Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la
Iglesia Catedral de Managua, en Nicaragua, por parte de manifestantes de
izquierda. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el
siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado
sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
No
sabe el pecador lo que pierde con la gracia, porque no sabe tal vez lo que con
la gracia gana. Cuando el alma peca, es como si perdiera todas sus fuerzas; es
análogo a como si el cuerpo quedara exánime, sin vida, sin alma, sin fortaleza;
el pecar es como si al cuerpo le arrancaron las extremidades, porque con la
gracia –perdida por el pecado- se infunden al alma las virtudes sobrenaturales,
que son como los miembros del cuerpo, con los cuales éste obra, quedándose así
el alma pecadora sin posibilidades ni fuerzas para hacer obras divinas,
meritorias para el cielo[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
El hombre que peca se convierte en un ser vil, porque
voluntariamente quiere cortarse y perder a sí mismo los brazos y fuerzas
sobrenaturales que la gracia concede y en esto no interviene más que su
voluntad torcida, que deliberadamente quiere pecar y así alejarse de la gracia[2]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que Dios
nos dé luz para entender que sin la gracia nada podemos obrar para el cielo,
porque al perder la gracia perdemos la amistad con Dios y la vida del alma que
a Dios debíamos dar!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El que está en gracia no sólo ha de procurar custodiar los
tesoros de virtudes que con ella posee, sino que debe procurar lograrlos[3]. No
se debe contentar con su guarda, con el solo tenerlos, sino que debe hacer uso
de ellos, porque así como es culpable por perderlos, del mismo modo no será
digno de alabanza si no los usa. Mucho cuidado debe tener el hombre en gracia
de no ser llamado “siervo inicuo e injusto”, como llamó Nuestro Señor a quien
enterró su talento de oro, es decir, a quien no hizo uso de la gracia y sus
tesoros.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
El
que está en gracia tiene grandes fuerzas para obrar grandes obras
sobrenaturales y por eso mismo no debe estar ocioso ni debe ocultar sus
talentos; antes bien, que obre como hijo de Dios y lo trate como a Padre
cariñoso y bondadoso, que eso es y haga por la gracia muchos servicios y muchas
obras buenas, de modo que alcance méritos para ir al cielo luego de la cárcel
de duros hierros que es esta vida[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
El que está en gracia, es ciudadano del cielo y por eso su
conversación ha de ser conversación del cielo y su obrar ya no debe ser obrar
terreno, sino obrar del cielo y tanto es así, que debe obrar como si obraran
los mismos ángeles y en esto nos dan ejemplos los santos de todos los tiempos,
que cuando obraron, obraron obras de misericordia y caridad, obras de ángeles,
obras de Dios. El que está en gracia debe mirarse a sí mismo como ciudadano del
Reino de Dios, que vive en esta tierra y en este tiempo y en este mundo, pero
pertenece a la divina eternidad; debe mirarse a sí mismo como integrante de la
real corte divina de los justos del cielo y obrar en consecuencia. Quien está
en gracia, que se esfuerce por obrar toda virtud, que ninguna virtud le sea
ajena, empezando por la caridad, que es el alma de toda virtud. Quien está en
gracia, obre heroica y sobrenaturalmente, por el fin superior del Reino de
Dios, y conforme a la dignidad de su estado, obre con perfección y limpieza de
alma, con prontitud y solicitud[5].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Te vengo a pedir, oh Madre de Dios”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 283.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 283.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 283.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 284.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 284.
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