Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por nosotros
mismos y por quienes vivirán esta Navidad como una festividad pagana, olvidando
que la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena.
Canto inicial: “Venid oh Rey Mesías”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por
los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es
continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y
los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores. Amén”.
Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios
a elegir)
Meditación
Adviento
es “venida”, “llegada”, y en Adviento nos preparamos espiritualmente para
recibir, por medio del misterio de la liturgia, al Mesías que viene para
Navidad. Por eso nos unimos a los profetas del Antiguo Testamento y decimos: “¡Si
rasgaras los cielos y descendieras!” (Is
64, 1), ¡Si rasgaras los cielos y descendieras, llenarías la tierra con tu Amor
y tu hermosura, y los hombres dejaríamos de vivir en la soledad, en la tristeza
y en la amargura de este valle de lágrimas, porque todo el universo quedaría
colmado con tu Amor, y por eso es que te pedimos, oh Mesías, Salvador prometido
desde el Génesis, que nacerías de una Madre Virgen: ven, te suplicamos, ven,
desde el cielo en el que habitas, ven, oh Redentor, ven a darnos tu Paz, ven a
darnos tu luz, ven a darnos tu paz, ven a darnos tu perdón, ven a colmarnos con
la ternura de Amor!”. “¡Ven, oh Señor,
baja desde el cielo; apiádate de nosotros, que vivimos en las tinieblas de este
mundo; ven a darnos tu luz, que es luz viva y que al iluminar, vivifica y al
vivificar incendia al alma en el Fuego del Amor Divino! ¡Ven, oh Mesías,
Emmanuel y quédate con nosotros para siempre, baja desde el cielo a esta tierra
en la que vivimos, para llevarnos al cielo en el que habitas! ¡Ven, oh Rey
Mesías, ven a darnos tu luz, ven y no tardes más, ven a nuestros corazones, oscuros
y fríos, como la pobre gruta de Belén, y nace en ellos, para iluminarlos con la
luz de tu gloria divina, para colmarlos con la dulzura de tu Presencia de Niño Dios!
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Adviento
es “venida”, “llegada”, y por eso en Adviento esperamos, fervientemente, la
venida, la llegada, del Redentor, del Mesías prometido, el que habría de nacer
de una Virgen, para Navidad. Esperamos con ansias, porque el que ha de nacer no
es un niño más, sino el Emmanuel, “Dios con nosotros” (Is 7, 14). Porque el Mesías que nace no es un niño sino Dios hecho
Niño, sin dejar de ser Dios, la Redención que trae no es intramundana, sino
eterna, porque viene a salvarnos del pecado, del infierno y de la muerte, y
viene para donársenos como Pan Vivo bajado del cielo, para darnos su misma vida
divina, que es la vida que brota de su Ser divino trinitario. El Niño que nace
en Belén no es un mesías humano, sino divino, y viene para llevarnos a la vida
eterna y esa es la razón por la cual, desde el fondo de nuestras almas
suplicamos, con todas las fuerzas de las que somos capaces: ¡Ven, oh Jesús,
Mesías esperado y haz que por la gracia, tu Madre convierta nuestros corazones
en un nuevo Pesebre de Belén; ven, oh Mesías, a nacer en la pobreza de nuestras
almas, de nuestros corazones, fríos y oscuros porque carecen de tu Amor, de tu
alegría y de tu paz; ven, oh Mesías, Emmanuel, Tú eres el “Dios con nosotros”,
Tú eres el Dios-Amor, Tú eres la Luz Eterna, la Luz que al iluminar da Vida y
Amor, Tú eres el Mesías que ha de conducirnos a la eternidad feliz; ven,
ilumina nuestras tinieblas, vivifícanos con tu Luz, ilumínanos con tu Vida, enciéndenos
con tu Amor, danos a Ti mismo, sácianos con la dulzura de tu Ser divino
trinitario, cólmanos con la alegría de tu Presencia, concédenos la dicha de ver
convertidos, a nuestros pobres corazones, en un nuevo Belén. ¡Ven, oh Mesías,
esperado, ven a nuestros corazones, ven a darnos la dulzura de tu Amor, ven a
alegrar nuestras vidas con tu Presencia, sácianos con la hermosura de tu Santa
Faz, como anticipo de la contemplación que por tu misericordia esperamos continuar
por la eternidad, en compañía de tu Madre, tus ángeles y santos, por los siglos sin fin; ven, oh Rey Mesías, y no tardes más!
