Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el horroroso ultraje cometido contra el Sacrosanto Altar Eucarístico de la Basílica
del Vaticano, ultraje ocurrido públicamente, a la vista de todo el mundo, el 12
de octubre del año 2025. En este espantoso acto satánico, un poseso, con extrema
impudicia, tuvo la diabólica impudicia de evacuar delante del altar, antes de
ser arrestado. Para mayores detalles acerca de este desgraciado hecho,
consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
de la Hora Santa y del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).
Primer
Misterio.
En
el misterio de la Encarnación, en el misterio de la asunción hipostática de una
naturaleza humana por parte de la Segunda Persona de la Trinidad, es importante
considerar que no se eleva a la dignidad divina a una persona humana, sino a una
“naturaleza” humana. Sin embargo, en el caso de la Virgen, el hecho de que Ella
sea “Madre de Dios”, esa maternidad divina es una dignidad sobrenatural que no
recae sobre una “naturaleza” humana, sino que recae sobre una “persona humana”,
la persona humana de María de Nazareth, la Virgen y Madre de Dios[1]. Por esta razón, a la
maternidad divina se la puede comparar más fácilmente con la dignidad que los
hombres reciben por la gracia: tanto la maternidad divina de María Virgen, como
la gracia santificante que recibe cada ser humano, es de orden personal.
Meditación.
Padrenuestro,
diez Avemarías, Gloria.
Segundo
Misterio.
El
sentido del dogma de la Inmaculada Concepción radica en el hecho de que en la
Virgen “la gracia no puede separarse de la dignidad de su maternidad divina”:
como decía en el siglo III el obispo mártir Metodio, “Dios se le unió de una
manera inseparable” a la Virgen desde su Concepción Inmaculada. Dicho en otras
palabras, esto significa que la Madre de Dios no estuvo privada ni un solo
instante de la gracia, ya que fue concebida en gracia, para ser la Madre de
Dios y Virgen Purísima al mismo tiempo y es por esta razón que, más que ninguna
otra criatura, tiene derecho a participar por la gracia de la naturaleza divina
de su Hijo. Durante nueve meses forma ella, por así decirlo, con el Hijo
concebido en su seno, una persona; son idénticos sus derechos, sus bienes, su
santidad[2]. María es la mujer que
viera san Juan en el Apocalipsis”, la que no solamente recibe la luz del sol,
sino que es revestida del mismo sol, porque lleva en su seno purísimo al Sol de
justicia, Cristo Jesús, el Hombre-Dios.
Meditación.
Padrenuestro,
diez Avemarías, Gloria.
Tercer
Misterio.
La
gracia que plenifica el alma de la Virgen desde el primer instante de su
Concepción tiene la característica de ser un privilegio único concedido por la
Trinidad por sobre todas las creaturas. Puesto que estaba destinada a ser la
Madre de Dios, no podía no poseer la gracia de este modo tan especialísimo,
desde el momento en que su Hijo era el Hijo de Dios: Ella iba a ser la Madre de
Dios que era la Gracia Increada, debía, por lo tanto, ser la Madre de Dios,
creada en estado de gracia y sin la mancha del pecado original y es por esto
que es llamada por el ángel “Llena de gracia”.
Meditación.
Padrenuestro,
diez Avemarías, Gloria.
Cuarto
Misterio.
Al
considerar la dignidad inigualable de María, es decir, cómo en Ella la
maternidad divina se une a la gracia y cómo la gracia a la maternidad, veremos
que nos es imposible comparar nuestra dignidad con la suya. Pero también
podemos considerar lo siguiente, sin hacer menoscabo a la Madre de Dios y es
que si consideramos únicamente la maternidad en sí misma sin relacionarla con
la gracia, podemos decir que la gracia es un bien mayor y que le confiere una
dignidad superior a la que encierra la maternidad divina. La Virgen es Madre de
Dios según la carne y así María supera infinitamente a toda criatura. Tiene el
derecho de ser amada y respetada por su Hijo, de ser venerada por los ángeles,
servida por los hombres; todo le está sometido. Sin embargo, Ella misma preferiría
estar privada de todo ello y con gusto sacrificaría los honores de la
maternidad, antes que perder la gracia. La Virgen elegiría ser por gracia hija
de Dios antes que ser Madre de Dios por naturaleza, pues sabe perfectamente que
Jesús, aun cuando la ama con amor incomparable, amaría no obstante más a otra
alma, si la hallara más rica de gracia.
Meditación.
Padrenuestro,
diez Avemarías, Gloria.
Quinto
Misterio.
Esto
es lo que Nuestro Señor quiso decir cuando se le anunció la llegada de su madre
y de sus parientes. En tal oportunidad salieron de sus labios estas asombrosas
palabras: “¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?” Y mostrando a sus
discípulos: “He aquí mi madre y mis hermanos; el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”? Y en
otra ocasión, como una mujer del pueblo alabara a su Madre con estas palabras:
“Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”, dio esta
respuesta: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la
ponen por obra”. Esto no significa que Nuestro Señor pretendiera renegar de su
madre, ni mucho menos ofenderla: simplemente quería manifestar que ni siquiera
María podía ser digna de él, si no cumplía de un modo perfecto la voluntad del
Padre celestial, si no escuchaba su palabra y no poseía en la misma medida la
gracia de Dios. Si, por un imposible, María quedara en esto inferior a otra
alma, tendría ésta la preferencia de Jesús. De esto vemos la importancia de
cumplir, ante todo, la voluntad de Dios por encima incluso de la propia vida.
Meditación.
Padrenuestro,
diez Avemarías, Gloria.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por las intenciones del Santo
Padre y por las Almas del Purgatorio.
Canto
de salida: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.
[1] Cfr. https://archive.org/details/las-maravillas-de-la-gracia-divina-matias-jose-scheeen/page/28/mode/2up,
28. 
[2] Cfr. Scheeben, ibidem.
