lunes, 3 de noviembre de 2025

Hora Santa en reparación por horrible profanación contra el altar mayor del Vaticano 121025

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el horroroso ultraje cometido contra el Sacrosanto Altar Eucarístico de la Basílica del Vaticano, ultraje ocurrido públicamente, a la vista de todo el mundo, el 12 de octubre del año 2025. En este espantoso acto satánico, un poseso, con extrema impudicia, tuvo la diabólica impudicia de evacuar delante del altar, antes de ser arrestado. Para mayores detalles acerca de este desgraciado hecho, consultar el siguiente enlace:

https://as.com/videos/actualidad/un-hombre-profana-el-altar-del-papa-orinando-sobre-el-delante-de-ciento-de-peregrinos-f202510-v/

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio de la Hora Santa y del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).

Primer Misterio.

En el misterio de la Encarnación, en el misterio de la asunción hipostática de una naturaleza humana por parte de la Segunda Persona de la Trinidad, es importante considerar que no se eleva a la dignidad divina a una persona humana, sino a una “naturaleza” humana. Sin embargo, en el caso de la Virgen, el hecho de que Ella sea “Madre de Dios”, esa maternidad divina es una dignidad sobrenatural que no recae sobre una “naturaleza” humana, sino que recae sobre una “persona humana”, la persona humana de María de Nazareth, la Virgen y Madre de Dios[1]. Por esta razón, a la maternidad divina se la puede comparar más fácilmente con la dignidad que los hombres reciben por la gracia: tanto la maternidad divina de María Virgen, como la gracia santificante que recibe cada ser humano, es de orden personal.

Meditación.

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Segundo Misterio.

El sentido del dogma de la Inmaculada Concepción radica en el hecho de que en la Virgen “la gracia no puede separarse de la dignidad de su maternidad divina”: como decía en el siglo III el obispo mártir Metodio, “Dios se le unió de una manera inseparable” a la Virgen desde su Concepción Inmaculada. Dicho en otras palabras, esto significa que la Madre de Dios no estuvo privada ni un solo instante de la gracia, ya que fue concebida en gracia, para ser la Madre de Dios y Virgen Purísima al mismo tiempo y es por esta razón que, más que ninguna otra criatura, tiene derecho a participar por la gracia de la naturaleza divina de su Hijo. Durante nueve meses forma ella, por así decirlo, con el Hijo concebido en su seno, una persona; son idénticos sus derechos, sus bienes, su santidad[2]. María es la mujer que viera san Juan en el Apocalipsis”, la que no solamente recibe la luz del sol, sino que es revestida del mismo sol, porque lleva en su seno purísimo al Sol de justicia, Cristo Jesús, el Hombre-Dios.

Meditación.

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Tercer Misterio.

La gracia que plenifica el alma de la Virgen desde el primer instante de su Concepción tiene la característica de ser un privilegio único concedido por la Trinidad por sobre todas las creaturas. Puesto que estaba destinada a ser la Madre de Dios, no podía no poseer la gracia de este modo tan especialísimo, desde el momento en que su Hijo era el Hijo de Dios: Ella iba a ser la Madre de Dios que era la Gracia Increada, debía, por lo tanto, ser la Madre de Dios, creada en estado de gracia y sin la mancha del pecado original y es por esto que es llamada por el ángel “Llena de gracia”.

Meditación.

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Cuarto Misterio.

Al considerar la dignidad inigualable de María, es decir, cómo en Ella la maternidad divina se une a la gracia y cómo la gracia a la maternidad, veremos que nos es imposible comparar nuestra dignidad con la suya. Pero también podemos considerar lo siguiente, sin hacer menoscabo a la Madre de Dios y es que si consideramos únicamente la maternidad en sí misma sin relacionarla con la gracia, podemos decir que la gracia es un bien mayor y que le confiere una dignidad superior a la que encierra la maternidad divina. La Virgen es Madre de Dios según la carne y así María supera infinitamente a toda criatura. Tiene el derecho de ser amada y respetada por su Hijo, de ser venerada por los ángeles, servida por los hombres; todo le está sometido. Sin embargo, Ella misma preferiría estar privada de todo ello y con gusto sacrificaría los honores de la maternidad, antes que perder la gracia. La Virgen elegiría ser por gracia hija de Dios antes que ser Madre de Dios por naturaleza, pues sabe perfectamente que Jesús, aun cuando la ama con amor incomparable, amaría no obstante más a otra alma, si la hallara más rica de gracia.

Meditación.

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Quinto Misterio.

Esto es lo que Nuestro Señor quiso decir cuando se le anunció la llegada de su madre y de sus parientes. En tal oportunidad salieron de sus labios estas asombrosas palabras: “¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?” Y mostrando a sus discípulos: “He aquí mi madre y mis hermanos; el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”? Y en otra ocasión, como una mujer del pueblo alabara a su Madre con estas palabras: “Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”, dio esta respuesta: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra”. Esto no significa que Nuestro Señor pretendiera renegar de su madre, ni mucho menos ofenderla: simplemente quería manifestar que ni siquiera María podía ser digna de él, si no cumplía de un modo perfecto la voluntad del Padre celestial, si no escuchaba su palabra y no poseía en la misma medida la gracia de Dios. Si, por un imposible, María quedara en esto inferior a otra alma, tendría ésta la preferencia de Jesús. De esto vemos la importancia de cumplir, ante todo, la voluntad de Dios por encima incluso de la propia vida.

Meditación.

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por las intenciones del Santo Padre y por las Almas del Purgatorio.

Canto de salida: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.

 

 



[1] Cfr. https://archive.org/details/las-maravillas-de-la-gracia-divina-matias-jose-scheeen/page/28/mode/2up, 28.

[2] Cfr. Scheeben, ibidem.