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
¡Ven,
oh Jesús, Mesías Redentor, Dios Eterno; ven a darnos tu Luz, Ven a iluminar las
tinieblas y sombras de muerte en las que vivimos! ¡Sin Tu Presencia, nada es
bueno, nada es santo, nada es amable, nada tiene amor, nada tiene gracia, nada
tiene vida, nada es inocente, nada es santo! ¡Ven, oh Jesús, Emmanuel, Dios con
nosotros, Mesías anunciado por los profetas, apura tu Encarnación y Nacimiento
de tu Madre Virgen, para que puedas donarte al mundo como Pan de Vida eterna,
para que seamos capaces de nutrirnos de la substancia de tu Ser divino, de tu
Amor infinito y Eterno! ¡Ven, y sacia nuestra sed de Amor, de paz, de alegría,
sed que solo puede ser saciada por Ti, oh Dios omnipotente, Dios Tres veces
Santo! ¡Ven, rasga los cielos y desciende, ven a nuestros corazones,
conviértelos, de oscuras y frías cuevas, en donde anidan oscuros sentimientos, en
luminosos Portales de Belén, en donde el Niño Dios, que eres Tú, resplandezca
con la luz de la gloria, de la vida, del Amor, de la paz y de la alegría del
Ser trinitario, como un anticipo, aquí en la tierra, de la bienaventuranza de
la que gozaremos en los cielos eternos! ¡Ven, oh Emmanuel, nace como un Niño,
como el Niño Dios en nuestros corazones, en esta Navidad, y no tardes más!
Amén.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
¡Ven,
oh Mesías, ven a nuestras vidas, ven a nacer en nuestras pobres almas, áridas y
estériles como el desierto, oscuras y frías como el Portal de Belén, porque carecen
del Amor divino! Ven, oh Mesías, Salvador y Redentor, que has de nacer como un
Niño en una cueva utilizada por animales. Nuestros corazones no son como las
posadas de Belén, iluminadas, ricas, llenas de cantos mundanos y festivos, en
donde no hay lugar para Dios; nuestros corazones son como la gruta de Belén
antes de tu Nacimiento, fríos, oscuros, pobres, refugio de pasiones y de
concupiscencias, representados en el asno y el buey, animales irracionales,
como las pasiones sin el control de la razón, pero que a la vez están sedientos
de la Presencia del Redentor; ven, oh Mesías y Redentor, ven ya y no tardes
más; rasga el cielo y desciende, encárnate en el seno de la Madre Virgen,
manifiéstate como Pan de Vida eterna, realiza el Santo Sacrificio de la cruz,
vence a la Antigua Serpiente, destruye a la muerte, quita los pecados del
mundo, lava nuestros pecados con tu Sangre, perdona nuestras culpas, concédenos
tu filiación divina y llévanos, en el Amor del Espíritu Santo, al seno del
Eterno Padre, para gozar de la dicha de los bienaventurados, por los siglos sin
fin! ¡Ven, Señor Jesús, ven, oh Rey Mesías, ven, rasga el cielo donde habitas,
baja hasta el altar eucarístico, quédate en la Eucaristía, para que nos
alimentemos de tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, y del Amor de tu
Sagrado Corazón Eucarístico, y así vivamos anticipadamente las alegrías sin fin
que nos esperan en la otra vida! ¡Ven y no tardes más! ¡Ven, Señor Jesús!
