Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio de la Catedral de
Chile por parte de feministas. Para mayor información, consultar el siguiente
enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
La
bienaventuranza –afirma un autor- no puede consistir en la salud y buena
disposición del cuerpo, ni en creatura alguna de la naturaleza, ni tampoco en
ningún bien de este mundo, porque todo en él no satisface el apetito humano y
todo es inconstante y mudable, además de pervertido y vano[1]. A
pesar de todo, hay hombres que estiman estas cosas, pero al hacer esto, pierden
con esta estima la verdadera bienaventuranza, la vida eterna en el Reino de los
cielos, de la cual la gracia nos hace ya partícipes en esta vida.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Con
relación a lo efímero de esta vida y a la vanidad de los bienes que en él se
encuentran, dice así San Agustín: “El mundo se pasa y su concupiscencia
también: ¿qué es lo que quieres? ¿Por ventura amar las cosas temporales y pasar
tú con el mismo tiempo o quieres amar a Cristo y vivir eternamente?”[2].
Por lo tanto, no pongamos nuestra mirada en los bienes efímeros, sino en la
verdadera riqueza, la gracia santificante.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Sólo
en Dios está el objeto y blanco de la verdadera bienaventuranza, porque sólo Él
puede llenar nuestros deseos y nada menos que Dios. Así, dice San Bernardo: “El
ánimo avariento del hombre sólo se puede ocupar con las creaturas, pero no
puede hartarse y así, todo lo que es menos que Dios, no llenará al alma capaz
de Dios”. San Agustín, a su vez, dice: “Nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en Dios; con Dios sólo se satisface, en Dios tiene todas las cosas”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Y
continúa también San Agustín: “Dios es todo para ti: si tienes hambre, Él es
Pan –Pan de Vida eterna-; si tienes sed, Él es Agua –de vida eterna, la
gracia-; si estás en tinieblas, Él es la Luz –la Luz Eterna e Increada-; si
estás desnudo, Él te reviste de inmortalidad”. En otra parte, concluye: “¿Qué
cosa hay mayor que este bien? ¿Qué cosa más dichosa que esta dicha, vivir para
Dios, vivir en Dios?”. Dios Trino es todo para el alma: es Pan Vivo bajado del
cielo, es Agua que salta hasta la eternidad, es Luz Eterna que da vida eterna;
es la Eternidad en Persona y reviste al alma con esta eternidad. ¿Por qué
elegir las creaturas antes que Dios?
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
Dios Uno y Trino, en la Santísima Trinidad, y en su Mesías, el Hombre-Dios
Cristo Jesús, está la bienaventuranza verdadera, no sólo en la bienaventuranza
eterna, sino en este “valle de lágrimas”, que es esta vida terrena y esta bienaventuranza,
que es la vida en Dios Trinidad en el cielo, la tenemos ya por anticipación y
participada, por la gracia santificante[3]. La
gracia es el vínculo de la bienaventuranza, porque da derecho para poseer a
Dios en la gloria y en esta vida trae al mismo Dios Trinidad al alma, para que
la posea y se llene de todo bien, de toda gracia, de todo amor y de toda paz y
alegría.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.