Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la vandalización de una imagen de Nuestra Señora de Chesztokowa ocurrida en
Holanda. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
La necesidad de la gracia por parte del género humano se
puede constatar por el estado de decaimiento moral y espiritual en el que quedó
luego del pecado original de Adán y Eva. Después de este pecado, nuestra
naturaleza quedó tan contaminada por el pecado, que de suyo no tenía ni tiene
otra cosa sino mentira, maldad, corrupción y muerte. Quedó ciega con la
ignorancia, encorvada con la mala inclinación al mal, sin brazo para obrar el
bien, tullida para no avanzar en la virtud y corrupta hasta las entrañas y
huesos[1]. De esto se ve la
necesidad absoluta que de la gracia tenía y tiene la naturaleza humana.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Nuestra naturaleza, luego del pecado original, quedó como
un hombre ciego, sin manos y sin pies y enfermo, sin poder valerse por sí
mismo. Un tal hombre no tiene de suyo sino miseria, enfermedad y muerte. De la
misma manera, nuestra naturaleza no tiene de suyo obra alguna meritoria, sino
sólo pecado y miseria y muerte eterna; no se puede valer por sí, si no la
asiste Dios, pero siendo enemiga de su Creador y aborrecida por el mismo que la
puede valer, no puede presumir de nada ni tampoco puede confiar de sí. La gracia
de Dios solamente la puede ayudar, aunque esta gracia no la merece.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Después del pecado de Adán y Eva, la naturaleza humana
quedó en tal estado, que si no fuera por nuestro Redentor Jesús, cuya Sangre es
la que sólo puede socorrerla y vivificarla y sanarla, sólo habría tenido un
futuro de desesperanza y muerte. El que tengas un buen pensamiento, un afecto
santo y una obra de misericordia, es por obra de la Sangre y la gracia de
Cristo. No está en el hombre el tener fe, ni el tener padres que lo eduquen en
el temor de Dios y maestros que le enseñen el camino del cielo. Por eso dicen
los santos: “Todo es gracia de Dios”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Dios es tan bondadoso y misericordioso, que todo lo mueve
para nuestro bien y así por ejemplo, de Dios y su gracia dependen que tengamos pensamientos
y afectos no sólo buenos sino santos, que nos lleven a obras meritorias para el
cielo. La naturaleza humana, estando tan inficionada por el pecado, no puede
disponer ni hacer nada bueno ni mucho menos santo, porque de suyo no tiene más
que mentira, pecado y corrupción. Todo lo bueno y santo viene de Dios y su
gracia: Dios empieza nuestro bien, con Dios cooperamos a él y sin Dios no lo
podemos consumar[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El hombre, nada bueno tiene de sí: la hacienda y la cosecha
es engaño y mentira; la verdad y la virtud son de Dios y en Él tienen
principio, en cambio en el hombre sólo tiene principio la perdición. Los buenos
y santos pensamientos y sentimientos, más las ocasiones que son su causa, provienen
de Dios, así como el quitar los impedimentos que han de estorbar para la obra
virtuosa. Sólo Dios puede disponer todo lo bueno y santo que tenemos en esta
vida; por esto, no tenemos de qué ensoberbecernos, porque nada tenemos que no
hayamos recibido y si lo recibimos de Dios, ¿por qué hemos de gloriarnos?
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 370.
[2] Cfr. ibidem, 371.
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