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)
Meditación
Ven, Mesías, Redentor, baja desde el cielo, a nuestra
tierra, desolada, oscura y fría, cólmala con el calor de tu Amor y la dulzura
de tu Presencia; ven, Emmanuel, Dios con nosotros, manifiéstate como Pan Vivo bajado
del cielo; alimenta a los hombres, sedientos de paz, con el alimento exquisito
de tu substancia divina, oculta en lo que parece un poco de pan, Tú que naces
en Belén, Casa de Pan, para donarte como Pan Vivo bajado del cielo; ven, oh
Mesías, calma el hambre de la humanidad, pero no tanto el hambre corporal, sino
el hambre del espíritu, el hambre de Dios que toda alma experimenta, hambre de
amor, de paz, de alegría, de afecto, de ternura, hambre que sólo Tú, oh Dios
que naces como un Niño en un Portal, puedes saciar. Ven, oh Dios hecho Niño sin
dejar de ser Dios, ven, dónate a nosotros en el Pan Eucarístico, para saciar el
hambre espiritual de Dios que todos tenemos; sacia el hambre de Dios, el hambre
de Amor celestial que desde que nacemos, se despierta en nosotros, porque
fuimos creados por Ti y para Ti, y hasta que no nos saciamos de Ti, no podemos
satisfacer esta nuestra hambre de Ti. Ven, oh Jesús, haz esta obra de
misericordia con nosotros, sacia nuestra hambre de Ti, que tenemos, y
manifiéstate al mundo como Niño Dios para Navidad, para donarte como Pan de
Vida eterna, para que todo el que te reciba en la Eucaristía y se alimente de
Ti, quede extra-saciado con la plenitud del Amor Divino de tu Sagrado Corazón
Eucarístico. Ven, oh Mesías, sacia nuestra hambre de Amor Divino, nace en
Belén, Casa de Pan, manifiéstate en el Nuevo Belén, el Altar Eucarístico, y haz
que podamos saciar nuestra hambre de Amor Divino, comulgándote en la
Eucaristía. Amén.
Meditación final
Oración de
ofrecimiento de vida[1]
Mi
amable Jesús,
delante
de las Personas de la Santísima Trinidad,
delante
de Nuestra Madre del Cielo
y
toda la Corte celestial,
ofrezco,
según las intenciones de tu Corazón Eucarístico
y
las del Inmaculado Corazón de María Santísima,
toda
mi vida, todas mis santas Misas,
Comuniones,
buenas obras, sacrificios y sufrimientos,
uniéndolos
a los méritos de tu Santísima Sangre
y
tu muerte de cruz:
para
adorar a la Gloriosa Santísima Trinidad,
para
ofrecerle reparación por nuestras ofensas,
por
la unión de nuestra santa Madre Iglesia,
por
nuestros sacerdotes,
por
las buenas vocaciones sacerdotales
y
por todas las almas hasta el fin del mundo.
Recibe,
Jesús mío,
mi
ofrecimiento de vida
y
concédeme gracia para perseverar en él fielmente,
hasta
el fin de mi vida. Amén.
JACULATORIAS
DE ARREPENTIMIENTO
Jesús
mío, ¡Te amo sobre todas las cosas!
Por
amor a Ti, me arrepiento de todos mis pecados.
Me
duelen también los pecados de todo el mundo.
¡Oh
Amor misericordioso!,
en
unión con nuestra Madre Santísima
y
con su Corazón Inmaculado,
Te
suplico a Ti perdón de mis pecados
y
de todos los pecados de los hombres, mis hermanos,
hasta
el fin del mundo!
¡Mi
amable Jesús!,
en
unión a los méritos de tus Sagradas Llagas,
ofrezco
mi vida al Eterno Padre,
según
las intenciones de la Virgen Santísima Dolorosa.
¡Virgen
María, Reina del Universo,
Intercesora
de la Humanidad y esperanza nuestra,
ruega
por nosotros!
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por
los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es
continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y
los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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