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miércoles, 15 de mayo de 2024

Hora Santa en reparación por sacrilegio cometido en Alemania al ofrecer música satánica (Heavy Metal) como “servicio religioso” 030524

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Iglesia en Alemania, al ofrecer como “servicio religioso” una música explícitamente satánica como el “Heavy Metal”. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://gloria.tv/post/yPDUmptyiVrd2j6mXBYPfegon

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         En el transcurso de la Santa Misa, al llegar el Prefacio, la Esposa Mística de Cristo, la Iglesia, expresa un “explosión de reconocimiento” a la sublime majestad del Acto de Ser divino trinitario y esto se puede observar en el contenido de los Prefacios, en su composición e incluso en su nombre[1]. En estos se expresa, a través del sacerdote ministerial que los recita, la elevación del alma a las más grandes alturas sobrenaturales jamás imaginadas, para adorar al Padre, en el Hijo, por el Amor del Espíritu Santo.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Los Prefacios, como así también el “Gloria” y otras oraciones de la Misa, colocan en primer lugar la acción de gracias eucarística. Recitados como preludio de la acción sacrificial que el sacerdote va a realizar -ejerciendo su poder sacerdotal participado del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo-, comienzan todos con esta frase admirable: “Es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todas partes, Señor, Padre Santo, Dios Eterno y Todopoderoso”[2]. Aquí se expresan, por un lado, los nombres de Dios -Señor, Padre Santo, Eterno, Todopoderoso- y las obligaciones que tenemos hacia Dios de darle verdaderamente gracias por el don de su Hijo Jesucristo en la Eucaristía.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         De esta manera la Iglesia quiere que nosotros, en cuanto hijos adoptivos de Dios, estemos impregnados y seamos conscientes de nuestra total dependencia de Dios Uno y Trino[3]. Y los dos adverbios, “siempre y en todas partes”, indican que debemos dar gracias a Dios siempre y en todo lugar, por sus beneficios pasados, presentes y futuros, beneficios, dones, gracias, milagros, todos contenidos en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, sea en el “Gloria” como en el Prefacio, la intención de la Iglesia es que nosotros debemos dar gracias a Dios por Ser Quien Es, Dios de eterna majestad y todopoderoso, infinitamente santo -mejor todavía, Tres veces Santo-; es decir, debemos dar gracias a Dios por los innumerables dones materiales y espirituales que nos concede, pero sobre todo por Ser Quien Es, es decir, por causa de la infinitud de sus perfecciones[4].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Para la Iglesia, es más importante que demos gracias a Dios, antes que por los bienes recibidos, por su trascendente plenitud eterna de infinitas perfecciones, procedentes todas de su Acto de Ser divino trinitario. Esto se cumple en el “Gloria” y en el Prefacio, aunque hay una diferencia entre ambos: en el “Gloria”, damos gracias a Dios por causa de su infinita gloria divina; en el Prefacio, por causa de la gloria que Él posee a través de la Encarnación del Verbo, Encarnación que se prolonga y continúa en la Eucaristía, de ahí que sea la Eucaristía la suprema Acción de gracias de la Iglesia para su Esposo Místico, el Cordero de Dios, Jesucristo, la “Lámpara de la Jerusalén celestial” (Ap 21, 239.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré, y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Francois Charmot, S. J., La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1958, 37.

[2] Cfr. ibidem, 37.

[3] Cfr. ibidem, 37.

[4] Cfr. ibidem, 37.