Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego, con fines
ocultistas y satanistas, de un copón con Hostias consagradas en una iglesia de
Cuenca, España. Para mayor información sobre este lamentable hecho, consultar
el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento
del altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
Es frecuente que entre los hombres se dé el deseo de
grandeza, de ser considerados por los demás, y también de poseer riquezas y es
tan fuerte este deseo, que para conseguir lo que se desea, muchos no dudan en
cometer las más graves faltas a la Ley de Dios. El cristiano no necesita nada
de esto y sin embargo, por el solo hecho de ser cristiano, posee el señorío por
sobre todas las cosas creadas, con lo cual, si alguien tiene deseos de
grandeza, de consideración y de riquezas, con este señorío que Dios nos da por
la gracia, quedan más que satisfechos, siendo innecesario desear cualquier otra
cosa que no sea la gracia, por la cual el cristiano lo tiene todo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
El que es hijo de Dios por la gracia, posee un señorío
universal sobre las cosas creadas, precisamente por ser hijo adoptivo de Dios: fue
Dios mismo quien lo adoptó por hijo suyo muy querido y con esto, le concedió
derecho de herencia sobre su reino y puesto que Dios es Señor y monarca de
todo, así se comunica a su hijo adoptivo, el alma en gracia, la dignidad y el
señorío sobre todo lo creado[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
En las Escrituras, en el libro de Judith, se llama a Dios “Señor
de la tierra universal” y quien sea su hijo –el bautizado- será también señor
de toda la tierra, porque participa del señorío universal de Dios y esto porque
lo que es del padre es del hijo, porque entre Dios y los hombres se da de
análoga manera a como sucede entre los hombres. Pero a diferencia de los
hombres, entre quienes es necesario que el padre fallezca para que el hijo
herede lo que le corresponde, con Dios Padre no sucede así, porque Dios, siendo
inmortal y eterno, no muere nunca y jamás morirá, pero además porque Dios ya
da, en el tiempo, la herencia a sus hijos adoptivos[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Cristo
Nuestro Señor no dijo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos
será el Reino de los cielos”; sino que dijo: “porque de ellos es el Reino de los cielos”. Tampoco
prometió sólo el señorío del cielo en las bienaventuranzas, sino también la
posesión de la tierra y esto porque Dios es Señor de cielos y tierra y por esto
sus hijos en gracia son considerados verdaderos señores de cielo y tierra[3].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Al considerar esta potestad y señorío de los justos, por ser
hijos de Dios, que se consumará en el cielo, dice San Anselmo: “¿Cómo se puede
pensar cuánta honra recibirá toda creatura aquel a quien el Dios de toda
creatura le tendrá por amigo e hijo? (…) Esta potestad la tendrán los hijos de
Dios, porque poseerán todas las cosas con el Hijo de Dios”[4].
De esto se sigue que el cristiano, en la gracia y por la gracia, ve
extra-colmados con super-abundancia cualquier deseo de grandeza, de ser
considerados, o de poseer riquezas. En pocas palabras, quien posee a Dios por
la gracia lo posee todo, aun sin tener nada materialmente; y al revés también
es cierto: quien no posee a Dios por la gracia, no posee nada, aunque lo tenga
todo materialmente hablando.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 251.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 251.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 252.
[4] Libro De quatordecim. beatitud.
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