“Otro
ángel vino y se puso junto al altar con un incensario de oro. Se le dieron
muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera
sobre el altar de oro colocado delante del trono”
(Ap 8, 3).
Inicio:
ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una danza
blasfema realizada en el transcurso de la celebración de la Santa Misa en
Alemania, en Junio de 2018. La información pertinente se puede encontrar en los
siguientes enlaces:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del
altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
Aunque a los ojos
corporales la Santa Misa puede parecer un ritual piadoso, en el cual se
recuerda, mediante el uso de la memoria, lo que el Señor Jesús hizo y dijo en
la Última Cena, en realidad esconde un misterio sobrenatural que sobrepasa
infinitamente la capacidad de comprensión de nuestra razón natural. No se trata
de un mero recuerdo psicológico, ni tan siquiera de un recuerdo litúrgico o
moral: la Misa es la renovación, incruenta y sacramental, del Santo Sacrificio
de la Cruz, realizado por el Señor Jesús en el tiempo y en el espacio el
Viernes Santo sobre la cima del Monte Calvario. Ésta es la razón por la cual la
Santa Misa recibe el nombre de “sacrificio”, ya sea “sacrificio eucarístico”, “sacrificio
del altar” o “sacrificio de la Eucaristía”. Si no fuera la renovación incruenta
y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, realizado de manera que
misteriosa pero realmente se desarrolla delante de nuestros ojos, en el altar
eucarístico, no tendría sentido que la Misa llevara el nombre de “sacrificio”. Ahora
bien, es verdad que no es una mera memoria, ni psicológica ni moral, ni tampoco
litúrgica, y sin embargo, es propiamente un memorial, en el sentido de que se
trata de hacer memoria del Santo Sacrificio de la Cruz, un sacrificio que fue
realizado en el tiempo y del cual ahora se hace “memoria” –por eso se llama “memorial”-,
pero se trata de una memoria muy especial, puesto que, tratándose de un acto
realizado por el Hombre-Dios Jesucristo, la memoria o memorial que se hace en
la Misa, trae a la actualidad y al presente aquello que es recordado, no en el
recuerdo, como sucede en un recuerdo meramente psicológico o moral, sino en la
realidad. Es decir, es un “memorial del sacrificio” por el cual el sacrificio
recordado se hace presente en su realidad ontológica, en la realidad de su ser.
Por eso se puede decir que es la irrupción
de la eternidad de
Cristo en el tiempo, porque el recordado y su sacrificio, Cristo, es Dios
Eterno entrado en el tiempo, que nos alcanza con su eternidad por medio del
Santo Sacrificio de la Misa.
Silencio para meditar.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación
La Santa Misa,
entonces, es un memorial, un recuerdo, pero que por el poder del Espíritu Santo
no solo trae a la memoria, en el recuerdo, a lo recordado, sino que lo trae en
su realidad ontológica, substancial, de manera tal que se puede decir, con toda
certeza, que por la Santa Misa se hace presente, en el altar eucarístico, el
Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo y único Santo Sacrificio del Gólgota del
Viernes Santo. En la Santa Misa, aquello que es recordado, el Santo Sacrificio de
la Cruz, se hace presente y actual, sobre el altar eucarístico, de forma
incruenta y sacramental. Aquello que se hace presente en la Santa Misa es el
único y mismo sacrificio de la cruz, el que realizó el Hombre-Dios Jesucristo
para la salvación de la humanidad en el ara de la cruz, el Viernes Santo. Esta
Presencia de Jesús con su sacrificio en la Cruz no depende ni de la fe del
celebrante, ni de la fe de la asamblea, porque se produce la
transubstanciación, es decir, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y
la Sangre del Señor, independientemente de la fe de los que están presentes, al
ser pronunciadas las palabras de la consagración sobre las ofrendas de pan y
vino. La Presencia de Jesús en la Santa Misa es, por lo tanto, una Presencia
real, verdadera y substancial; una Presencia que no depende ni de la fe ni de
las intenciones ni del sacerdote ni de la asamblea: se trata de la Presencia,
en el tiempo, aquí y ahora, del Dios Eterno encarnado, el Logos eterno del
Padre, Jesucristo, en la realidad ontológica de su Ser divino trinitario y en
la realidad de su sacrificio pascual de muerte y resurrección.
Silencio para meditar.
Un Padrenuestro, Diez
Ave Marías, un Gloria.
Tercer Misterio del
Santo Rosario.
