Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio de una iglesia en
la localidad francesa de Saint Trivier de Courtes. Para mayor información
acerca del lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y
te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).
Meditación.
Reflexionando acerca del inestimable valor de la gracia, un
autor se pregunta: “¿Con qué podrán pagar –las almas- el privilegio que les da
la gracia, que con tantas buenas obras hacen los que la tienen? ¿En qué precio
se puede estimar esta prerrogativa de la gracia, por la cual las obras no
valían cosa alguna para satisfacer en esta vida y con la gracia lo valen para
la vida eterna? Y no solamente valen, sino que valen con tanto exceso, que por
una pena se satisfaga por muchas y por una obra de virtud que se hace en un
momento, se paga por mucho tiempo de dolor, pues se acorta el Purgatorio”[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quien está en gracia goza también de otro notable privilegio,
porque tiene a su voluntad la disposición de la satisfacción de sus obras: de
manera que cuando él no tuviese deudas de penas por sus pecados que pagar y
aunque las tenga, si quiere hacer a otro esa misericordia, puede satisfacer
también por quien quisiere y hacer bien a otros justos, vivos o difuntos, como
le diere gusto, aplicándoles sus obras y satisfaciendo por ellos como si por sí
satisfaciera[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De todo esto carece quien está privado de gracia, porque
según sus obras no pueden valerle para que satisfaga cosa alguna. De modo que,
por mucho que padezca, por enfermedades que
tenga, por necesidades que sienta, por miserias que sufra, no puede
pagar mientras está sin gracia, de las penas que debe. Y ya que por sí no puede
satisfacer, menos puede por otros, con lo cual pierde más de lo que se puede
pensar[3].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si tal persona, que no tiene la gracia, luego se arrepiente
y se salva, tendrá aquello más que penar cuanto pudiera haber satisfecho y no
lo hizo en estado antecedente, cuando estuvo sin gracia; y si se condena, claro
está que lo pagará todo en el Infierno. De manera que, aunque uno supiera que
se había de condenar, había de procurar estar en gracia todo lo pudiese, porque
cuanto más hubiese durado en este estado, tanto más habría satisfecho por las
penas que debía y así tuviera eso menos que penar en el Infierno[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si se consideran todos los bienes que causa estar en gracia,
cuya dignidad es tanta, que pueda un hombre satisfacer totalmente a Dios en
esta vida por todos sus pecados y no puede Dios pagarle en esta vida totalmente
una obra hecha en gracia, aunque le diese todo el mundo y el señorío de los
ángeles y cuantos bienes creados hay y puede haber. Sólo el mismo Dios, poseído
eternamente con la gloria de la bienaventuranza, es digna paga de una obra
hecha en gracia[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. JUAN EUSEBIO NIEREMBERG, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 349.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 349.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 349.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 349.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 350.
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