hambre que posee; por esto mismo, no debemos dilatar el
cumplir el buen propósito que nos inspira Dios, por lo que debemos cumplirlo en
el mismo momento en el que es inspirado[3].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Estamos necesitados porque estamos enfermos espiritualmente
a causa del pecado original. Por esto mismo, debemos lograr nuestro remedio,
que está en la gracia y debemos poner por obra los buenos y santos pensamientos
que Dios, como limosna, nos da en su gran misericordia. ¿Qué pensaríamos de un
indigente, al que un hombre acaudalado le da una limosna de gran valor y aquel,
en vez de agradecerla y tomarla para sí, la arrojara lejos de su presencia? Así
se comporta quien no aprovecha los santos pensamientos y propósitos que Dios
nos concede[4].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Es
una muestra de gran insensatez el despreciar los auxilios de Dios y no cooperar
a su gracia. Conocemos nuestra necesidad y por lo tanto debemos abrazar, como
un náufrago abraza una tabla flotante en medio del mar, las gracias que Dios
nos da. Deberíamos temblar con el solo pensar en despreciar las inspiraciones y
avisos que nos proporciona el Espíritu Santo, ya que se nos va la vida en ello
y no tanto la vida terrena, sino la vida eterna. No despreciemos la mano de
Dios que misericordiosa se alarga para levantarnos del abismo de miserias en el
que estamos hundidos, sin darnos cuenta[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostalado Mariano, Sevilla s. d., 374.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem,
374.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 375.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 375.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 375.
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