Meditación
Puesto que la Misa es un sacrificio, se encuentran en ella
todos los elementos de un sacrificio, el mismo y único sacrificio de Jesucristo
realizado hace dos mil años en la cima del Monte Calvario: hay una ofrenda que
se sacrifica; hay un sacerdote que ofrece un sacrificio; hay un altar en donde
se lleva a cabo el sacrificio; hay un destinatario del sacrificio, que es Dios
Uno y Trino y hay una asamblea –sin embargo, su presencia no es esencial para
el sacrificio-, el Pueblo de Dios, que participa del sacrificio. En el Calvario,
el altar era la cruz, pero también la Humanidad Santísima del Verbo: en la
Santa Misa, el altar es el altar eucarístico, aunque también la Humanidad
Santísima del Verbo; en el Calvario, el Sumo y Eterno Sacerdote era Jesucristo,
el Hombre-Dios: en la Santa Misa, el sacerdote ministerial participa del
sacerdocio de Jesucristo, por lo que el sacerdote principal continúa siendo
Jesucristo; en el Calvario, la ofrenda era el Cordero de Dios, el Hombre-Dios
Jesucristo, que se ofrecía al Padre como Víctima Inmaculada, inmolada en el
Fuego del Amor Divino, el Espíritu Santo, con su Persona divina y su Humanidad
santísima unida personalmente a su divinidad: en la Santa Misa, la ofrenda es
el mismo y único Cordero de Dios, Cristo Dios, oculto en las apariencias de pan
y vino, Presente en Persona, con su divinidad glorificante y su Humanidad
santísima glorificada, en la Santísima Eucaristía. Por todo esto, el Santo Sacrificio
del Gólgota difiere del Santo Sacrificio de la Misa solo en el modo en el que
se ofrece la Víctima y es que, mientras en el Gólgota era cruento, en el altar
eucarístico es incruento y sacramental. Pero es el mismo y único Santo Sacrificio del Calvario.
Silencio para meditar.
Un Padrenuestro, Diez
Ave Marías, un Gloria.
Cuarto Misterio del
Santo Rosario.
Meditación
Tanto en el Calvario, como en el Santo Sacrificio del Altar,
Jesús, el Hombre-Dios, es el Sacerdote, el Altar y la Víctima y esto tiene una
fundamental trascendencia porque significa que las acciones del Hombre-Dios, al
ser Él la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en el tiempo, son las
acciones de Dios entrado en el tiempo y por lo tanto, tienen una valencia
eterna. Ésta es la razón por la cual, el sacrificio de Jesús, realizado hace
dos mil años en el Gólgota, alcanzan a todo tiempo de la humanidad y su valor
salvífico se hace extensivo a toda la humanidad. En Jesús, la naturaleza humana
está unida a la Persona Segunda de la Trinidad, el Logos o Verbo del Padre y
por esa razón, todas las acciones realizadas por Jesús de Nazareth –curar enfermos,
expulsar demonios, multiplicar panes y peces, sacrificarse sobre la cruz- son
las acciones de Dios hecho hombre. Es decir, las acciones de Jesús de Nazareth no
son las acciones de una persona humana, sino de una Persona divina que actuaba
y obraba a través de una naturaleza humana, lo cual quiere decir que todo lo que
Jesús hacía y decía, era Dios en Persona quien lo hacía y decía, a través de
una naturaleza humana, la naturaleza humana de Jesús de Nazareth. Por esta
razón, el sacrificio en la Cruz, realizado en el Calvario, es salvífico, porque
tiene una valor infinito, al ser el sacrificio de Dios hecho hombre; como tal,
es un sacrificio santo, puro, inmaculado, de valor infinito y eterno, sumamente
agradable a Dios, por ser hecho por Dios mismo. Y por esta razón es que la
Santa Misa, siendo la renovación incruenta y sacramental del sacrificio en Cruz
del Hombre-Dios Jesucristo, tenga el mismo valor salvífico del Santo Sacrifico
del Calvario. Asistir a la Santa Misa es asistir al Santo Sacrificio de la
Cruz, con todo su valor salvífico, infinito y eterno, que alcanza a todos los
hombres de todos los tiempos.
Silencio para meditar.
Un Padrenuestro, Diez
Ave Marías, un Gloria.
Quinto Misterio del
Santo Rosario.
Meditación
Que Jesús no sea un hombre más entre tantos, ni siquiera un
hombre santo, ni el más santo entre los santos, sino el Hijo Eterno del Padre
encarnado en una naturaleza humana, tiene una importancia trascendental, porque
significa que sus acciones no son las acciones de un hombre más, ni de un
hombre santo, ni del más santo entre los santos: significa que son las acciones
de Dios Tres veces Santo, lo cual cambia radicalmente la perspectiva, el
alcance y el significado de sus acciones. Si fuera sólo un hombre, aun siendo
el más santo entre los santos, su sacrificio no abarcaría a todos los hombres
de todos los tiempos, ni sería suficiente para aplacar a la Justicia Divina,
ofendida por los pecados de los hombres, ni serviría para dar acción de gracias
a Dios por sus beneficios, ni tampoco para impetrar dones. Pero siendo Jesús
quien es, Dios Eterno entrado en el tiempo, que se ofreció en la cruz como la
Víctima Purísima y Perfectísima, su sacrificio en cruz, renovado incruentamente
en el altar eucarístico, tiene la facultad de alcanzar y ser más que suficiente
para la salvación de todos los hombres de todos los tiempos; tiene la santidad
necesaria para aplacar la ira divina; tiene la pureza necesaria para que las
súplicas de los hombres sean escuchadas; tiene la inocencia más que necesaria
para dar la acción de gracias que todo hombre debe a Dios Trino, por el solo
hecho de ser Dios Trino. La Santa Misa es el memorial que actualiza el
sacrificio de Cristo, el Hombre-Dios y por eso mismo, es el mismo y único Santo
Sacrificio de la Cruz, que tiene el poder de salvar nuestras almas de la eterna
condenación y de conducirnos a todos los hombres, sin distinción alguna, al Reino
de los cielos.
Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y un Gloria,
pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padre Benedicto y Francisco y
también por las Almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario